Incluso en una época tan cargada de buenas opciones en animación como esta, una serie nueva del gran Genndy Tartakovsy es una estupenda noticia
Nacido en Moscú en 1970 y radicado a los siete años en Estados Unidos junto a su familia, Tartakovsky estudió animación en el Columbia College de Chicago. Un cortometraje de egreso le abrió la puerta laboral en series como la mítica Batman: la serie animada y luego entró a trabajar nada menos que para Hanna & Barbera, donde en 1996 se dio a conocer con un bang: El laboratorio de Dexter.
Esta serie –y sus colaboraciones en Las chicas superpoderosas, de la que no es creador pero sí guionista y director de algunos episodios– lo estableció en la industria, pero su mayor éxito llegaría unos pocos años más tarde, en 2001, cuando presentó Samurái Jack, una verdadera revolución en el rubro de las series animadas de acción, deudora estéticamente tanto de Akira Kurosawa como de Sergio Leone y el spaghetti western (considerando la generosa interacción que tuvieron Kurosawa y Leone, es de suponer que ambos hubieran estado muy contentos con este hijo en común).
Durante cuatro años el público siguió las desventuras de Jack, un samurái que persigue nada menos que un demonio. La serie se volvió de culto, pero se cortó en su cuarta temporada y fue necesario esperar casi 14 años para que llegara por fin su temporada final.
Pese a esa cancelación, los trabajos de Tartakovsky llamaron la atención de George Lucas, quien le encargaría una versión diferente –y ni qué decir, inolvidable– de Star Wars. Así llegó The Clone Wars, una sucesión de microepisodios en la que los jedis pasaron por un tamiz épico de Samurái Jack y por el humor de Dexter y salieron especialmente revigorizados.
Luego de algunos años algo oscuros –su siguiente serie animada, Titán Sim-biónico no tuvo especial fortuna–, Tartakovsky se concentró en trabajos por encargo (dirigir el inicio de la franquicia de Hotel Transilvania, por ejemplo) sólo matizados por el cierre de Samurái Jack.
Ahora Genndy Tartakovsky regresa y toma el toro por los cuernos. O más que “toro”, cabría decir “el dinosaurio”.
Cuando los dinosaurios dominaban la tierra
Primal nos cuenta la historia de un cavernícola sin nombre, que se distingue por el gran uso de su lanza, quien hace una incómoda y poco probable alianza con una tiranosaurio rex. ¿Que nunca convivieron los cavernícolas con los dinosaurios? A la serie no le importa, y al entusiasta espectador, menos. Así, Lanza y Colmillo (como se titula el capítulo 1, por lo que suponemos que se refiere a la dupla protagónica) vivirán unas cuantas aventuras –todas mudas, todas muy gore– que se superan capítulo a capítulo.
La impronta en todos los episodios es esencialmente la misma: el cavernícola y el dinosaurio viajan de un punto a otro, encuentran un animal/tribu/ser/elemento sobrenatural (en esto la serie es cualquier cosa menos tímida) que deriva en un enfrentamiento físico adrenalínico, y pasamos al episodio siguiente, que repite, más acá o más allá, el patrón. Pero es tanta la osadía visual, lo arriesgado de la propuesta y lo vertiginoso de la ejecución, que esta primera temporada pasa volando.
Puestos a destacar, el cuarto episodio, “Terror under the Blood Moon”, es perfecto en su balance entre monstruos, peleas y giros emocionantes.
Sin que sus personajes digan jamás ni una palabra, Tartakovsky se las ingenia para hacerlos tremendamente tridimensionales, muy queribles incluso dentro su salvajismo, y construir entre ellos una amistad completamente creíble.
Primal no sólo desafía cualquier verosímil histórico-científico, sino que también se desmarca por completo de la restricción que le exige cualquier género y se mueve con total anarquía por lo fantástico (¡el capítulo de las brujas!), lo aventurero y lo tenebroso (¡dinosaurios zombis!).
Diez episodios por completo sorprendentes, en los que todo puede pasar mientras se nos presenta un mundo alucinante escapado de cualquier contexto restringido, hiperviolento, salvaje y extremadamente sangriento, un mundo donde cada aventura, cada paso en la historia, cada desafío que enfrentan nuestros protagonistas es uno de esos que quitan el aliento y dejan con la adrenalina disparada al máximo.
¿Y qué decir de la animación, personal, vertiginosa y dinámica? Los fans de Tartakovsky sabemos siempre que lo visual nos va a deslumbrar, y aquí lo hace de nuevo con un uso de los diseños, el color y la acción que deja tambaleando a casi toda otra serie animada de hoy.
Con su segunda temporada ya confirmada para setiembre de este año, es una gran oportunidad para refrescar la serie antes de su estreno o descubrirla si nunca antes la ha visto.
Primal, de Genndy Tartakovsky, en HBO Max.