James Gunn es el actual niño mimado del cine de superhéroes. Con la primera Guardianes de la Galaxia (2014) demostró que se podía lograr un éxito de taquilla sin personajes conocidos para el público en general y apenas familiares para los lectores de historietas. Al mismo tiempo, su visión colorida y musical del choque entre paladines y villanos parecía abrir la puerta para que otros directores se apropiaran de la narrativa del Universo Cinematográfico Marvel, aunque eso nunca terminó de ocurrir.

Gunn mantuvo una libertad inusitada para continuar contando sus historias, como volvió a quedar claro en 2017 con Guardianes de la Galaxia Vol. 2, que era parte de una narrativa compartida, pero sin que los espectadores sintieran que era una simple pieza en un puzle gigantesco. El puzle de Gunn tiene solamente tres films y un especial de televisión.

Pero para llegar hasta ahí tuvo que atravesar una turbulencia de la que saldría mejor parado que nunca. Unos tuits de mal gusto le costaron el empleo en Marvel, y DC aprovechó para llevárselo por un ratito, hasta que fue perdonado. En ese tiempo se despachó con la entretenidísima El escuadrón suicida y su spin-off, Peacemaker, y tan contentos quedaron que le ofrecieron codirigir el destino de los personajes de DC en el cine y la televisión. Pero antes de dedicarse a ello full time tenía que terminar de contar su historia y recordarnos lo importante que es para la narrativa que las historias tengan un cierre, o al menos la ilusión de uno.

El guion de Guardianes de la Galaxia Vol. 3 intenta ser amigable para los nuevos espectadores, pero lo ideal es entrar a Disney+ y ponerse al día con lo ocurrido. De todos modos, lo fundamental es saber que un grupo de justicieros espaciales han compartido aventuras y se han convertido en una familia. Viven con tranquilidad en una base flotante, pero todos sabemos que eso se terminará en cualquier momento. Y así ocurre: un ser poderoso llamado Adam (Will Poulter) los ataca y deja malherido al cínico mapache Rockey (voz de Bradley Cooper).

La medicina galáctica podría devolverle la salud en un tris, pero la misma tecnología que lo volvió inteligente es la que impide su curación, así que sus compañeros deberán cruzar el espacio en busca de la solución. Que, casualmente, está en manos de quienes crearon a Rocket y están desesperados por recuperarlo.

Con esa dirección clara y 150 minutos de historia, hay tiempo para que cada uno de los guardianes tenga su pequeño arco, incluyendo el de Star-Lord (Chris Pratt), quien intenta reconquistar a Gamora (Zoe Saldaña) a pesar de que no es la misma alienígena que se enamoró de él, sino una versión extraída de otra línea temporal. Este es el único detalle que Gunn hereda de fuera de sus películas (ocurrió en Endgame), pero logra que funcione.

El forzudo Drax (Dave Bautista), la ruda Nebula (Karen Gillan) y la empática Mantis (Pom Klementieff) tienen arquitos similares de demostrar su valor para el equipo, y es esta última la que tiene los mejores momentos de humor, de esos que el guionista y director sabe intercalar de la mejor forma, huyendo de la escuela de Joss Whedon y su humor tonto de descompresión.

De todos modos, esta es la película de Rocket. Su arco está contado a lo largo de una serie de flashbacks que no interrumpen el ritmo y en ocasiones lo mejoran. Los suyos son recuerdos durísimos, relacionados con la experimentación animal (en un escenario fantástico) y recuerdan en varias ocasiones a la maravillosa y muy recomendable historieta We3, de Grant Morrison y Frank Quitely, que también cuenta con crudeza la historia de animales convertidos en armas de destrucción masiva.

Gunn sigue mostrando su capacidad para aportarles algo distinto a las escenas de peleas, apelando en ocasiones a tomas extensas, y siempre buscando formas más interesantes de colocar la cámara y también de plantear la coreografía. En tiempos en los que estamos bombardeados por el género superheroico, esto se hace necesario. También se luce como dialoguista, algo que aprovechó al máximo en la mencionada Peacemaker por tratarse de una serie de televisión extensa. Sus personajes son humanos aunque hayan nacido en otros planetas o se vean muy distintos, lo que, sumado a sus declaraciones públicas, lleva a que le tenga mucha fe como guionista y director de la futura película de Superman.

Guardianes de la Galaxia Vol. 3 no es perfecta. Su villano, el Alto Evolucionario (Chukwudi Iwuji), parece sufrir de la típica chatura de los antagonistas de Marvel, incluyendo los poderes genéricos, pero logra destaparse bastante sobre el final. Y si Adam no estuviera en la historia, no hay nada que otro personaje no hubiera podido hacer en su lugar. Dicho esto, el resultado es ampliamente positivo y la idea de que podés experimentar un cierre en una película de Marvel es tan inusual como agradable.

Guardianes de la Galaxia Vol. 3, de James Gunn. 149 minutos. En cines.