Luis Lacalle Pou (Partido Nacional)
Mis grupos de siempre, desde la adolescencia, Sumo y AC/DC, nunca pueden faltar.
Con AC/DC me enrosqué a los 13 años. Iba a la casa de un amigo cuyo hermano era fanático y tenía todos los discos. Teníamos los pins, los parches de la banda. “Danger” era la canción que más me gustaba, sobre todo el solo de Angus Young. Y después “Thunderstruck”, que es buenísima. Me quedé con las ganas de ir a verlos. Cuando estuvieron en Buenos Aires no pude. A Sumo lo empecé a escuchar en el verano de 1987, después de que tocaron en el Montevideo Rock.
A Luca Prodan nunca lo vi en vivo, pero obviamente leí toda su historia. Siempre me gustó la capacidad de adaptación del loco: cantaba ska, reggae, rock, melódico –“Mañana en el Abasto” es melódico–, en español, en inglés y hasta metía algunas palabras en alemán; un genio. Sumo es un grupo para todos los estados de ánimo.
Llegué hasta Mötley Crüe cuando era más joven, y ahora matizo: reggae, algo de bossa nova. Últimamente estoy más para el folclore, y tengo una playlist con Larbanois & Carrero, Los Chalchaleros, Santiago Chalar, La Tribu de los Soares de Lima, Alfredo Zitarrosa y Jorge Cafrune.
Hay una canción que me gusta mucho de Larbanois & Carrero que es “De un cantor y su guitarra”, que tiene algunas metáforas espectaculares que dicen mucho de la vida del político: “No es cuestión de gargantear cantando bravuconadas, / pa’ que la pradera crezca, mejor la llovizna mansa”. Y después dice: “No es buena cosa achacarle a un cantor y su guitarra / la rebeldía o el grito que su canto despertara; / cuando la lluvia escasea y la sequía es machaza, / para incendiar pasto seco tan sólo basta una brasa”. El folclore me acompaña mucho, me gusta por las referencias locales. Por otro lado, también me gusta Manu Chao, por el perfil del loco, ese apego a América Latina.
Gerardo Núñez (Partido Comunista)
Escucho todo tipo de música, lo más variada posible. Lo que más escucho es rock, pero eso no me inhibe de escuchar un reguetón o bailar una plena, todo lo contrario. Por suerte, o por vivencias, puedo hacer que convivan todos mis gustos musicales sin complejos. Seleccioné tres de los discos que más escucho habitualmente, casi que desde siempre, excepto el último del Indio –por obvias razones–, pero al que sigo desde que contacté con los Redondos.
Terraja (1998), de Peyote Asesino. Para mí escuchar al Peyote es como volver un poco a la adolescencia. Terraja salió en 1998, cuando yo tenía 13 años, y lo escuchaba todo el tiempo, aunque seguramente no entendía mucho sus letras –capaz que todavía sigo sin hacerlo–. El Peyote es una banda con mucha fuerza y energía, y eso contagia casi que inevitablemente. Cuando la escuchás, aunque estés sentado o hasta medio distraído, ya sentís la energía que corre por tu cuerpo y te invita a encarar. El sonido del Peyote es bastante único en nuestro país, eso hace que la mayoría de sus canciones ya sean casi himnos de nuestra música y que sobrevivan en las generaciones. Tiene la particularidad de una vigencia perpetua. Las escucho hoy, canciones con más de 20 años, y parecen recién grabadas. “Cable pelado” es el tema que más me llega.
El ruiseñor, el amor y la muerte (2018), del Indio Solari. El Indio nunca decepciona. Obvio que musicalmente no se puede comparar con los Redondos, pero hay algo que sobrevuela e inevitablemente te lleva a recordar y a sentir una mística ricotera a flor de piel. Los toques del Indio son, al menos para mí, el contacto más cercano con los Redonditos de Ricota. Este nuevo disco combina el inconfundible estilo del Indio solista con el estilo de la banda que, para mí, es la más importante del Río de la Plata, aunque parece diferenciarse cada vez más. La canción que más me mueve es “Ostende Hotel”, por motivos varios, pero tal vez la letra, el tono de voz y algunos arreglos musicales me llevan al interior profundo del alma ricotera que conservo intacta.
La memoria de los peces (1998), de Ismael Serrano. Fue el primer disco que escuché de Ismael Serrano, de los que siempre tienen su lugar en el día a día. Este disco tiene las canciones que más me conmueven y rozan mi lado militante, sobre todo con los temas vinculados a la memoria y al pasado reciente. La memoria como construcción histórica de procesos populares, pero también la memoria más personal, aquella que nos trae al recuerdo las relaciones desde el amor y las cosas que nos pasan o nos pasaron en la vida misma. En este disco Serrano logra hacer una combinación que equilibra los tantos. Siempre es difícil cantarle al amor y no quedar pegado a la cursilería, o cantarle a la militancia y a la lucha sin quedar atrapado en el panfleto. Con sencillez y mucha capacidad descriptiva, La memoria de los peces es un canto a la vida en toda su dimensión y complejidad.
Fernando Amado (Batllistas Orejanos)
Escucho mucha música, desde que me levanto hasta que vuelvo a casa. De hecho, lo primero que hago es prender la tele y poner Youtube –escucho música por ahí, más que en discos–. Soy un consumidor muy variado. Entre mis bandas o cantantes preferidos están:
La Beriso, que es una banda que sigo hace tiempo. Seguí su crecimiento en Uruguay, y la vamos a ver con Florencia –mi esposa– siempre que toca acá. Soy seguidor de Luis Miguel desde el año 2000, que fui a su concierto en el estadio Centenario. Ahora son todos fans de él por la serie [Luis Miguel, disponible en Netflix], pero yo la vengo remando a contracorriente desde el 2000. Estuve solo en el medio del desierto levantando la bandera de Luismi, con todo el bullying correspondiente.
También me gustan Frank Sinatra (“My Way” es mi canción preferida), Andrés Calamaro, Chano, Jorge Nasser (el uruguayo que más escucho, lo voy a ver cuando puedo), Ricardo Arjona, Dani Martín, Victoria Solé, Shakira, Fito Páez, Coti, Larbanois & Carrero, Jorge Cafrune, Abel Pintos, Alejandro Sanz, Ricky Martin, La Oreja de Van Gogh, Pablo Alborán, Pepe Guerra, No Te Va Gustar, Carlos Gardel (siempre tiene su lugar un buen tango), Pavarotti (“Nessun dorma” me encanta), André Rieu (un crack que tiene una banda que hace covers con violín).
Y, por supuesto, tiene su lugar algún reguetón, una buena cumbia –cheta o no cheta– y, ¿por qué no?, alguna marcha. Esto es el resumen de lo que más encontré repasando el historial de los videos que escucho todos los días. No me gustan la música brasileña ni el rock pesado. Como verán, mis gustos son algo esquizofrénicos o diversos. Pero, en definitiva, consumo mucha música.