El relato oficial de esta historia nos dice que la noche del 20 de agosto de 1989 el servicio 911 recibió una angustiante llamada de Lyle Menéndez, quien reportó que al regresar a su casa en Beverly Hills, California, junto a su hermano Erick, encontró a sus padres, José y Kitty, asesinados a escopetazos. La investigación subsiguiente develó poca cosa, más allá de la tremenda saña con la que se había cometido el crimen –14 disparos entre ambas víctimas– y la absoluta falta de sospechosos posibles.

Algún rumor de turbias relaciones por parte de José en la industria del entretenimiento no se correspondía, sin embargo, con el tremendo doble homicidio y, aunque la Policía los consideró sospechosos de inmediato –al fin y al cabo, eran los herederos de la enorme fortuna de sus padres, sin contar con un copioso seguro de vida–, ambos hermanos tenían una coartada: estaban en el cine durante el momento de los asesinatos.

La vigilancia posterior a la que se sometió a los Menéndez detectaría un comportamiento cuando menos curioso: se dedicaron a gastar dinero a manos llenas, pero nada revelaba vínculo alguno con el crimen. Todo cambiaría el 31 de octubre de ese mismo año, cuando Erick –aplastado por la culpa– contó toda la verdad a su psicólogo: él y Lyle habían asesinado a sus padres. Al enterarse Lyle de esta confesión, amenazó al doctor y este fue a la Justicia. Comenzaba así la segunda parte de esta tragedia, con el largo proceso judicial contra los hermanos –dos juicios, sin contar apelaciones– que supuestamente revelaría las razones del crimen: los abusos de todo tipo, psicológicos, físicos y sexuales, a los que José sometía a sus hijos. Aunque confesaron el crimen, la revelación de los abusos no mitigaría el veredicto del jurado y, hasta la fecha, ambos permanecen en prisión, condenados a cadena perpetua.

¿Exagerado, dijo?

Monstruos: la historia de Lyle y Erik Menéndez oficia como segunda temporada de la serie Monstruo, creada por Ryan Murphy e Ian Brennan, y se inscribe en la ya frondosa tradición del true crime morboso en general y sobre los hermanos Menéndez en particular, dado que su caso llamó la atención desde el principio. Ya sea por lo mediático del doble asesinato o por la condición socioeconómica de la familia, el asesinato de los Menéndez saltó rápidamente a la pantalla, tanto en documental como en ficción.

Ya en 1994, cuando los involucrados apelaban el fallo del juicio, se estrenó la película para televisión Menendez: A Killing in Beverly Hills, que reconstruía el crimen y fue tan sólo la primera de varias series o películas que trataron el caso. Por el lado documental, a partir de los 2000, los Menéndez y su asesinato se volverían también moneda corriente; es particularmente famosa la entrevista que les hizo la popular periodista Barbara Walters en 2015, en la que Erick y Lyle reconstruyen el crimen y reflexionan al respecto.

Como se ve, el tema sostiene su popularidad hasta hoy y sigue provocando curiosidad –o morbo, como quieran verlo–, al punto de que se trata de uno de los crímenes reales contemporáneos más veces reconstruido (recomiendo mucho el breve episodio que Damián Kuc le destina al caso en su canal de Youtube Historias Innecesarias). No es de extrañar, entonces, el rápido éxito de una nueva encarnación en formato de miniserie que hace poco estrenó Netflix y que ha escalado hasta las primeras posiciones de su rating interno.

Ese éxito de Monstruos: la historia de Lyle y Erick Menéndez se debe, en gran parte, a que es una cuidada producción con estupendas actuaciones. El cuarteto principal que interpreta a la familia –Nicholas Alexander Chavez y Cooper Koch como los hermanos, Javier Bardem y Chloë Sevigny como los padres– suma a un irreconocible Dallas Roberts en la piel del psicólogo Jerome Oziel. Además, la producción no escatimó en gastos a la hora de reconstruir la época, tanto en imágenes como en la banda sonora.

Otra buena razón de su éxito bien puede ser la polémica que ha estallado en torno a la interpretación que se hace del crimen y a la propia reconstrucción. En un hecho inédito, probablemente haya sido la primera vez que los responsables reales de un doble asesinato se quejan del retrato que se hace de ellos, no por negar su culpabilidad, sino por libertades ficcionales que los representan como cocainómanos o protagonistas de actos incestuosos. No contenta con esto, la ficción relativiza –o al menos se toma su tiempo en presentar– la cuestión del abuso que sería la clave en la defensa de los hermanos, y es presentada, por momentos, como un invento para justificar el crimen (postura que sostiene todo aquel que cree que los hermanos mataron a sus padres por el dinero o por simple psicopatía).

Así, Erick y Lyle se han vuelto, desde la cárcel, los principales detractores de la ficción de Murphy y Brennan, lo que probablemente ha colaborado con su éxito. Pero –y no es menor– también este éxito ha ayudado a traer de regreso su caso a la primera plana y a que se converse sobre una nueva apelación de aquel ya lejano juicio, una que quizá traiga de regreso a la libertad a dos de los más famosos asesinos de Beverly Hills.

Monstruos: la historia de Lyle y Erick Menéndez. Nueve capítulos de aproximadamente 50 minutos. En Netflix.