Los públicos conviven en El Azteca Charrúa. Unos entran a pedir milanesa con puré o canelones de verdura y otros van por su taco de alambre con salsa picante. Hace siete años que María Eugenia Urbán Alcántara lleva adelante esa cantina, peculiar no tanto por ofrecer comida mexicana, sino por estar en Soca, una localidad canaria que ronda los 2.000 habitantes, donde un par de aserraderos dan fuente de trabajo. A veces, cuenta la cocinera, también los obreros que terminan su jornada traspasan la fachada rosada y van a tomarse un vaso de vino o un aperitivo: “Nuestro interés es la parte de la comida, pero estamos allí y tenemos que adecuarnos, damos ese servicio de copetín”.
Mientras en la pantalla puede estar sonando algo tan típico de su tierra como Juan Gabriel o José Alfredo Jiménez (o un exponente pop de cualquier época, por ejemplo, Abba), María Eugenia elabora desde cero cada tortilla, cada aderezo, “con todo el tiempo y amor que necesitan”. En este parador de doble bandera hay preparaciones de rotisería y grandes tortas dulces, para el día a día, e incluso una ocurrencia doméstica, como los chicharrones de asado, puede despacharse con un guacamole. A cada cual lo que guste.
Sin previo aviso, el que pare en El Azteca encontrará taquitos crocantes, quesadillas, burritos, chilaquiles, entomatadas, enchiladas, enfrijoladas, sopes y un saciante tazón de sopa azteca, con sus tortillas y sus cubos de queso remojados en un caldo rojizo, coronado por el chile guajillo. “Es que vienen a veces paisanos míos y a nosotros, los mexicanos, no nos importa que sea invierno o verano para comer una sopa calentita. Entonces, claro, siempre está”, se explica la dueña de casa.
Lo que más piden los uruguayos es la degustación porque quieren probar de todo, entonces les sirve un plato que lleva burrito, taquito, quesadilla o eligen cómo lo arman. Los número 1 en preferencias son los tacos crocantes. Eso no falla. “Va dobladito a la mitad, frito, y lleva lechuga, tomate, cebolla y queso por arriba. También hay de carne y de papa. Cuando fríes la tortilla, ahí se forma la bomba de sabor, que después con su lechuga, su tomate, su salsa picante, bueno, explota”, asegura. Mientras, sus coterráneos, luego de dar cuenta de la sopa, comandan chilaquiles con huevos estrellados (huevos fritos) o huevos rancheros, o sopes. Son “de buen diente”, dice la que conoce el paño: “Piden los sopes porque llevan frijolitos, o sea, porotos, y nosotros somos muy del frijol, lo picante, los chilaquiles, el pozole, la sopa de tortilla, unos buenos tequilas con un churrasco asado y unos huevos fritos, ¿no?”.
Podría suponerse que los campeones de resistencia en tragos son los visitantes mexicanos, pero los uruguayos compiten fuerte. “Los uruguayos beben más tequila”, responde María Eugenia, sin dudar. “Creo que es por curiosidad, para probarlo. El mexicano se va más por la cerveza”. En todo caso, hay un par de bancos en la puerta para reponerse a la sombra.
Los días que más se mueven son el sábado y el domingo, sobre todo este último. En el salón caben unas 20 personas y alguna vez en verano sacan mesitas a la vereda. Su público suele trasladarse desde Montevideo (tiene habitués de Carrasco y de La Tahona) y Maldonado. “Mucha gente viene descubriendo, porque salen a pasear, a hacer algún camino, y cuando buscan algo para comer, googlean y nos encuentran. Y pues ya les llama la atención el hecho de leer ‘comida mexicana’ en Soca. Así es como llega la mayoría de mi clientela y después va la recomendación de boca a boca”. Su colega y compatriota, Soraya Herrera, le echó una mano, corriendo la voz: “A Soraya la conocí por un grupo de Facebook que se llama Mexicanos en Uruguay. Ella un día volvía de Punta del Este, le dijo a su esposo que pasaran por Soca porque había una mexicana que hacía comida y quería probar. Así vino, conversamos un poco, fue en el tiempo de la pandemia, y ella me impulsó, porque yo tenía ganas de cerrar”, confiesa.
María Eugenia es del estado de México -“muy cerca de Chilangolandia, o sea, del DF”-, de un municipio que se llama Tultepec. “Creo que lo que más disfruto cocinando son los chilaquiles porque me llevan a mi casa, a mi familia, a la mesa de mi mamá, con todos mis hermanos: siempre que hago chilaquiles pienso en ellos”.
¿Por qué se vino a Uruguay? ¿Qué la llevó hasta Soca? El amor por un locatario, con el que estableció, primero, una relación virtual, pero tan sólida que se casaron y vivieron en México y años después se mudaron a Canelones. A la cocina llegó sin planificarlo, como una salida laboral que se le presentó. “Fueron las casualidades de la vida: yo iba de un trabajo a otro acá en Uruguay hasta que un día trabajé en un restaurante que se llamaba Caramora. Al final los dueños decidieron cerrar, sabían que me iba a quedar sin empleo y me ofrecieron trabajo en el supermercado que tienen, dije que sí temporalmente porque no es algo que me guste mucho. Después el dueño me dijo que fuera a ver el local en el que estoy ahora porque estaba libre y que él y su esposa me iban a ayudar a poner mi lugar de comida”. De ese modo empezó El Azteca Charrúa. La mayor parte de los soquences se inclina por las minutas, pero varios se animan a la comida mexicana: “Los burritos les gustan mucho porque están más familiarizados con la harina de trigo”.
Hay algunos platos más elaborados que salen por temporada, como las comidas de olla, “ahorita que empieza el frío”, apunta María Eugenia, antes de empezar una larga lista. “Está la birria de carne de vaca, que es como un puchero, la carne tiene que llegar a un punto en el que casi se desbarate, que se deshaga, y lleva un gustito ahumado, vamos a llamarle así. Después, yo pongo las tortillitas en la mesa y tú te haces tu taco, le pones limoncito, le pones salsita picante. Te vas comiendo tu taquito y vas disfrutando de tu consomé (le llamamos consomé al caldito). Hago pozole con la mazamorra blanca y puede ser con carne de cerdo o con pollo. Esto es también un ensopado, ahí la carne se hierve con la mazamorra, después se sirve en una cazuela y yo llevo lechuga, cebolla, rabanitos, limón, ají en polvo y tú todo eso se lo pones encima al pozole y, bueno, te llevo una tostada de maíz y muerdes la tostada y una cucharadita de pozole. ¿Y qué más? La sopa Juliana, que es de verdura. Puedo hacer pancita, que es muy parecido al mondongo, pero el mondongo es un guiso y la pancita es un caldo que sólo lleva el mondongo y se hace con chile guajillo, mucho ajo y, si llego a conseguir, le echo una buena rama de epazote [paico], si no, condimentamos de otra manera”.
Sin apuro, organizadamente, y a veces con ingredientes extra que le traen de origen, a solicitud de grupos de mexicanos o de comensales de paladar abierto, el menú se amplía con especialidades como mole poblano, arroz a la mexicana, carne de cerdo en salsa de maní y pollo en salsa de chipotle.
El Azteca Charrúa (Zenón Burgueño s/n, Soca, Canelones, Ruta 8 vieja) de domingo a jueves de 12.00 a 21.00, viernes de 12.00 a 16.00 y sábado de 20.00 a 23.00. Reservas: 092347514. La degustación cuesta $1.350 con cóctel de bienvenida (Margarita, Paloma o Tequila sunrise) e incluye sopa azteca, burrito, taco crocante, taco de alambre, quesadilla y huevo ranchero.