Ante cada estreno del Universo Cinematográfico Marvel (UCM) queda más claro que el éxito del díptico Avengers: Infinity Wars y Avengers: Endgame funcionó, también, como mojón no particularmente positivo. Fue el mayor logro cinematográfico, de taquilla y de construcción de universo compartido, pero, a la luz de lo que vino luego, también fue un cenit inalcanzable.
Así, se ha perdido el interés del público y cada estreno de una serie de Marvel encuentra ahora cierta indiferencia, cuando no miradas cínicas. Eso tal vez explique por qué el regreso de Nick Fury, uno de los principales personajes del UCM, no genera gran entusiasmo previo, expectativa o tracción en las redes sociales o la prensa especializada. Lo cierto es que Samuel L Jackson volvió a ponerse el parche, acomodarse la gabardina, empuñar su pistola y, más viejo y cansado, salió a salvar una vez más el mundo.
La historia con la que regresa se basa en una saga que funcionó muy bien en los cómics, la Secret Invasion, escrita por Brian Michael Bendis y dibujada por Leinil Francis Yu, y luego continuada en casi todas las series de Marvel por sus respectivos equipos creativos. Allí se planteaba que los skrull (una raza de alienígenas famosos por ser capaces de cambiar de forma y replicar a quien quieran) se infiltraban en nuestro mundo y asumían la identidad de variados personajes clave, superhéroes incluidos. La saga jugaba muchísimo con la paranoia, ya que era imposible adivinar quién era quién.
Aunque esperada, lo cierto es que Secret Invasion parece haber asumido el bajo momento de entusiasmo que despiertan hoy en día los productos del UCM y tal vez por eso apostó a un relato serio, costumbrista, de espías, que devela que las ambiciones del otrora campeón del entretenimiento ya no son las mismas.
El relato da comienzo como en los cómics, cuando diferentes agentes de relevancia, gubernamentales o políticos, se revelan como skrulls infiltrados. La serie retoma un argumento planteado en la ya anodina Capitana Marvel: los skrulls quedaban allá por la década de los 90 viviendo en la Tierra. El asunto es que han pasado 30 años, Fury jamás les consiguió el hogar prometido y varios de ellos se han cansado y planean conquistar nuestro mundo.
Así, con los rebeldes encabezados por el despiadado Gravik (Kingsley Ben-Adir) y teniendo enfrente a un combo de humanos y skrulls todavía conciliadores, con Nick Fury y Talos entre los más visibles (Jackson y Ben Mendelsohn), la acción se desarrolla durante seis concretos episodios y el vuelo dramático se mantiene en mínimos. Se apela mucho a una suerte de clima de paranoia de film setentero, pero lo cierto es que nunca queda claro si esto no es resultado de una limitada producción o eficacia.
Lo mejor pasa por el elenco, para sorpresa de nadie. Cada interacción entre Jackson y Mendelsohn vale oro, Ben-Adir da un gran villano, y hay mucho respaldo de un elenco integrado por Emilia Clarke, Colbie Smulders, Don Cheadle, Martin Freeman, Christopher MacDonald, Charlayne Woodard y una excelente Olivia Colman con el personaje de la serie (y el único que sería interesante ver reaparecer): la agente del MI6 Sonya Falsworth.
Después, el gran juego de “¿será un skrull o no?” realmente no es demasiado aprovechado. Los personajes que se revelan aliens resultan poco impactantes o sorpresivos. Sí funciona muy bien el apartado “thriller internacional” y durante muchos de sus episodios tener a Fury entre la espada y la pared, sin aliados, es lo más interesante del relato.
Lo cierto es que la serie apela al público fiel del UCM y le entrega un relato por momentos efectivo, muy bien actuado, pero sin sorpresas ni grandes revelaciones. Otro paso anodino en una franquicia que sigue recordando sus mejores momentos y no logra todavía recuperar sus mejores tiempos. Ya va quedando la duda de que alguna vez lo consiga.
Secret Invasion. Seis capítulos de una hora. En Disney+.