Cuando las generaciones futuras abran los libros de historia y encuentren el apartado correspondiente a marzo de 2020, un posible resumen sería “el mes en que gran parte de la humanidad comenzó una cuarentena como forma de combatir el coronavirus”. Todo muy lírico, muy romántico. Muy profesional. Pero si nos basamos en acontecimientos notables, que cambiaron el curso de la civilización, en marzo de 2020 debería decir: “El mes en que Netflix estrenó Tiger King”.
El mismo servicio de streaming que nos maravilló con sus documentales acerca de Osho, el pizzero con la bomba en el cuello y el fundador de Bikram Yoga (tranquilos, son tres personas diferentes) nos trae Tiger King: Murder, Mayhem and Madness. Que en español significa Asesinato, caos y locura. ¿Y saben qué? Se queda cortísimo.
Así que ajusten sus cinturones, acerquen snacks al sofá y prepárense para conocer a Joe Exotic y sus extravagantes amigos. ¡Y enemigos!
Meet Joe Exotic
Todo comienza con la inquietud de unos documentalistas que, luego de descubrir a un tigre albino en la parte trasera de una furgoneta, deciden internarse en el mundo de aquellos estadounidenses que tienen “grandes felinos” (leones, tigres, panteras, leopardos) de mascotas o en pequeños zoológicos privados. Una pasión que, como se encargan de mostrarnos, puede tener consecuencias nefastas.
Esta punta de la madeja los lleva hasta Oklahoma, donde se encuentran con el Greater Wynnewood Exotic Animal Park, uno de esos parques dizque ecológicos que pretenden ser una alternativa al típico zoológico como el que tuvimos en Montevideo. Al frente de ese establecimiento está un personaje excéntrico en torno a quien girará toda la narración. Un hombre con una vida disipada, una fuerte presencia mediática y aspiraciones siempre más allá de sus posibilidades económicas.
Joe Exotic ya era una pequeña leyenda en el estado de Oklahoma. En Youtube pueden encontrarse decenas de episodios de su serie web en la que contaba los pormenores del parque, además de alimentar una rencilla con su némesis, una señora que dice amar a los felinos más que él y tratarlos mejor, aunque el espectador deberá decidir a quién le cree. O no creerle a ninguno, una alternativa muy saludable.
Este hombrecito de peinado aberrante (uno de tantos que veremos en la serie) y megalomanía a flor de piel (ídem) podría generar material suficiente como para varias decenas de episodios. Y para eso tendremos el rico archivo de videos en Youtube, pero no nos adelantemos.
Cada declaración de Joe abre más puertas, como un Castillo de la suerte repleto de chanchos. Así, habrá tiempo para profundizar en de sus diferentes parejas, su carrera musical y hasta sus intenciones políticas. Pero también habrá tiempo para conocer a otros “Joes” de Estados Unidos.
El otro Joe
En ese país existen decenas de parques como el de Joe, con muchas características en común. Por supuesto es cuestionable el tratamiento que dan a sus bestias en cautiverio, pero también suelen explotar (no literalmente, pero casi) a los tigres y leones recién nacidos o muy jóvenes, que pasan de mano en mano y de hombro en hombro, mientras un empleado del lugar te saca la hermosa foto que podrás comprar a sólo 9,99 dólares en la gift shop que queda justo antes de la salida.
Regenteando esos sitios están los megalómanos con peinados imposibles, que en más de una ocasión terminan formando harenes de trabajadores dedicados por entero a su tarea, ganando mendrugos y acercándose peligrosamente a la cama de estos “Joes” para mejorar su posición social dentro de la iglesia felina a la que ingresaron.
Sí, a cada momento Eric Goode (quien aparece varias veces en la pantalla) y Rebecca Chaiklin se topan con una nueva revelación, un nuevo ángulo de la información o una nueva bizarreada, en la acepción inglesa del término. De esta forma la trama puramente ecológica y en contra de la cría y comercialización de grandes felinos se mezcla con publicidades electorales, sobrevivientes de cultos y asesinos a sueldo. Se pierde el foco, pero se gana en entretenimiento puro, duro y algo culposo.
¿Asesinos, dijo?
Está en el título del documental y se lo menciona en el primer episodio, como gancho para mantener nuestra atención hasta el final. ¡Como si eso fuera necesario! Sobre la segunda mitad de los siete episodios de unos 40 minutos cada uno, la historia se centra en un confuso (y a la vez previsible) hecho entre Joe y su archienemiga, Carole Baskin.
El supuesto yang del yin del Greater Wynnewood Exotic Animal Park es Big Cat Rescue, un santuario animal sin fines de lucro. O al menos eso dice su dueña, la famosa Carole. Desde hace años ella se ha dedicado a denunciar a los Joes de Norteamérica, ganándose el odio de todos ellos, pero muy especialmente el de Joe Exotic.
En su serie web el Exótico José bromeó durante años con la Baskin. No solamente le dedicó mensajes insultantes y realizó acciones reprobables a un muñeco que la representaba, sino que le dedicó un tema musical muy especial. Ah, ¿no les dije? Tiger King tenía una carrera musical paralela, aunque la mayoría de los temas no los cantaba él.
En “Here Kitty Kitty” acusa a Carole de haber asesinado a su esposo y arrojado su cadáver a los tigres, y el videoclip incluye a una doble arrojando pedazos de carne dentro de una jaula. Ah, ¿no les dije? El antiguo esposo de Carole desapareció en extrañas circunstancias y la Policía nunca encontró su cuerpo.
Este pleito terminó en la Justicia, ya que Joe fue acusado de pagarle a una persona para que matara a su rival de todas las horas. Esto se llevó a cabo con los testimonios de varios sujetos terriblemente oscuros (uno de ellos, el supuesto asesino a sueldo). Hacia allí va la acción, pero en el camino están las recompensas.
Tiger King: Murder, Mayhem and Madness es así. Cuando parece que nada más extraño puede suceder, alguien pierde un brazo o se casa con dos personas a la vez. Una serie que, como dicen los yanquis, keeps on giving. Nos regala más y más.