En su obra La interpretación de la naturaleza y la psique el médico y psiquiatra de origen suizo Gustav Carl Jung describió el concepto de sincronicidad como “una coincidencia significativa de dos o más eventos donde algo distinto a la probabilidad de quе еso ocurra parece estаr implicado”. Para Federico González, cantante, guitarrista y fundador del grupo musical La Foca, la lluvia que cae en la Ciudad Vieja a la hora de la entrevista con la diaria no es ninguna novedad: forma parte de la narrativa del grupo, ligada a una eterna mala fortuna.

“Justo ahora se cumple un año”, bromea, sobre otro episodio, aunque no le falta verdad. “Estábamos en plena crisis hídrica, y el día que festejamos nuestro 30º aniversario en La Trastienda se cayó el mundo abajo. No paró de llover ni un segundo, desde que llegamos al lugar hasta que nos fuimos”, asegura.

Alguna vez, en una tierra tan lejana como la de los años 90, La Foca fue una banda de canciones de tono jocoso, cuyo punto más alto fue una reiterada aparición en Telejoven, un programa de entretenimientos emitido por Canal 5 y conducido por Fabián Fata Delgado y Daniel Leites, que cerraba cada edición con su tema “Éramos pocos”.

Luego, la música del grupo de cercanos amigos acompañó sus vidas con menos -y otras- palabras y más guitarras, desde el lado reverso de la alegría. Guardados en sus nuevas canciones, se volvieron una especie rara y difícil de descubrir. En noviembre de 2000, con la edición de 13 juguetes, arrancaron una nueva etapa y desarrollaron una discografía sólida y coherente, que se extiende hasta Los nuevos recuerdos vendrán, su octavo LP, editado en 2022.

En el camino, algunos, al principio muy pocos, sintonizaron con su antena, como el cineasta argentino Ezequiel Acuña, que encontró en La Foca la música para sus películas, al punto de encontrar toda una historia, a partir de su disco La vida de alguien (2013). Para ese entonces, el grupo ya había encontrado su definitiva identidad artística y sonora.

“Todo igual”, dice el plateado cantante, en una pausa de su trabajo de ocho horas, sobre la actualidad de la banda. “Nosotros somos muy de las costumbres”. La organización de un concierto-ceremonia, cada año, y nunca muchos más, es una de ellas. Otra, ensayar todas las semanas, sin falta, en el mismo lugar, desde 1998. “Creo que el día que nos vayamos de ahí cierra la sala. Hace un tiempo venía un grupo de música tropical. Ahora somos nosotros, y Juan [Bervejillo] y su banda, que es el dueño de la sala y me deja la llave”, cuenta el cantante.

“La sala tiene nuestros equipos. Es básicamente como nuestra casa. Nos fuimos quedando y ya pasaron como veintipico de años. Otra costumbre es que somos de ensayos cortos, una hora y media en el mejor de los casos”, relata. “Juan siempre me dice que él no entiende cómo hacemos para hacer temas nuevos tan rápido: ‘Yo estoy ahí y de repente empiezan a tocar una canción y al rato está pronta’. Y yo no sé por qué funcionamos así, pero es verdad. Cuando traigo una canción nueva, capaz que estamos toda la hora haciendo ese tema, pero no paramos para fumar o hacer otra cosa. La repetimos mil veces hasta que la sacamos. En ese rato de una hora y pico cada uno va encontrando su lugar en la canción. Y cuando se nos viene un concierto, la incluimos, sin dudarlo”, explica.

“El bronce”, “El resto del mundo”, La vida al revés”, “Dos semanas”, son cuatros canciones inéditas de La Foca, que probablemente estén incluidas en su noveno álbum. Con certeza, adelanta el músico, sonarán en su concierto de este sábado, en el que presentarán su espectáculo Algo nuevo que se queda, con un repaso por todos sus discos.

La actuación del grupo en la sala Zavala Muniz del teatro Solís se da en el marco de los festejos del 18º aniversario del Espacio Cultural Pocitos Libros y de una invitación de su impulsor Leo Silvera, librero, escritor y fan de La Foca.

Sobre posibles nervios ante una actuación así de importante, González responde: “El que la pasa peor soy yo. Los demás viven en otra dimensión. Saben más o menos el día que tienen que ir. Ponele que Ruben [Larrosa], el baterista, es medio parecido a mí, pero los otros dos, los ingenieros [el guitarrista Gustavo Compagnone y el bajista Diego Lorenzo], viven en otra dimensión. Esa característica los salva de muchas cosas, pero para los conciertos de casualidad si se acuerdan de que tienen que llevar sus instrumentos”.

El fin y el comienzo de otra era

Otra costumbre de La Foca, aunque quizás se trate de una característica de su cantante, guitarrista y principal compositor, es proyectar, ordenar y evaluar el funcionamiento del grupo. “Esta fecha es la última que nos queda dentro del ciclo que arrancamos en 2015 y que abarca nuestros últimos tres discos”, detalla. “Vos fijate que antes de esa fecha había gente que pensaba que éramos una banda argentina. Tocábamos, grabábamos y editábamos allá. Y cuando grabamos acá y pegamos onda con la movida indie uruguaya de esa época, llegamos a un lugar con el que no habíamos soñado en la puta vida”, confiesa.

“La Sala Experimental de Malvín era lo máximo a lo que aspirábamos. Un día apareció la idea de despedir el disco Ceres y Venus (2016) en la sala Hugo Balzo. Al principio nos decíamos: ‘¿Y ahora cómo hacemos con esto?’. Pero después que domamos la situación nos dimos cuenta de que estaba buenísimo este camino y que teníamos que desembarcar acá en algún momento. Era necesario para la supervivencia de la banda”, apunta.

“Nuestro público es muy variopinto. Hay gente de nuestra generación, como Leo [Silvera], con la que compartimos un cierto perfil. Viene otra generación de entre 30 y 40, y también otra más chica”, responde sobre las caras conocidas que se repiten en cada presentación de La Foca.

“Lo que siento es que no tenemos un público de nostalgia, es gente muy activa en su vínculo con la música, incluida la más veterana, gente que sigue con la llama prendida. Ahí hay excompañeros de facultad [González es economista] y amigos míos de toda la vida que nos van a ver. En ese sentido, yo siento una responsabilidad. Me parece que también se trata de eso. En lo que hacemos, hay algo de lo inclusivo, de generar espacios para determinadas personas que quedan medio colgadas de otros ámbitos, por edad o por su gusto musical. Nosotros, sin darnos cuenta, quedamos medio outsiders de todo, pero tampoco tan lejos de nadie. Hay gente que tiene un montón de inquietudes, pero no encuentra un lugar, y yo siento que nosotros conectamos con muchas de esas personas”, concluye el artista.

La Foca, Algo nuevo que se queda. Sábado a las 20.30 en la sala Zavala Muniz del teatro Solís. Entradas a $ 700 en Tickantel.