Piensen en el jefe poderoso de una tierra fría y lejana, que luego de ser traicionado pierde la cabeza (literalmente) y uno de sus descendientes, que presenció el hecho, jura venganza y hasta tiene un cantito memorizado para cuando eso ocurra. Si pensaron en la Casa Stark de Juego de tronos, tienen razón. Si pensaron en El hombre del norte (The Northman), la nueva película de Robert Eggers, también.
Ni George RR Martin ni Eggers junto al coguionista islandés Sjón inventaron la intriga palaciega (o chociega, si viven en chozas en lugar de palacios). De hecho, la historia que se cuenta en la película que puede verse en cines está basada en la leyenda de Amleth, y si son buenos para los anagramas sabrán que fue la que inspiró a William Shakespeare a la hora de escribir Hamlet, que a su vez inspirara a una barra de chocolate.
Amleth es un pequeño niño cuando pierde a su padre, el rey Aurvandill (Ethan Hawke), a manos de su pérfido tío Fjölnir (Claes Bang). El usurpador se queda con la reina Gudrún (Nicole Kidman) y transforma a su hijo en heredero. Mientras tanto, el pobre Amleth huye de la isla de Hrafnsey con la promesa de vengar a su padre, salvar a su madre y hacerle de todo menos caricias a su tío.
Desde el comienzo, Eggers nos advierte que no estamos ante un episodio de una serie televisiva. Con buenos valores de producción (costó un poco menos de 100 millones de dólares), el filme sustituye el cinismo civilizado de la serie de HBO por algo que es, a la vez, más profundo y más llano. Como en las tragedias shakesperianas, los personajes se toman muy en serio lo que ocurre a su alrededor, pero un segundo más tarde pueden estar aullando como bestias salvajes.
El hombre del norte presenta una especie de masculinidad animal, a falta de una mejor expresión. Más allá de importantes presencias femeninas, todo gira en torno de los hombres, la violencia que ejercen y (en definitiva) las consecuencias de sus actos. Las mujeres utilizan su poder, pero atrapadas en un mundo en donde al otro se lo controla al punto de naturalizar la esclavitud.
Ese es el mundo en el que creció Amleth, que justo antes de la muerte de su padre aulló con él para ganarse el derecho a heredar el trono. Años después, cuando volvemos a encontrarnos con él, lejos de ser el típico héroe trágico del que es fácil ponerse de su lado, encontramos a un guerrero partícipe de una carnicería al servicio de otro jefe, donde los prisioneros aptos serán vendidos y los inútiles serán desechados.
De todos modos, el Amleth adulto (Alexander Skarsgård) es nuestro protagonista, casi nuestro vengador anónimo. Que cuando sepa que el tío debió refugiarse en la remota Islandia y que un container de esclavos partirá rumbo a su territorio, decidirá hacerse pasar por uno de ellos y emular a Arya Stark en eso de hacer justicia por rostro propio.
Son mundos sucios, pero hermosamente filmados. Y con un sonido envolvente que no se aprovecha tan seguido en las salas de cine.
El director de La bruja (2015) y El Faro (2019) cumple bien con su tarea en casi todos los frentes; quizá el punto débil esté en algunas escenas de acción con coreografías a las que parecería faltarle un poco de ritmo. Pero no hay descanso en las dos horas y poquito de película, ya que la acción no se detiene. Y si pensaban que el quidditch de Harry Potter era un deporte violento, la cinta les tiene reservada una sorpresa.
Rumbo a Islandia, Amleth conoce a Olga (Anya Taylor-Joy), que sin apartarse mucho de su registro se convierte en pieza clave de la historia, al menos hasta donde las circunstancias se lo permiten. Y el reencuentro de Amleth con el personaje de Nicole Kidman le permitirá a la actriz protagonizar una de las mejores escenas de la película y hacernos olvidar de que estuvo nominada al Oscar por su papel en Todo sobre los Ricardo. Esta Kidman sí se merece un premio.
A lo largo de la historia hay salpicones de magia, de canto y de baile. Hasta nos presenta un momento en el que un coro, seguramente de vikingos, grita a viva voz el nombre de una espada, como si se tratara de una publicidad de venta de este afilado instrumento. En este mundo los hombres y las mujeres están más cerca de los animales y de la naturaleza en general, y tienen algunas barreras menos en términos de conducta. Dicho esto, es una película con muy poco sexo (que, sabemos, en el séptimo arte está mucho peor visto que la violencia extrema).
El último tirón de El hombre del norte, más allá de Kidman, pierde un poco debido a la inefabilidad del protagonista. Pero aun así, las escenas iluminadas por el fuego y los efectos llegando desde todos los rincones de la sala hacen que el entretenimiento esté asegurado. Y la última escena de acción tiene lo que le faltó a otras, porque hay que decirlo todo. Así que bajen la aplicación para pedir un drakkar, invadan la sala de cine y éntrenle al pop como si fuera comida para lobos, que hay otro ejemplo de acción de capa y espada, no de capa y superpoderes.
El hombre del norte, 2022. Dirigida por Robert Eggers. Con Alexander Skarsgård, Anya Taylor-Joy, Nicole Kidman y Claes Bang. En cines.