Como parte de un taller al que asisto, me pidieron que hiciera una bitácora de sueños. Ni bien abro los ojos y justo después de aporrear al celular para que se corte la alarma, tengo que anotar lo que recuerde de aquello que pasaba por mi mente antes de despertar. Dicen que empezar a anotar es una buena forma de recordarlos mejor.

El primer día descubrí (recordé) que en varias oportunidades he soñado con una configuración de dos o tres manzanas justo antes del fin de una ciudad, en las que se encuentran comercios que van rotando de acuerdo a las necesidades del sueño. O sea, que incluso con el presupuesto ilimitado del mundo onírico, ando repitiendo escenografías.

De extrañas repeticiones que ocurren cuando estamos dormidos trata la película El hombre de los sueños, título muy obvio que destruye al original Dream Scenario. La película, estrenada en 2023 y disponible para alquiler digital en Google TV, está escrita y dirigida por el noruego Kristoffer Borgli y tiene a Nicolas Cage, veterano de mil batallas, como gran protagonista.

Su papel es uno de esos que perfectamente podrían haber quedado en manos de Paul Giamatti. Paul es un profesor de biología evolutiva que no entusiasma a nadie, ni siquiera dentro de su hogar. Tiene una vida monótona, sanamente mediocre, con proyectos soñados (guiño) que no logra comenzar y culpa a otras personas por ello.

En medio de su existencia tan giamáttica sucede algo extraño: las personas empiezan a soñar con él. Técnicamente, tienen sueños de lo más variados en los que él aparece tímidamente como personaje secundario. Como si estuviera parado al lado de uno de los comercios de las tres manzanas con las que soñé la otra noche. Pero no aparece solamente en sueños de sus familiares o conocidos, sino que hace actos de presencia en sueños de cientos de personas que no lo habían visto jamás en sus vidas.

La historia coquetea con metáforas bastante reconocibles: este don nadie, de un día para el otro, descubre las bondades de la fama. Básicamente, consisten en que los desconocidos te mantengan la mirada, que tengan un mínimo de interés en tu existencia y quizás, incluso, que algunos proyectos, como el mencionado libro, estén más cerca de concretarse. “Soy especial, creo”, dice Paul, y en ese momento uno quiere abrazarlo porque además Cage nos vende muy bien todo su periplo.

Para construir esta atmósfera hay una edición muy interesante, que juega con las imágenes y el sonido casi como aquellas historietas en las que la frase de la última viñeta de una página continúa en una leyenda de la primera viñeta de la página siguiente, cuando la escena ya cambió. Hay un intento de Borgli (que también es el editor) y el director de fotografía Benjamin Loeb de salirse de ciertas convenciones, aunque es en última instancia el guion el que no permite que esta obra se eleve entre esos films que quedan para el recuerdo popular.

Como ocurre en otros ejemplos patéticos, se vuelve evidente que no había una conspiración planetaria para no permitirle a este hombre salir de la medianía, sino que eso ha sido utilizado como excusa para justificar el sitio que ocupa en la sociedad. Una personalidad así tendrá dificultades para enfrentar su nueva popularidad, lo que llevará (por ejemplo) a protagonizar una de las escenas sexuales más vergonzosas de la historia del cine.

Hay un paralelismo entre lo que pasa por la mente de Paul y el papel que este juega en los sueños ajenos, aunque es uno de esos puntos que la historia no termina de aprovechar. Lo mismo pasa cuando se instala cierta crítica a la cultura de la cancelación, incluyendo los campus universitarios hipersensibles, la inclinación hacia las audiencias de derecha de parte del cancelado o las disculpas públicas, pero en todos los casos el diente no termina de hincarse. Lo mismo con cierta explicación científica y su potencial monetización.

El hombre de los sueños no deja de entretener, como tampoco deja de vapulear al protagonista, y Nicolas Cage no deja de darlo todo en cada uno de los golpes. Pero durante el último tercio uno imagina que ese high concept podría haber sido llevado a mejor puerto en otras manos. No en las mías, que ni siquiera son capaces de imaginar lugares distintos en los sueños.

El hombre de los sueños. 102 minutos. En alquiler digital.