Tim Miller venía de romper todo con Deadpool, lo que en cierto modo le garantizaba carta blanca cuando en 2016 planteó en Netflix la idea de una antología animada que tuviera tan sólo en común tres posibles tópicos y sus permutaciones: el amor, la muerte y los robots. El director añoraba esta clase de antologías animadas y tenía como faro la mítica Heavy Metal de 1981, con los trabajos de los historietistas Moebius, Richard Corben o Bernie Wrightson representados en cortos animados con música de Blue Öyster Cult, Stevie Nicks, Journey, Sammy Hagar, Cheap Trick y muchos otros.
Pero la compañía de la gran N no estaba del todo convencida. Los esfuerzos de este estilo no habían funcionado (la propia Heavy Metal tuvo una secuela que lo comprueba) y suponía un esfuerzo por demás ambicioso. Sin embargo, Miller consiguió un productor de lujo para respaldarlo: nada menos que David Club de la Pelea Fincher. Hubo luz verde y en 2019 empezó la que hoy es una de las series paradigmáticas de Netflix, con su nutrido grupo de fans y una tercera temporada recién estrenada.
En esta entrega, el mismo Fincher hace su debut como director en animación, dado que el segundo de sus episodios (el mejor para quien suscribe) corre a cargo del creador de Seven, Zodiac, Social Network y muchas más. No sólo por este detalle es digna de verse: mantiene el buen nivel de sus temporadas anteriores y ofrece nueve episodios de nivel medio alto.
El primer corto es una secuela. “Exit Strategies” retoma al trío de robots que recorre nuestro mundo devastado y comentan las circunstancias que llevaron a la humanidad a su propio exterminio. En clave de humor negro se va detallando la debacle, pero lo cierto es que todo queda en un chiste más o menos pavo. La animación, sí, impecable, pero es probablemente el punto bajo de la temporada.
Luego llega Fincher con “Bad Traveling”, un relato de monstruos marinos con aroma decimonónico que poco tiene que ver con las ambientaciones tradicionales de la serie, pero que resulta uno de los más efectivos. Una historia gore de supervivencia cuando la tripulación de un barco pesquero se enfrenta a un particular cangrejo gigante.
Seguimos con “The Very Pulse of the Machine”, acaso el relato más cienciaficcionero de la temporada, con sus astronautas varadas en el satélite Io y la sorprendente vinculación con el ambiente. Hermoso en lo visual –el único que apela a una animación más tradicional en 2D, que recuerda por su trazo a Moebius– es también el que más desafía en sus conceptos.
“Night of the Mini Dead” es un relato tradicional de zombies con la particularidad de estar narrado con miniaturas. Es una animación muy simpática, tiene un par de buenos chistes (el papamóvil armado hasta los dientes), pero poco más.
Después viene una oda a la violencia absurda más ochentosa: “Kill Team Kill” sigue a un escuadrón de soldados ultramusculados e hiperviolentos (perfectamente podrían haber protagonizado alguna clásica película de acción estilo Comando o Depredador, o ser personajes del imprescindible videojuego Broforce), que terminan enfrentando a un oso robótico asesino. Mucho gore, mucho humor splatter, mucho chiste tirado a la cara, y todo funcionando perfecto.
“Swarm” recupera la animación hiperrealista (que a mí, en particular, no me entusiasma), siempre presente en LD&R. Dos científicos humanos interactúan con una especie alienígena que funciona como una colonia de insectos y, como suele ocurrir cuando el humano se mete, arruinan todo. Los conceptos son muy interesantes pero el corto termina cuando la cosa parecía empezar. Quién sabe, quizá se continúe en otras temporadas, o tal vez sea simplemente un final voluntariamente abierto.
El séptimo episodio es otro de los más logrados. “Mason’s Rats” desarrolla el particular enfrentamiento entre un granjero Mason y una colonia de roedores cada vez más desarrollada. Mucho humor negro –que toma como base un relato de Neal Asher– y sangrientos enfrentamientos entre humano, ratas y robots.
El penúltimo relato, “In Vaulted Halls Entombed”, retoma la aburrida animación hiperrealista (al punto que se recrea a sus actores protagonistas, Joe Manganiello, Christian Serratos y Jai Courtney a la perfección) en el ya clásico esquema “soldados vs lo sobrenatural”, que no es particularmente original, pero como es lovecraftiano yo ya me doy por servido. Se sabe que Lovecraft da siempre +1.
Cierra con el alucinante “Jíbaro”, en el que el animador español Albert Mielgo vuelve a hacer de las suyas y entrega el que es, por lejos, el episodio más impactante desde lo visual. La historia de un conquistador (o algo así) sordo y su enfrentamiento/romance con una sirena que se lleva puesta a toda su compañía. Cada imagen de este corto es de esas que quedan grabadas en la retina para siempre.
Con historias por lo general sencillas pero apelando siempre antes que nada a presentar un variado criterio en animación y entretenimiento, Love, Death & Robots entrega una muy competente tercera temporada, que posiblemente será la última, ya que Netflix, en su esfuerzo por ahorrar ante la baja de suscriptores, cerró su departamento de animación. Esperemos que no.
Love, Death & Robots. Diez episodios de entre 15 y 22 minutos. En Netflix.