Tengo mis reparos respecto de los hilos de Twitter. En algunos casos, no son más que información segmentada para lograr un mayor engagement. Como si te hiciera una pregunta, y al darte una respuesta, en lugar de enviarte un link a Wikipedia, te obligara a que me escucharas durante 15 minutos mientras leo esa misma página de Wikipedia haciendo pausas cada dos oraciones.
En otros casos, la persona que lo escribe se va por las ramas, evitando contestar la primera que ella misma se hizo al comienzo, para intercalar datos de color que, aunque interesantes, solamente retrasan la llegada de la respuesta. Una respuesta que, repito, yo no necesitaba hasta haber leído la pregunta. De nuevo, hay engagement ahí. Dormirán mejor por las noches sabiendo que tienen más seguidores.
Todo esto viene a cuento de que la serie documental que acaba de estrenar Netflix, llamada Pepsi, ¿dónde está mi avión? (Pepsi, where’s my jet?) es un poco como un hilo de Twitter. Desde su tráiler presenta una pregunta disparatada y dedica cerca de tres horas en contestarla. Sin embargo, en este caso no me sentí timado. Quizás porque uno ya sabe cuánto durará el hilo completo. Quizás porque uno ya hizo engagement con Netflix y le paga todos los meses. Y seguramente porque la anécdota es interesante.
La temática sería “hombre que se da cuenta de que puede ganarle al sistema”, en un modo similar al del personaje de Adam Sandler en Embriagado de amor, la película de Paul Thomas Anderson estrenada en 2002. Allí Barry se daba cuenta de que comprando grandes cantidades de postrecitos y usando cupones de descuento podía acumular millas para volar que ofrecían en una promoción, gastando poco dinero.
Al joven John Leonard le ocurrió algo parecido en 1996, aunque con trampita. Una publicidad de Pepsi presentaba su nuevo sistema de puntos para canjear por merchandising, como lentes de sol, remeras o camperas de cuero. El aviso terminaba con su protagonista llegando a la secundaria a bordo de un jet Harrier, ese avión capaz de despegar en forma vertical, popularizado por James Cameron dos años antes en Mentiras verdaderas.
El aviso contenía una curiosidad, o mejor dicho no la contenía. Un sobreimpreso afirmaba que el jet, al igual que los ítems anteriores, podía canjearse por puntos. En ese caso, siete millones. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de las publicidades que están repletas de letra pequeña que dice (por ejemplo) que en realidad esos juguetes no vuelan por sí solos, que las imágenes son puramente descriptivas o que la promoción es hasta agotar stock, aquí no se aclaraba nada. No se aclaraba que lo del jet era una broma. Y John, presentado como un David (el de Goliat) con cara de bueno, decide que juntará los puntos para canjearse su propio Harrier. ¡Era mucho más barato que comprarlo!
La anécdota es simpática y tendrá su propia resolución, pero en el medio los creadores de la serie profundizarán sobre la amistad entre John y Todd Hoffman, uno de los socios capitalistas que consiguió para embarcarse hacia esa aventura. También aprovecharán para contarnos cuál era el posicionamiento de la marca de refrescos en aquellos años, que buscaba separarse de su tradicional rival apostando a ser percibida como moderna entre las nuevas generaciones, de manera similar a como lo haría Sega buscando robarle mercado a Nintendo. A propósito, el documental Console Wars resume muy bien esa batalla.
Pepsi, ¿dónde está mi avión? apela a entrevistar a los involucrados de parte de la compañía (Goliat), incluyendo directivos e integrantes de la agencia de publicidad que creó la pieza sobre el jet de siete millones de puntos. Hasta conversan con Cindy Crawford, una de las famosas supermodelos de los 90, que supo ser la cara de Pepsi. Todo está presentado de manera ligera y simpática, en un estilo similar al de otras series de Netflix como The toys that made us o Las películas que nos formaron.
Este es un hilo de Twitter en el que no cuesta involucrarse, que provoca sonrisas de principio a fin, con entrevistados bien editados, el uso correcto de recreaciones y la aparición de una figura polémica del mundillo de la política estadounidense, que tuvo que recibir a los documentalistas en su casa por encontrarse en prisión domiciliaria. De su mano conoceremos el momento oscuro de la serie, que tiene que ver con la presencia de Pepsi en Filipinas, pero luego volvemos a la simpatía y el mentado jet. Pueden engagementarse tranquilos.
Pepsi, ¿dónde está mi avión? Cuatro episodios de entre 35 y 45 minutos. En Netflix.