¿Qué descubriste al analizar esa línea de tiempo con los programas de humor uruguayos?

Esa línea de tiempo costó mucho trabajo y hasta yo no sé si no tiene algunos errores. Descubrí que acá se hizo televisión de primer nivel, que hubo una época en que la producción televisiva uruguaya podía competir mundialmente. Seguimos haciendo teatro que se exporta, cine que puede ganar en festivales y publicidad que compite, pero en producción televisiva, en algún momento, perdimos el tren.

¿Pero qué descubriste del humor en sí? Porque hay programas que por cuestiones generacionales no los viviste.

Más que descubrir algo nuevo, más allá de que había cosas que no había visto, redescubrí que hacer buen humor lleva tiempo. Todas las experiencias de humor, como el primer Telecataplum o Videomatch, tienen muchas horas de trabajo atrás. Eso que a vos te hace reír un segundo tiene un pienso que lo sostiene. Y después, que muchas cosas se magnifican a la distancia, pero cuando las ves en el archivo tampoco eran gran cosa.

¿Por ejemplo?

Programas enteros de Plop o de Decalegrón. El Flaco [Jorge] Denevi lo dice en un momento [en un episodio de El Origen]: las cosas de televisión hay que juzgarlas en la semana en que se emiten. Algunas no sostienen el paso del tiempo. Pero, por ejemplo, muchos sketchs de Cacho de la Cruz hoy tienen la misma vigencia que cuando salieron en los 70 u 80, porque eso es la genialidad de algún capocómico.

Me quedé pensando en lo que decía Denevi. Pero hay sketchs, como los de Monty Python, que si los ves hoy capaz que te causan gracia. Tal vez el tema está en que algunas cosas de Telecataplum o Plop, como “Las noticias cantadas”, tenían relación con lo que pasaba en el momento...

Es algo que también les pregunté a ellos, y que tiene que ver con la exigencia del medio. La televisión nació como un medio que funciona en la inmediatez de lo que pasa, pero hay algunas cosas que trascienden. “La patrulla de caminos” [parodia de la serie estadounidense Highway Patrol, de fines de los 50] sigue teniendo vigencia, te puede enganchar, y se grabó en el 60 y pico. En cambio, capaz que un sketch de Plop o Decalegrón, que se grabó 40 años después, a los cuatro minutos se te hace insoportable. Pasa una cosa rara. Muchos entrevistados te dicen que ahora cambió todo y que el timing es distinto, pero es cierto y no, porque hoy también es el auge de las series. En la actualidad la gente se banca ver 80 horas de la misma trama, porque se ve las cinco temporadas de Breaking Bad o todas las de Game of Thrones. ¿Pero no es que si duran más de tres minutos la gente se aburre? Y capaz que ven 800 minutos con los mismos personajes. Por eso no creo que hoy sea todo vértigo. Pero volviendo al humor: creo que Plop y Decalegrón en el fondo quedaron inmersos en esa especie de rutina de trabajo. En todos los órdenes de la vida siempre el peligro es la rutina, automatizarte. “Este sketch funciona”, y de repente lo hacés ocho años, cuando lo tendrías que haber sabido bajar cuatro años antes. Pasó algo de eso.

El episodio de El Origen del domingo fue dedicado a Videomatch. Yo soy de la generación que lo miraba y le gustaba. Pero al repasar algunos de esos sketchs hoy, sobre todo los que hacían los humoristas uruguayos, casi siempre vinculado al canto, no me pareció tan gracioso.

Uno de los grandes aciertos que tiene el proyecto es que editamos de un modo muy cuidadoso. Hay una elegancia en la edición de El Origen, en saber cuidar un archivo y saber ponerlo hasta un lugar. Y me pasó eso. También por un tema generacional, el archivo con el que más me divertí investigando fue el de Videomatch, porque crecí ahí. Pero también es cierto que al trigésimo quinto video de Waldo [Álvaro Navia], ya está.

Hoy es políticamente incorrecto decir que crecimos mirando Videomatch y que nos gustaba. De hecho, en el programa del domingo Pepe Vázquez dijo que Marcelo Tinelli es una bestia que se mofa del ser humano y que “es lo peor que le pudo haber pasado al Río de la Plata”.

Fue un momento muy particular de los rodajes y que quedó en la edición. Otras de las enseñanzas que me dejó el programa es que lo políticamente correcto genera mucho más peligros que las virtudes que arrastra. Viste que Graciela Rodríguez dijo que en su época estaba mal visto decir que se veía a [Alberto] Olmedo, pero claro, después se tiró de un balcón y hoy es un mito. Ahí descubrís que a medianoche todo el mundo estaba mirando a Olmedo, pero no lo decían; algo muy parecido a lo que después pasó con el humor de Tinelli.

¿En esa línea de tiempo viste que lo políticamente correcto fue ganando protagonismo?

Es extraño. A medida que pasa el tiempo lo políticamente correcto es cada vez más importante, al mismo tiempo que hay cada vez menos humor específico. Por algo hoy tenemos una televisión abierta rioplatense sin programas de humor. ¿Hasta qué punto esta era de lo políticamente correcto no es una incapacidad de practicar la virtud del humor? Porque el humor es una virtud humana también. Cuando todo se vuelve muy solemne, ser periodista, mujer, humorista o gay, cuando todo está cargado de grandilocuencia, siempre hay un peligro, y el humor ha sido históricamente el pequeño aguijón contra esa grandilocuencia.

Tenés el ejemplo de lo que pasó hace unos años en carnaval con Cucuzú Brilka y su personaje “Gayman”. Le cayeron con todo.

Te estás adelantado. En el programa de mañana tenemos el análisis de Cucuzú y “Gayman”. La conclusión es silencio, respirar hondo y tomarse las cosas con un poco más de humor. Yo no tengo redes sociales, y no es que hago una pose, no tengo y punto. Del mismo modo que no miro los realities de Tinelli porque no me divierten. No considero que haya ninguna virtud moral en no verlo ni ningún fracaso moral en haberse reído con el Videomatch de los 90. Me enteré hoy de este muchacho que dijo que ganó 10.000 pesos y lo incendiaron en las redes. Una locura. La era de lo políticamente correcto tiene un aspecto medio policíaco, estilo La vida de los otros, la película alemana, que es genial. Para ser personas, necesitamos refugios contra la publicidad, la intromisión, el Estado y todos esos tentáculos que pueden ser las redes. Entonces, cuanto más tenés esos refugios de silencio, de estar por fuera de la rutina, estas más apto para una vida más plena.

Sos doctor en Filosofía, y tu tesis fue sobre “el acontecimiento de la autoridad”. ¿No será que en las redes sociales muchos hacen de policías?

Es que la autoridad no es policíaca, esa es la gran confusión que tenemos. La autoridad, según sus orígenes romanos, es la búsqueda de sentido a través del encuentro de las generaciones. El mundo funciona con generaciones en tensión. Por ejemplo, en cuatro o cinco años vas a ser editor responsable o vas a poner tu propio medio. Hay un momento que es el pasaje a la adultez en que vos te empezás a hacer cargo del mundo, entonces, chocás con la otra generación, que te decía que la prensa se hace de tal manera. En ese encuentro de tensión, los romanos decían que habita la idea de autoridad en el sentido de dar sentido. Después se confundió con el poder, con quién manda, a quién obedecés y quién te obliga. Eso es un problema grande. Gran parte de la confusión y del desencanto que hay es por no distinguir que no siempre el que manda, obliga, puede dar sentido, y que la no obediencia puede ser una cosa completamente proactiva y sana para una sociedad.

Hace unos meses saliste en un spot audiovisual apoyando la instalación de la famosa estatua de la Virgen María en la rambla. ¿Qué te llevó a eso?

Decirle que sí a algunos amigos, entre ellos, al cardenal [Daniel] Sturla. Justo estaba en pleno rodaje de El Origen y estaba con todo esto de los problemas de lo políticamente correcto. Entonces, yo pensé que nunca hago nada que pudiera parecer incorrecto, y apoyar el video de la Virgen, sin ser un devoto de María, me parecía interesante como gesto personal. Por eso acepté.

Sos católico. ¿Cómo ves a la iglesia desde el punto de vista de la autoridad?

No me podés hacer una pregunta así... bueno, me la podés hacer, pero capaz que tenemos que pedir bizcochos y té. La iglesia católica tiene 2.000 años, no sé si hay instituciones más viejas. En sus orígenes quería distinguir autoridad de poder, decía “el poder está en los reyes, la autoridad, en los papas”. Como toda organización que tiene 2.000 años, podés preguntar qué querés encontrar. ¿La parte positiva o negativa? ¿Que mantuvieron la cultura occidental guardando papiros en los monasterios o que hicieron la Santa Inquisición y quemaron a Giordano Bruno? Tengo formación católica, no soy un tipo de misa diaria ni que teológicamente te pueda decir muchas cosas. Es una institución que respeto más de lo que la respeta la media de Uruguay, porque la media de Uruguay es batllista y anticlerical; entonces, yo tengo la carga de la prueba. Yo tengo que decir por qué respeto a la iglesia. El que no la respeta dice: “Soy uruguayo, qué voy a respetar a esto, si me enseñaron a decir que es una porquería”. Creo que la primera discusión que podríamos tener es quién tiene la carga de la prueba, quién tiene que defender más su posición.

¿Por qué respetás a la iglesia más que la media del país?

Es que cuando sos creyente, es difícil que alguien te pida que empieces a explicar. Es como que mañana yo le diga a un ateo que me explique por qué no cree. “Y bueno, mis viejos siempre dijeron que la iglesia es un negocio”, y ta, no creés. Parte de nuestro problema de laicidad mal entendida es pensar que alguien tiene que ganar una pulseada en estas cosas. Yo puedo sentirme bien yendo a misa, rezando y diciéndoles a mis hijos que el Ángel de la Guarda los protege; y no me juzgues, porque del mismo modo, ¿quién te va a juzgar porque vos no creas? Ahí hay una cosa delicada entre la apertura al hecho religioso como tal, espiritual, y la visión más positivista, laica y materialista, de ver en todo eso una especie de infantilismo. En el fondo, todo el que cree es medio boludo, porque la ciencia... es rara esa visión.

El Origen dedicó varios ciclos a personajes históricos uruguayos: José Batlle y Ordóñez, José Pedro Varela, José Gervasio Artigas y los Treinta y Tres Orientales. Imagino que por la calle te pedirán hacer más programas sobre otros.

Sí, los que se sienten menos representados son los blancos, que dicen que falta el de Aparicio Saravia, pero el de Batlle y Ordóñez tiene adentro un miniorigen de Saravia que creo que está muy bien contado. Y tuvimos la suerte de que Jorge Batlle, sin tener la menor idea de lo que estábamos haciendo, en una entrevista larguísima que nos dio, dijo: “Uruguay es Artigas, Varela, Batlle y Ordóñez y Aparicio Saravia”, y de ahí nos quedó. Nos piden muchos, pero hay una dificultad histórica y de archivo. Sin embargo, efectivamente hay algunos otros personajes históricos sobre los que se podría hacer un programa de El Origen. Creemos que en esos cuatro —incluyendo esta miniversión de Saravia— está contado Uruguay.

De esos personajes salieron nuevos sentidos de autoridad.

Seguro, pero en tensión, no son iluminados o profetas. De hecho, la vida de ellos fue toda en tensión.

El iluminado era Jesús...

Es un buen título.