Multiplicada hasta el cansancio en secuelas y otros derivados, la saga Rápido y furioso se basa en una combinación simple: conductores de coches potentes que se ven envueltos en una actividad ilegal, sumado a la estetización de las figuras (masculinas, femeninas y, por supuesto, automovilísticas). Es difícil saber bien qué pasa, y tampoco importa mucho: hay competencias veloces en las calles, gente linda, destrozos varios.
La película francesa Bala perdida (Lost Bullet), toma esa fórmula, pero le agrega un correcto argumento policial. Aquí los protagonistas no son los forzudos conductores, sino un esmirriado mecánico habilísimo que se ve involucrado en un robo y que, tras caer en prisión, es solicitado por el jefe de una brigada antinarcóticos que precisa mejorar sus coches para perseguir a traficantes ruteros.
A partir de eso, la película podría transformarse en una de persecuciones y golpes, pero en cambio se acerca a una de investigación interna dentro de la Policía. Por supuesto, hay acción en la ruta (no demasiada, y con algunos errores de montaje), y en esto también la película es orgullosamente europea: las estrellas para el ojo fierrero son diversos modelos Renault, actuales y clásicos, vintage o tuneados.
Los autos, entonces, son bellos a su manera. El elenco, en cambio, tiene por figura central a Alban Lenoir, que además coescribió el guion (se gana la vida como doble de riesgo), y al comediante francoargelino Ramzy Bedia. El balanceo lo pone la actriz y cantante Stéfi Celma, conocida en Netflix por su papel como Sofia en la serie Diez por ciento.
Aunque no da vértigo, Bala perdida se mueve constantemente y no deja mirar para los costados. Algo de esa mezcla la volvió la película más vista en Netflix a nivel regional por estos días.