Uno sólo puede imaginarse la cruz que ha cargado Joe Hill (Maine, 1972) durante toda su carrera: es el hijo de Stephen King. Encima, vemos sus fotos y encontramos que es una suerte de clon rejuvenecido de su padre (hasta usa el mismo modelo de lentes). Además, Joe sigue los pasos del Rey hasta en su temática, concentrando el grueso de su obra en novelas de terror que son muy pero muy deudoras de la labor de su padre, como les pasa a muchos otros escritores contemporáneos que no son sus hijos. Todo esto lo ha llevado a combatir durante años el mote simplificador de “el hijo de Stephen King”.
Lo ha hecho muy bien, cabe aclarar. Desde no aprovecharse de que comparte el apellido –utilizó desde el principio de su carrera el seudónimo Hill– hasta diversificarse incluso aun más que su padre en los lenguajes que recorre (es tanto escritor de éxito como guionista de historietas de éxito), hasta apadrinar muy cercanamente las adaptaciones cinematográficas de su obra, Joe Hill ha construido por derecho propio un corpus notable y digno de admiración.
Además, su obra se torna más y más popular. El cine ha atendido novelas como Horns –2010, que tuvo su versión con un cornudo Harry Potter en 2014, dirigida por Alexandre Aja– y próximamente llegará a la televisión una adaptación de su serie Locke & Key, historieta que hizo junto con el talentosísimo dibujante chileno Gabriel Rodríguez entre 2008 y 2013 para la editorial IDW y que ganó el prestigioso premio Eisner en 2011.
Pero antes de que llegue esta mentada adaptación –que tiene a muchos de sus fans expectantes, dado que la historieta es buenísima–, la cadena AMC se adelantó y estrenó con muy poco ruido NOS4A2, adaptación de su novela de 2013.
Vampiros en Rolls Royce, batallas místicas y una Navidad permanente
“Charlie Manx, un seductor inmortal que se alimenta de las almas de los niños, encuentra su mundo entero amenazado cuando una chica en Nueva Inglaterra descubre que tiene un don peligroso”, dice la sinopsis de NOS4A2, pero alcanzan los primeros capítulos para firmar que esta se queda bastante corta.
Porque primero que nada, Hill –y quien lo adapta, Jami O’Brien– introducen un universo vasto y rico en personajes, lugares, posibilidades y una mitología que queda bastante clara en los dos episodios iniciales. Sí, tenemos al monstruo Charlie Manx (Zachary Quinto regresando a la televisión y a los psicópatas, como en la ya lejana Heroes) y sí, es algo parecido a un vampiro. Pero la metodología que usa es bastante peculiar (y horrorosa, sobre todo si uno es sensible a la violencia hacia niños... ¿quién no es sensible a la violencia hacia niños?) e involucra elementos como su tenebroso Rolls Royce Wraith, un mapa que se va completando con los elementos sobrenaturales y en el que asoman referencias a HP Lovecraft y al propio King con un Pennywise Circus, más un variado uso de barbitúricos.
Más allá del horror que significa ver a Max acechar a todos los infantes presentes, la serie propone una suerte de batalla mística entre seres “especiales”. Porque si Manx significa la decadencia y perversión de uno de ellos, enfrente tiene a nuestra protagonista Vic McQueen (una adecuada Ashleigh Cummings), una chica con la posibilidad de generar un atajo –en la forma de un sombrío puente de madera– que la la lleva a lo que sea que esté buscando.
Vic, ayudada por Maggie (Jahkara J. Smith), una médium cuyo don se manifiesta con la ayuda de las letras del Scrabble, será la principal enemiga de Manx y su raíd de niños secuestrados (la friolera de diez ni bien comienza la serie).
Y más allá de lo anterior, hay un potente drama entre un grupo de personajes con muy pocas posibilidades de vida y éxito social, un grupo de descastados –alrededor de Vic se nuclea su familia compuesta por alcohólicos, amigos drogadictos, desencanto y muy pocas posibilidades de felicidad–. Casi que el “escape” que significa para la protagonista lo fantástico –incluso con todo el peligro que entraña– es la única puerta posible por la que salir de una vida horrible y miserable, la vida que muchos llevan en el país del norte desde sus recientes crisis económicas y que muy bien representa la pluma de Hill y la adaptación en cuestión.
Diez episodios conforman esta primera temporada, que complementa su elenco con otros veteranos de la televisión, entre ellos el enorme islandés Ólafur Darri Ólafsson (el protagonista de la imprescindible Trapped) y Ebon Moss-Bachrach, recordado como el mejor personaje de la serie de Punisher en Netflix, Micro.