Tras su proyección en el Festival Internacional que organiza Cinemateca, el jueves 11 de febrero se estrenará Historias de verano, la primera película codirigida entre Gabriela Guillermo e Irina Raffo. Parte de una tetralogía sobre el amor, es un relato que sucede entre jóvenes bajo el sol de la playa. Una pieza guiada por el instinto y la confianza, una toma de partido que permite a una pieza cinematográfica romper cualquier tipo de demanda y entregarse a que, tal como explicitan sus directoras, suceda el milagro del cine.
A raíz de este estreno, la diaria conversó con las directoras Gabriela Guillermo, directora de cine y coordinadora del Taller de Realización Audiovisual de la Escuela de Cine de Playa Hermosa, e Irina Raffo, fotógrafa y artista visual, licenciada en Comunicación por la Universidad Católica del Uruguay.
¿Cómo surge la idea de trabajar juntas en esta película?
Gabriela Guillermo: Siempre salía a caminar por Playa Verde y subía fotos del lugar a Facebook. Irina me escribió un día para decirme que los lugares se parecían muchísimo a las locaciones de Cuentos de verano, de Éric Rohmer. A partir de eso nos encontramos en un bar y nos pusimos de acuerdo en hacer esta película. Era la primera vez que nos proponíamos hacer una película juntas. Irina había sido estudiante de la Universidad Católica al mismo tiempo que yo daba clase allí, y teníamos muchos cineastas amados en común, entre ellos Rohmer. Este vínculo nos inspiró para arrancar con un proyecto, y hasta la fecha ya tenemos filmadas tres de las cuatro películas que forman parte de esta tetralogía y vamos por la cuarta. Historias de otoño e Historias de invierno están en posproducción, mientras que Historias de primavera está en fase de guion.
¿Cómo abordaron la experiencia de la realización?
Irina Raffo: Yo nunca había realizado películas y para mí todo comenzó como un juego, nunca me imaginé que íbamos a terminar haciendo tres películas. Por otra parte, mi pareja me había regalado el libro Petrona Viera y el planismo y yo estaba muy metida con sus pinturas, en su suavidad, en ese tipo de pureza, muy limpia y simple, en esa conjunción de colores planos. Me pareció que tenía que ver con la percepción del verano. Había algo en la pintura de Petrona que daba cierta sensación de paz e idilio. Algo paradisíaco y a su vez algo de microcosmos. Playa Verde es casi un universo en sí mismo. El universo de Petrona es igual, es autosuficiente.
Gabriela Guillermo: Teníamos dos páginas de guion. Lo demás era improvisación. Cuando una se entrega a lo que pueda suceder en el rodaje, ocurre el milagro. Teníamos la ventaja de contar con una locación maravillosa y con estos actores increíbles a disposición; eran estudiantes de primer año del Instituto de Actuación de Montevideo. Yo les daba clases de dirección de actores ante cámaras y les propuse actuar en una película. La respuesta fue inmediata y de total entrega. Todos los que se presentaron al casting quedaron. Fue en base a sus relatos sobre experiencias amorosas que surgió el guion de Historias de verano.
La apuesta por lo sencillo tiene mucho que ver con el respeto a Rohmer. El propio director tiene eso de que los guiones están basados en historias reales, el respeto absoluto por las locaciones: no introduce luz artificial, el sonido es directo, trata de ser lo más respetuoso posible de la realidad. Los seres son tal cual son y cada uno de estos chiquilines que actuaron dio de sí lo que es. Se dejaron ver.
¿Cómo se organizaron para el trabajo en los roles?
Gabriela Guillermo: Yo me encargué de los actores, desde el casting, estar con ellos, dirigirlos. Tenemos una gran confianza después de haber estado un año juntos en clase, y la confianza es la entrega que agradezco siempre. Irina, por su parte, aportaba la parte estética y visual.
Irina Raffo: La división del trabajo se da de forma natural con Gabriela porque yo soy fotógrafa y me gusta mucho la cinematografía. Tengo una naturaleza muy visual, me imagino la escena completa en términos de cómo se va a ver, en las atmósferas ideales para acompañar sentimientos, en generar escenarios para que uno pueda volver a vivir emociones a través de la vista.
¿Todas las historias son de amor?
Irina Raffo: Sí.
Gabriela Guillermo: Cada historia cuenta una forma de amor diferente.
Irina Raffo: Me interesa que las películas lleven a las personas a volver a conectarse con un sentimiento de lucidez emocional. Hay algo del amor que es inexplicable y que no se puede describir por completo, hay algo que se nos escapa. Busco que la cámara descanse y que cada imagen tenga la posibilidad de respirar. La cámara tiene un tiempo para empezar a ver, así como el ojo del espectador. Como tiene un tiempo y un proceso, entra en la emocionalidad de los personajes. Por eso están esos planos de los atardeceres en la película. Responden a la experiencia de estar en el mundo; no se trata de estar en el cine sino en el mundo, de llevar el mundo al cine sin imponer tiempos.
Gabriela Guillermo: Me acuerdo de cuando estábamos filmando la escena de Yamandú y Jazmín: cuando ella le dice que tiene novio, nosotras nos agarramos la cara como viviendo lo que le estaba pasando al personaje, realmente nos emocionaba in situ. La propuesta fue esa: los actores iban a la escena sin saber lo que iba a ocurrir. La sorpresa era para ellos, para nosotras, para los espectadores. De eso se trata el cine que a mí me gusta hacer, y creo que a Irina también. Que no sea un camino ya hecho, sino ir descubriéndolo en el acto de hacer.
¿Qué hay en ese rayo verde?
Gabriela Guillermo: Todo. Yo tengo un vicio con los atardeceres. Siento que si no voy a ver un atardecer, estoy en falta. Eso me ocurre desde que soy muy joven y, por supuesto, aprendí a ver el rayo verde gracias a Rohmer, que en su película explica cuáles son las condiciones para que se pueda ver. Cada vez que están dadas, tengo la esperanza de verlo. He tenido generaciones y generaciones de estudiantes a quienes les he enseñado a verlo. Justamente en el libro de Julio Verne él dice que una vez que ves el rayo verde con alguien, aprendés a leer las emociones de las personas que tenés al lado. Nosotras filmamos cada atardecer con la esperanza de verlo. Entonces el espectador, cuando está en la sala, también tiene la esperanza de verlo.
Irina Raffo: Hay algo muy excitante en saber que lo que sentís y lo que viste está confirmado por las emociones de la persona que está al lado tuyo. Es como cuando vas al cine y de golpe sentís que hay una emoción en la sala y que todo el mundo está envuelto en ella, y por tanto existe a través de la conexión con los demás.
¿Cómo fue trabajar en apoyo con la Escuela de Cine, que es también tu lugar de trabajo como profesora y coordinadora?
Gabriela Guillermo: Surgió en el lugar donde trabajo y yo estaba rodeada de estudiantes que para mí estaba buenísimo que trabajaran en una película. Por eso todo se armó para después que terminaran las clases, pedí apoyo en la escuela para tener equipo de sonido, porque se filmó casi sin presupuesto. Para mí fue bárbaro poder involucrar gente de la escuela, creo que lo voy a hacer siempre. En Historias de otoño también ocurre. Eso tiene que ver con el lugar de trabajo y con involucrar estudiantes y egresados, lo que venga por delante.
Historia de verano va en Cinemateca, en la sala B del Sodre y en la sala Zitarrosa.