Puede diferir, pero es muy probable que el descubrimiento de Álex de la Iglesia para la gran mayoría de sus espectadores haya venido de la mano de la que quizá sea todavía hoy su mejor película, El día de la bestia (1995), en la que contaba la historia del advenimiento del Anticristo y la batalla que le presentaba un entrañable trío integrado por un cura (Álex Angulo), un fan del death metal (Santiago Segura) y el presentador medio chanta de un programa de televisión sobre ciencias ocultas (Armando de Razza).
Durante buena parte de El día de la bestia, uno no podía discernir si aquello que veía era efectivamente, dentro de las convenciones de la ficción, la llegada del fin del mundo en coordenadas bíblicas o si era un delirio total y absoluto de sus personajes.
Además, el bilbaíno narró todo a un ritmo vertiginoso y empapado por completo en un infalible humor negro que era aprovechado tanto por el guion (escrito por el propio De la Iglesia y su habitual colaborador Jorge Guerricaechevarría) como por el trío protagónico, que hacía de El día de la bestia un soplo de aire fresco para el cine europeo y el dramático cine español en particular.
Mucho de esta excelente película se encuentra presente en 30 monedas, la nueva realización del director español: la demonología cristiana, el humor negro, el gore, la colaboración en guiones con Guerricaechevarría. La serie se estrenó hace un par de semanas por HBO y viene dejando bien en claro su condición de diferente y de producto genuinamente producido por De la Iglesia, aunque no alcanza sus picos.
El geek, el nerd, el ñoño, el capo
Nacido en Bilbao en 1965 y licenciado en Filosofía en la Universidad de Deusto, Álex de la Iglesia reúne un set de condiciones y talentos que lo vuelven una rara avis del cine mundial de hoy. Dibujante de historietas en fanzines, master y jugador de juegos de rol (todavía se encuentran online las campañas que escribió para el juego La llamada de Cthulhu), fan incondicional del cine de horror chusco y clase B, el director llamó la atención de nada menos que Pedro Almodóvar con su primer cortometraje, Mirindas asesinas, de 1991.
Almodóvar produciría luego su debut en largo, la demencial Acción mutante (1993). Esta realización, junto a El día de la bestia, lo establecería como un realizador y a partir de allí ya pararía de hacer películas y televisión tanto en su país como en el exterior.
Grosso modo se pueden diferenciar dos formatos en De La Iglesia. Uno, de productos personales con una efectividad variable, que incluye Perdita Durango (1997), la increíble Muertos de risa (1999, a mi entender su mejor película), La comunidad (2000), 800 balas (2002), la buenísima Crimen ferpecto (2004), Balada triste de trompeta (2010), Las brujas de Zugarramurdi (2013), Mi gran noche (2015) y El bar (2017). Y dos, productos más masticados o accesibles, muchas veces algo impersonales (que no por ello son menos efectivos, en algunos casos), como Los crímenes de Oxford (2008), La chispa de la vida (2011), el documental Messi (2014) y la remake Perfectos desconocidos (2017).
Claramente, el primero de los formatos es el que me resulta más interesante o destacado. Es al que pertenece la serie de televisión que hoy nos ocupa.
30 monedas no es el primer acercamiento de De la Iglesia a la televisión: ya había formado parte del ciclo Películas para no dormir (que traía de regreso el concepto del mítico Chicho Ibáñez Serrador) con La habitación del hijo (espeluznante) y durante 2008 y 2009 realizó la parodia de ciencia ficción Plutón BRB Nero. Pero 30 monedas es, sin duda, su apuesta más ambiciosa, su salto sin red a una plataforma con llegada inmensa, con un producto por completo propio y genuino, que tendrá sus fallos pero tiene asimismo una inmensa personalidad.
Sustos en pantalla chica
El tranquilo y bucólico (algunos dirían casi medieval) pueblito de Pedraza, en Segovia, comienza a verse conmovido por sucesos inexplicables. Para muestra bastan dos botones: en los primeros episodios nace un bebé de una vaca –y luego se transforma en algo por completo horrible– y una sesión de espiritismo termina generando desapariciones y portales a otro mundo.
Quizá tenga algo que ver la reciente llegada del padre Manuel Vergara (tremendo protagónico de Eduard Fernández, motor de la serie toda), un religioso caído en desgracia con varios esqueletos en el armario, pero el peso de la investigación caerá en nuestros dos protagonistas: Elena, la veterinaria del pueblo (Megan Montaner) y el pusilánime alcalde Paco (Miguel Ángel Silvestre), quienes irán desmadejando el asunto.
Detrás de todo lo que pasa están involucrados tanto los propios pecados del padre Vergara como una conspiración religiosa que se remonta –como el título hace evidente– a los 30 denarios que Judas cobrara por delatar a Jesucristo.
En el transcurso hay escollos, cómo no. Lagunas argumentales cada dos pasos (nadie cuestiona nunca que la veterinaria sea quien vaya, interrogue e investigue), notorios problemas de continuidad (personajes que discuten, se separan y, acto seguido, reaparecen juntos), alguna que otra actuación cuestionable y hasta algún riesgo excesivo para el presupuesto en efectos especiales.
Pero, por otro lado, hay sangre, ganas, un promedio de dos o tres sustos muy bien metidos por episodio, la construcción de una mitología propia (que abreva de lo cristiano, como ya decíamos, pero que no desprecia horrores de apariencia lovecraftiana) y un ritmo arrollador que hace que cada capítulo pase volando, a pesar de superar la hora de duración.
No hay forma de saber si De la Iglesia (y Guerricaechevarría, quien nuevamente lo acompaña) cerrará esta historia con moño, más allá de seguir domingo a domingo cada episodio de los ocho que la componen. Lo que sí queda claro en los primeros capítulos exhibidos es que el viaje será en sí mismo muy divertido.