Si hablamos de combo, uno piensa en un conjunto de elementos vagamente relacionados entre sí, que se presentan dentro de un paquete. Como la hamburguesa, las papas fritas y el refresco que ofrece un restaurante de comida rápida, cuya característica en común es la cantidad de octógonos con advertencias sanitarias. En el caso de los combos televisivos, pueden consistir en una saga de películas (como las siete entregas de Locademia de Policía), un atracón de títulos de un mismo género (Chuck Norris contra los enemigos del imperio estadounidense) o productos que compartan algún detalle arbitrario.
Mi más reciente combo solamente contó con dos elementos, porque la nueva normalidad es así. Una miniserie y una película. Un drama y una comedia. Una producción alemana y una estadounidense, pero ambas dedicadas al continente europeo. Acompáñenme a ver estas historias.
Doctor Bauhaus
HBO tiene en su catálogo a demanda una miniserie de 2019, que aparece titulada simplemente Bauhaus, pero que también es conocida como Bauhaus: una nueva era. Ambientada en 1919, con una Alemania (bueno, una República de Weimar) intentando salir de la Gran Guerra, sigue los pasos de Walter Gropius, arquitecto y diseñador que fundó la famosa escuela de arte y diseño, que fue revolucionaria para la época.
Todo comienza durante los años 60, cuando una incisiva periodista entrevista a Gropius en Estados Unidos y le pide que recuerde aquellos tiempos, haciendo énfasis en el rol que tuvieron las mujeres en los primeros años de la institución. Y especialmente en el que no tuvieron. Con ese reportaje como marco, la ficción sigue a un puñado de maestros y alumnos en ese momento seminal de la Bauhaus. El enemigo del proyecto no era solamente la realidad volátil de entreguerras, sino también las diferencias internas acerca de la dirección que debería tomar. Así que habrá intentos de golpe, tanto figurativos como literales.
Los seis episodios de 45 minutos tocan una gran variedad de temas, como el ambiente sectario de las clases de Johannes Itten, la búsqueda de fondos o la división de roles en grandes planes que involucraban a varias disciplinas. Queda la impresión de que había material para unos cuantos minutos más. En todo caso, lo interesante estará en meterse en las mentes de estas personas que, desde diferentes roles, fueron protagonistas de cambios tan fuertes en lo político y en lo artístico, aunque la serie hará énfasis en dos personas en particular.
La primera es el mismísimo Gropius (interpretado por August Diehl, quien fue un coronel de la Gestapo en Bastardos sin gloria). La otra es Dörte Helm (Anna Maria Mühe), estudiante y luego artista. El guion incluye momentos en que ambas figuras históricas debaten acerca de la definición y la función del arte, aunque con el correr de los episodios se incluye un costado “novelesco” que de todos modos no afecta a la trama.
Bauhaus puede verse en HBO Go o en las plataformas de televisión para abonados que tengan el paquete de HBO (en mi caso, NS Now). Y seguramente los espectadores queden con ganas de ver y leer más acerca de esta escuela. Lo que no es poco.
¡Ding dong! (¡Ding dong!)
Pese a ser una película estadounidense protagonizada por dos norteamericanos, Festival de la canción de Eurovisión: la historia de Fire Saga es una carta de amor a un certamen tan europeo que muchos creerán que salió de la fértil imaginación de Will Ferrell. Claro que aquellos que cada año seguíamos las instancias finales de este concurso internacional (excepto cuando coincidía con Montevideo Comics) sabemos que los creadores tuvieron que exagerar muy poco acerca de ese colorido rejunte de música pop conocido como Eurovisión.
Ferrell y Rachel McAdams interpretan a Lars y Sigrit, un par de islandeses amigos de toda la vida, integrantes de una pequeña banda llamada Fire Saga, que sueñan con presentarse en ese escaparate global que tiene decenas de millones de espectadores cada año. Fire Saga tiene un solo hit entre los pobladores del pequeño (y hermoso) pueblito de Húsavík: la pegadiza canción “Ja Ja Ding Dong”, que ellos odian tocar en el barcito local, donde suele estar el padre de Lars (Pierce Brosnan) mirándolos con desaprobación.
La comedia original de Netflix no se aleja mucho de los lugares comunes del género e incluso se suma a la filmografía de Ferrell sobre competiciones pintorescas. Ya fue piloto de Nascar (Talladega Nights: The Ballad of Ricky Bobby), basquetbolista (Semi-pro) y patinador (Blades of Glory), y ahora es una estrella del pop nórdico.
Hay intriga, supuestas traiciones, y circunstancias fortuitas que llevarán al dúo a ese concurso repleto de absurdos que, es bueno repetirlo, están mostrados en forma casi documental. Eso incluye las presentaciones extravagantes, las coreografías imposibles y el complejo sistema de puntaje con votaciones en todo el continente. A eso hay que sumarle un puñado de canciones creadas para la ocasión, que no desentonarían en el festival y que posiblemente llegarían lejos, además de una escena en la que participan varias estrellas reales que pasaron por ese escenario.
Festival... será muy disfrutada por aquellos que conocen del tema, pero es accesible a todos los públicos, siempre y cuando gusten del estilo de humor que suele traer Will Ferrell y estén dispuestos a escuchar música que les sugeriría Youtube si hacen clic en un tema de ABBA.