En el último tiempo parece haberse establecido un interés por el universo vegetal en la literatura infantil y juvenil. En algunos casos se recoge la tradición de los herbarios, como en la novela Jardín ambulante, de Virginia Mórtola, en otros se aborda la observación científica –o científico-ficcional– como asunto. Lo cierto es que la fascinación por ese reino algo misterioso, vital, persistente, tiene plena vigencia.

Publicado el año pasado por la editorial argentina Calibroscopio, Vademécum de la Flora naturalis imaginaria ha sido seleccionado recientemente entre los cinco mejores títulos del año por Banco del Libro de Venezuela. De bellísima factura y con un cuidado editorial minucioso, se ubica en un terreno limítrofe e inclasificable, entre la poesía, la ilustración científica y la bitácora, con una impronta estética y sensible que evoca todo lo que trae a la memoria encontrar una flor que alguna vez fue guardada entre las páginas de un libro. Hojas y pétalos son protagonistas de este compendio de flores “que pueblan el imaginario humano desde tiempos inmemoriales”, un viaje que la autora, la ilustradora Irene Singer, emprendió luego de la muerte de su padre y de un insomnio titánico tras beber una taza de café en el Himalaya.

Ese frenesí se tradujo en una profusión de dibujos en los que plasmó una enorme variedad de flores coloridas, extrañas, todas diferentes, sobre las hojas de un viejo manual de bacteriología. La autora evoca a la doctora Brenda Twiler, expedicionaria en las inmediaciones del lago Ontario a principio del siglo XX para ir, ella también, en busca del “germen de estas flores, que brotaron casi exclusivamente de mi pluma, en terrenos de papeles sueltos, regados por las estrellas de la Iroquia”. En ese cruce fértil entre el lenguaje de la ciencia –en particular de los naturalistas decimonónicos– y la ficción, se ubica, de algún modo en una tradición que incluye el Animalario universal del profesor Revillod, de Miguel Murugarren, y Pequeñas teorías del comportamiento animal, de los argentinos Andrés Sobico y Josefina Wolf. Hay, entonces, un diálogo entre una dibujante y otra, entre una inspiración y otra, y una explicitación de las tramas de la edición –las vicisitudes que involucraron el entusiasmo del editor Walter Binder, devenido coautor– que ahondan en la fascinación y el misterio que rodean el libro.

El resultado es exquisito: 33 flores y 33 poemas que son descripciones pero también pequeñas narraciones, en las que el asombro es protagonista y no faltan el humor y la reflexión certera. Jugada a la sonoridad de las palabras para nombrar estas especies y a la imaginación para historiar su caracterización, Singer nos regala la invención de un universo irreal y maravilloso que bien podría existir en las montañas y los abismos del mundo. Y nos invita, a nosotros también, a viajar en ese diálogo entre flores, páginas de libros, poemas y las ilustraciones a lápiz que las acompañan, porque 33 flores no son sólo 33 flores, sino una plétora de seres que viven junto a ellas.

Foto del artículo 'Los secretos de las flores'

Una flor efímera

Primer libro de la editora Julia Ortiz, que escribe bajo el seudónimo Cameron, Margaret y la flor de la luna también abreva en la fascinación por las flores. Cuenta el periplo de una mujer que dedica su vida a encontrar la flor de la luna, una especie única de la que le había hablado su abuela cuando era una niña y que tenía una característica especial: “Sólo se abría una vez al año, en la noche más corta del verano, cuando la luna estaba llena”.

Dedicado a la ilustradora, botánica y ecologista Margaret Mee (1909-1988), el libro es un homenaje a esa vida dedicada a la ciencia y a una búsqueda infinita, al tiempo que una historia que se sostiene en sí misma y que se deja invadir por la potencia exuberante de las ilustraciones de Nat Cardozo, que ganan las páginas a medida que la protagonista se interna en la selva en busca de la mentada flor, un rastreo que abre también un camino hacia dentro.

El recorrido por la selva la pone en contacto con los distintos animales que la habitan, que la ayudan y la animan a seguir. Hasta que una noche de luna llena se presenta como el escenario ideal para lograr su objetivo. En las últimas páginas el texto deja lugar a la ilustración para narrar juntos, en un juego en que se destaca el predominio del color. La irrupción del blanco lunar marca el paralelismo entre la protagonista y la flor, y las huellas del paso del tiempo. Margaret y la flor de la luna es la historia de un sueño y es una historia de amor, en la que perseguir un deseo es, también, reencontrarse. Las ilustraciones son espléndidas –en todo el sentido del término– y el texto es medido y abierto para no decir demasiado, para que el lector se maraville y al pasar las páginas quede con la sensación de asir algo único y perdurable.

Vademécum de la Flora naturalis imaginaria. Un trabajo de Irene Singer y la Dra. Brenda Twiler, de Walter Binder e Irene Singer. Calibroscopio. 80 páginas. Margaret y la flor de la luna, de Cameron y Nat Cardozo. Criatura. 24 páginas.


Sigue Divercine

Este sábado en Cinemateca a las 16.10, Divercine invita a una función pensada para familias o grupos que reúnan a niños de cuatro a nueve años. La programación incluye cinco contenidos cortos que tienen en común ser historias en primera persona que ahondan en distintas emociones. Se trata de los documentales Pintando estrellas. Cristopher fotógrafo, de Elke Franke (México, 2020), y Ventanas al mundo, de Román Javier Cárdenas (Argentina, 2020); la historia de ficción Acordes para el corazón, de Aiko Alonso (México, 2021); y las animaciones Napo, de Gustavo Ribeiro (Brasil, 2020), y Mi habitación de los sueños, de Letícia da Silva Apolinário (Brasil). Las entradas se pueden adquirir en la boletería de la sala o en cinemateca.org.uy.

Una pindó

Este sábado a las 15.00 en el Centro Cultural La Experimental (Decroly 4971), L’Arkaza Teatro pone en escena la obra Una pindó, basada en el cuento de Susana Olaondo y que ya se ha transformado en un clásico de la compañía. La historia de la hormiguita que se perdió por cargar una hoja enorme y busca su hormiguero con la ayuda de un puñado de amigos es recreada, esta vez en el escenario de Malvín. Recomendada para los más chicos, es una puesta dinámica, con música en vivo y un equilibrio entre humor y ternura que la hacen muy disfrutable. Las entradas están a la venta en Tickantel.

De cumpleaños

La compañía de teatro de objetos Coriolis cumple ocho años y lo celebra poniendo en escena tres espectáculos: las propuestas para adultos Pasos largos y Manual; y Trapos, un estreno para todo público, podrá verse el domingo a las 15.00 en el auditorio Vaz Ferreira de la Biblioteca Nacional. Se trata de un espectáculo de manipulación directa, sin texto hablado, en el que tres ancianos y un perro se enfrentan a la muerte. Las acciones se desarrollan en torno a un banco de plaza y se presentan conflictos simples y a la vez profundos que “remiten a la fragilidad humana, las costumbres, los hábitos, el disfrute por las pequeñas cosas, los enojos, la amistad, la tolerancia, el humor, la música y la soledad”. Las entradas están a la venta por Tickantel y hay 2x1 para suscriptores de la diaria.