El lunes 4 de julio desde las 20.00, el teatro Solís inaugura un proyecto musical gestionado por la Banda Sinfónica de Montevideo, que busca dar un espacio de relevancia a artistas nacionales en un formato original y desenchufado. Leo Maslíah & Amigos - Unplugged permitirá disfrutar del referente de la música nacional, quien junto a grandes colegas reversionará clásicos, además de interpretar creaciones actuales y destacadas de su carrera.
Cualquier excusa es buena para conversar con Maslíah. En este caso, el intercambio con la diaria fue más allá del hecho artístico del lunes para tocar temas filosóficos, personales, y terminar convirtiéndose en un hecho artístico en sí mismo.
¿Qué se puede contar y qué no se puede contar acerca del espectáculo del próximo 4 de julio?
Bueno, hay varias cosas que se pueden contar sin incurrir en espóiling ni en delitos ni en otro tipo de faltas, reconocidas o no como tales en el mal llamado “imaginario social”. Por ejemplo, que esto es el inicio de un ciclo producido por la Banda Sinfónica de Montevideo, aunque sin participación de la banda como cuerpo musical. En cada fecha convocarán a músicos distintos. En este concierto me toca tocar a mí y voy a estar acompañado por Tato Bolognini (batería), María Bentancur (voz), Pablo Somma (flautas soprano y contralto), Alejandra Genta (saxos bajo y barítono), Marco Messina (bajo), Albana Barrocas (batería y percusiones) y Emiliano Pereira (clarinete y saxo alto). Otra cosa destacable es que no vamos a tocar en el escenario sino en la sala misma. Y hablando de contar en otro sentido, estuve contando las notas que vamos a tocar y son aproximadamente unas cien mil. En cuanto a lo que no se puede contar tenemos que distinguir entre las cosas que por su propia naturaleza no se dejan aprehender por ningún tipo de descripción verbal o numérica, y las que sí te contaría pero no lo hago porque no se puede.
¿Recordás qué estabas haciendo en el momento exacto en el que te llegó la invitación? Hay personas que tienen mejor memoria que otras, así que puedo aceptar un “no” como respuesta.
Sí, lo recuerdo. Estaba en una mesa de café frente al director de la banda, que me había escrito para reunirnos y sin saber yo de qué se trataba. Y habiendo pedido un cortado, que llegó en el transcurso de la alocución del director. Fue una invitación presencial, no como toda esa parafernalia remota a la que nos sometió la pandemia y, antes que ella, la invención del correo electrónico, y antes todavía la del teléfono, la del chasque, etcétera.
El concierto se publicita (y yo siempre le creo a la publicidad) como “unplugged”. ¿Esto también significa que estarán apagadas todas las luces de la sala? ¿Cómo haré para encontrar mi asiento? En caso contrario, ¿por qué algunos aparatos eléctricos tienen coronita?
Bueno, podría ser que las luces y los equipos de sonido fueran eléctricos pero en vez de estar enchufados funcionaran con baterías. Pero resulta que Unplugged es el nombre del ciclo aunque no es una condición que se nos haya impuesto. Nosotros optamos por usar equipos de sonido pero amplificar de manera austera, bregando por un equilibro auditivo que privilegie el sonido natural, saludable, orgánico, sostenible, ecológico, autosustentable. No sé si estoy siendo claro. La música que tocamos es cruelty free, y nuestro programa de ensayos se realizó coordinadamente con un estudio de impacto ambiental propiciado por el hecho de que la sala de ensayo de la Banda Sinfónica tiene un espacio de dimensiones idénticas al que vamos a ocupar en la sala y allí llevamos a cabo todo tipo de mediciones. Se trata de un concierto responsable.
Ya que estás acá, por decir de alguna manera, y que conocés ambos lados del mostrador figurativo: ¿no te parece injusto que los textos de los escritores se lean una vez y luego se descarten, pero que los músicos repitan una y otra vez las mismas palabras? Me gustaría vivir en un mundo en donde los escritores lean cada fin de semana los mismos ocho o nueve cuentos, mientras que las bandas tienen que editar discos distintos cada seis meses, porque la gente los escucha una sola vez y luego los deja en una estantería. Perdón que me extendí, pero juro que valoraré tu respuesta.
Creo que hay injusticias en ambos lados porque, si bien se dan los casos que señalás, también hay escritores que se pasan recorriendo países y dando charlas diciendo y leyendo siempre lo mismo y firmando los mismos libros en sucesivas ediciones, y músicos que tienen que preparar distinto repertorio cada mes o cada dos meses porque los que los van a escuchar son siempre los mismos pero padecen de una patología mental que, cuando no les hace brotar la crítica de “uuuhh, no tocó aquella” les genera la de “toca siempre lo mismo”. De todos modos, es mi deber destacar que la actividad de los músicos en general no consiste en decir ni repetir palabras, sino en emitir notas. Sólo una pequeña fracción de los músicos emite palabras a caballo de las notas. Por desgracia, en nuestro medio la mayoría de la gente sólo tiene registro consciente de este tipo de notas y apenas le llega el resto como turbia connotación, y esto sólo si esas otras notas están agrupadas en ciertas secuencias rítmicas y jerarquizadas de ciertas maneras, estipuladas y reestipuladas cada pocos años por los productores de moda.
Yo me encuentro entre los tantos músicos que editan (como titulares) un disco nuevo cada seis meses. El último fue Vivo y medio a dúo con Federico Nathan (creo que salió en diciembre pasado), y ahora vamos lanzando de a uno los tracks de un disco nuevo con canciones de Brassens a dúo con Lucía Leite y los de otro disco más variopinto con María Bentancur. A principios del año pasado había salido Últimas canciones, luego Jazz (híbrido de compilado y disco nuevo) y en 2020 salieron L.M. en trío con Tato Bolognini y Marco Messina y Electroacústico. En 2019 salieron Cine mudo y L.M. toca Bach. Perdón que me extendí tanto, prometo ser muy breve en la siguiente.
Me siento tentado de preguntarte sobre tu más reciente producción literaria, pero mi educación religiosa me obliga a resistirme a la tentación. Eso sí, si quisieras incluirlo en la respuesta no me ofendería, ya que falté el día que hablaron de ofenderse en Catequesis. Volviendo a tu producción musical y ya que mencionaste el lanzamiento de tracks individuales, ¿cómo te llevás con las plataformas de música a demanda? Puede ser como generador de contenido o como consumidor. La utilización de “generador de contenido” y “consumidor” es adrede, porque ahora pareciera que lo que importa es que haya más para ver y más para escuchar, sin importar la calidad de lo que se ve o se escucha. Ya me extendí de nuevo.
Me llevo muy bien, nuestros vínculos son muy cordiales, pero las odio del modo más absoluto y visceral (a las más conocidas) porque están manejadas por bestias que no tienen la menor idea de los “contenidos” que venden y no se preocupan por proporcionar de manera fidedigna los datos mínimos que figurarían en cualquier contratapa o interior de disco Larga Duración o CD, además de que creen (al igual que los millones de otras bestias que forman el gran público) que toda la música consiste en “canciones”. Un movimiento de una sinfonía de Beethoven, por ejemplo, para ellos es una “canción”. ¡Chantas! ¡Ineptos! Por tratarlos de modo cariñoso y no llamarlos como se merecen. No cumplí mi promesa de brevedad. Prometo cumplirla a la brevedad posible.
¿Lo decís en serio?
Sí. En una época me acusaban de contestar solamente con monosílabos. Pero mediante una profusión de términos jurídicos mi abogado logró demostrar que, al igual que en este caso, por cada quinientos once monosílabos que digo, hay seiscientos setenta y cinco polisílabos.
Se ha popularizado la costumbre de que los entrevistadores hablen más de sí mismos que de la persona con la que están conversando. Creo que influyó negativamente el periodismo al estilo Rolling Stone, una revista que compré durante muchos años, aunque confieso que solamente leía la mitad de los artículos. Las reseñas de discos, por ejemplo, eran interesantes, aunque por entonces no tenía dinero como para comprar aquellos títulos que llamaban mi atención. Estaba trabajando en una imprenta y con el dinero del sueldo pagaba la facultad y me sobraban unos pesos para historietas. Recuerdo que conseguía números sueltos de Batman en las librerías de los shoppings y comencé a formar una pequeña colección, que se amplió cuando pude traerme colecciones a través de internet. ¿Qué pensás acerca de esa costumbre?
Creo que a veces es irritante, pero cuando el entrevistador tiene cosas más interesantes para contar que el entrevistado, como es el caso ahora, es muy saludable y puede establecer un antes y un después en la historia del periodismo. Contame más.
Con el tiempo fui acumulando empleos y logrando mejores remuneraciones, así que también acumulé libros, de texto corrido y de historietas. Lo cual me resulta gratificante, porque cuando estoy rodeado de ellos me siento acompañado. El problema es que las mudanzas terminan siendo tortuosas: no hay suficientes cajas en el mundo para trasladar tanto papel. Entonces me veo obligado a contratar varios viajes de un camión más chico, y después de cada viaje tengo que vaciar esas cajas, volver a desarmarlas para que entren en un vehículo particular y regresar al domicilio que llamaremos A a armarlas de nuevo con libros para llevar al otro día, al domicilio que llamaremos B. He estado tratando de achicar mi colección, incluso buscando un beneficio económico en ello, pero me cuesta hacerlo. Y eso que ya voy por el domicilio que llamaremos C y coqueteando con la idea de un domicilio que, en caso de concretarse, llamaríamos D. Atención, me dicen por la cucaracha que ya no tenemos más tiempo, pero antes tengo que agradecerte y desearte lo mejor para eso que ibas a hacer, creo que el lunes que viene. Algo con músicos en el teatro Solís, si no recuerdo mal.
Vos fijate, si te decidís a deshacerte de libros e historietas mandame una lista y los precios de cada volumen y del lote entero y voy viendo. Igual no es urgente porque tengo bastante material pendiente de lectura y también CD pendientes de escucha. Es increíble cómo se van acumulando. Es un problema que no es sólo tuyo o mío. Vos fijate que por más que hayan surgido soportes virtuales, siempre tiene que haber en algún lado estructuras materiales, por diminutas que sean, que conserven la información. Y si hay seres acumuladores que proliferen como nosotros en otras partes, a la corta o a la larga la acumulación de cosas registradas (imágenes, textos, audio, etcétera) va a entrar a competir en cuanto a cantidad de masa con la materia no registrante. Compará nomás la cantidad de fotos que pueden haberse sacado durante todo el siglo XX con las que deben haberse sacado en lo que va del siglo XXI, con celulares y redes sociales. Claro, por ahora si comparás eso con la masa del resto del universo no es nada, pero los aumentos exponenciales van rápido. Andá a saber si la materia oscura, de la que nadie sabe todavía a ciencia cierta nada, no es ya alguna especie de almacén difuso de registros de algo, al que le cortaron las interacciones no gravitatorias con la materia “nuestra”, quizá de modo análogo a bajarle la lengüetita esa que tenían los disquetes, para no alterar la información que contenían.
No, gracias a vos.
La idea
» “La pandemia nos puso delante la necesidad de hacer algunas cosas distintas, que no hubiésemos llegado a hacer si hubiéramos hecho lo que normalmente hacemos, que es subirse al escenario y tocar conciertos”, explicó a la diaria el director de la Banda Sinfónica de Montevideo, Martín Jorge. En este caso, implicó abrir el espacio para los artistas independientes.
» “Si nosotros tenemos el privilegio de poder usar un teatro, si somos un elenco público, bueno, convoquemos a artistas nacionales que puedan estar arriba del teatro Solís, no para hacer un trabajo a medio camino entre autoproducirse y tocar, sino para que se dediquen a hacer lo que hacen”. En esta iniciativa la Banda brindará al artista “todas las garantías, tranquilidades, necesidades técnicas y remuneración por el trabajo, para que se tenga que preocupar solamente de hacer su arte”.
» “Es un ciclo que comienza gracias a la generosidad de Leo, que le gustó la idea de sumarse”, explicó. “Está pensado para un unplugged, o sea para algo que funciona más acústico que con los grandes sistemas de amplificación. Y para eso el foso del escenario va a estar levantado, el telón del teatro va a estar bajo, y esa sala aterciopelada roja va a hacer que los músicos y los artistas estén más cerca del público”.
» El del lunes es un “plan piloto” en el que verán cómo funciona ese “ambiente íntimo”, aunque Jorge aclaró: “Artísticamente no tenemos dudas de que va a funciona muy bien”. Y adelantó que “si todo sale bien” habrá tres instancias más de este ciclo unplugged entre los meses de setiembre y diciembre.
Leo Maslíah & Amigos Unplugged, este lunes 4 de julio a las 20.00 en el teatro Solís. Entradas desde $ 350 a $ 550 en Tickantel, locales de pago y boletería del teatro.