Formada por Lucho Milocco, Eva Harvez y Cássio Carvalho, Pim Pau es una banda argentina con una propuesta musical que enraíza en el juego, el ritmo, la participación creativa y el desmontaje de las fronteras interdisciplinarias e intergeneracionales como principios activos de su trabajo una propuesta que integra distintos lenguajes artísticos.
Los tres integrantes son docentes, actividad de la que abrevan tanto en su trabajo artístico como en la continua reflexión en torno a este. Se conocieron en 2011 trabajando juntos, y sus intereses artísticos en común, así como una mirada compartida con respecto a la infancia, los llevaron casi naturalmente a juntarse. Los tres tienen padres docentes y se criaron en hogares en los que había un interés particular por el arte.
Eva es de la provincia de Buenos Aires, Lucho es santafesino, de un pueblo de 6.000 habitantes llamado Sastre, y Cássio es brasileño, paulista. “Aparece un universo brasileño muy fuerte porque Cássio es brasileño y yo soy santafesino de un pueblito donde hay una cultura brasileña muy arraigada. Tiene una cultura de carnaval de 60 años, pero también de lo musical: el samba, el frevo. Cuando nos encontramos, era inevitable que eso aflorara”, comenta Lucho, y Cássio agrega: “A Eva también le encanta la música brasileña. Lucho y yo somos cantautores, y en Pim Pau aparece algo mucho más brasileño que en los discos de cada uno. Hay una cosa de la relación, del encuentro que tenemos entre los tres, de la identidad del grupo”.
Su propuesta se vincula directamente con su tarea como docentes y apunta a atravesar la palabra, la música y el baile mediante el juego. Insisten en borrar fronteras: las que pueden pensarse entre la música para niños y la música en general, la que se impone entre el escenario y el público, la que existe entre la música y la danza. “La idea es buscar una sonoridad que convoque, que no deje afuera al niño”, define Eva. Y en esa sutileza está el secreto del desmarque de las etiquetas: “Hay una búsqueda desde la estética sonora y desde la estética visual. La idea es que seamos adultos lo más parecidos a los padres, que son los que acompañan la crianza. También encontrar una estética sonora que trate de borrar lo que está fragmentado. No hacemos la separación entre música infantil y música adulta”.
Su repertorio –que puede encontrarse en Youtube, además de en el disco Recreo, publicado en 2016– incluye tanto canciones propias como reversiones. Explotó en 2014 cuando subieron una versión genial, con una fuerte base percusiva, de “Pollito pío”, su clásico tema “La mascota”, que se hizo viral. En ese disco –de título polisémico que conduce a múltiples lecturas: de patio de escuela pero también de un camino que implica crear y volver a crear, y creer y volver a creer– se dieron el gusto de compartir registro con Luis Pescetti en la canción “Caballito de mar” y con los cubanos Dúo Karma en “El yaguareté”. Esos encuentros son índice de la existencia de una comunidad de creadores para la primera infancia que comparten sintonía y una mezcla de respeto y amor por su público.
Con respecto a las versiones de canciones, Cássio reflexiona: “Así como creemos en los múltiples lenguajes y en las múltiples expresiones, también en las múltiples interpretaciones y lecturas. En ese caso la relectura es donde vamos a hacer el foco, porque una canción tiene una multiplicidad de maneras de abordarla: para el aula, para un disco, para un video. Eso es algo que está súper vivo en Pim Pau, es algo que nos inspira mucho. Creemos que no hay un solo relato, y menos cuando se trata de infancias. El niño está mirando cómo uno está hablando, adónde va la mano, qué hace con el cuerpo, cómo habitamos el relato que queremos contar. Siempre pensamos que son bloques de madera que son móviles y uno está jugando con esas estructuras, que no son fijas”.
Podría decirse que la búsqueda es lo que define a estos tres artistas en su manera de abordar la música. Lucho hace hincapié en que no define esto como entretenimiento, sino como la dinámica del habla en el show, porque “no hay manera de compartir si no es estando presentes”. En el mismo sentido, Eva comenta: “Trabajar con las infancias es algo que nos inspira muchísimo. Estás en un estado... la palabra que me sale es ‘despierto’... te ayudan a estar ahí muy atento, te sacan del lugar acartonado y te obligan a estar presente. Para mí eso es muy inspirador. Es eso: la presencia”.
En cuanto a los temas y las influencias, los tres coinciden en que son variadas y apuntan a borronear las fronteras entre lo infantil y lo que no lo es: “Hay preguntas que son de toda la vida, que tienen que ver con qué es lo que hace a una canción universal. Es una chispa que está siempre viva. Gilberto Gil, en ‘Nova era’, decía: ‘si uno pudiera sentir sus uñas crecer y su pelo creciendo’: esto conecta tanto a un niño como a un adulto con algo de lo sutil que siempre estuvo. Uno se conecta con eso que siempre está, que es la capacidad de maravillarse. Eso es lo universal. O The Beatles. Me acuerdo de un niño que me dijo que su canción preferida en el mundo es esa que dice ‘life is very short and there’s no time…’ [‘We Can Work It Out], pero lo dijo haciendo la percusión golpeando las palmas en sus rodillas, con todo el cuerpo. Le gustaba el juego de tres para dos, eso era fuerte para él”.
Le quitan énfasis a inclinarse por un género u otro, y no desestiman per se la música mainstream. “Todo el mundo tiene búsquedas personales con respecto a la música, y con respecto a lo más nuevo y a lo viejo suele haber cierta reticencia o prejuicio. En realidad, son conceptos que tienen que ver con el adulto, porque para el niño es tan nueva una canción de 1915 como la última de Daddy Yankee, están en el mismo lugar. Pero en la medida en que haya un juego con la danza, con la música, en la coreografía, en la historia, en la actuación, en un juego de palmas, en lo que sea, esa canción tiene que ver con su momento, con su universo, con su actitud. Por otra parte, una cosa que siempre intentamos es desaturar, sacarle estímulos. La música pop suele tener demasiado estímulo sonoro, con el fin de que lo que convoque sea precisamente ese carácter hipnótico. Si del reguetón y la cumbia lo que convoca es el ritmo y llaman a bailar, vayamos por eso”, dice Lucho.
Con una marcada base percusiva, desde el propio nombre de la banda –que surgió del estribillo de una de sus primeras canciones– apuestan a la palabra como juego y como elemento sonoro, material. Ahí, en esos dos monosílabos, en esa onomatopeya, radica el concepto mismo de la banda: “la palabra como juego, la música como juguete y el cuerpo como instrumento”.