En enero de 2020 la vida de varias familias se dio vuelta. Fernando Báez Sosa, de 18 años, hijo único de inmigrantes paraguayos que estudiaba derecho en la Universidad de Buenos Aires, había decidido irse de vacaciones con amigos a Villa Gesell y salió a bailar a la discoteca Le Brique. Lo que parecía una riña de boliche entre grupos terminó en tragedia: ocho rugbiers lo golpearon en el piso hasta su muerte.
La docuserie 50 segundos: el caso Fernando Báez Sosa, dirigida por Martín Rocca (Nisman) y bajo la producción general del cineasta chileno Pablo Larraín junto a Fábula, la casa responsable de El secreto de sus ojos y Narcos, ordena rigurosamente un caso en principio rodeado de sobreinformación. Fue un punto de inflexión en la nutrida historia policial argentina, dado que puso en debate la violencia grupal, el accionar en manada, la dimensión simbólica que adquirió el rugby como deporte clasista, la aporofobia de la sociedad y la mediatización de lo criminal. El relato en torno a una muerte totalmente evitable fue consumido como si fuera un reality show.
El documental se desarrolla en tres ágiles episodios que reconstruyen el ataque, luego la gran expansión mediática del caso y finalmente el proceso judicial. En el primer capítulo se relata la vida familiar de Fernando, con testimonios de sus amigos, sus padres y profesores, que dan cuenta del cariño que despertaba. Se narra el inicio de las vacaciones con sus amigos en Gesell, un balneario en donde las peleas en bares eran asunto diario. Se muestra cómo la noche del asesinato la discoteca Le Brique estaba saturada y cómo se inició la pelea que terminó en la brutal golpiza a Fernando: sin razón y con una secuencia absurda. Aparece la incorporación en el debate público de los conceptos de “ataque en manada” y responsabilidad colectiva y se resalta la importancia de la intervención, el freno y la asistencia como contrapunto a la naturalización de que salir a bailar pueda costar la vida.
En el segundo episodio se narran los meses que transcurren hasta el juicio, con la explosión mediática y las miles de horas de aire que se le dedicó al caso: “Fue un crimen que duró 50 segundos, pero fue un asesinato loopeado. Después de esos 50 segundos, el video volvía a comenzar y volvía a comenzar. Entonces Fernando nunca terminaba de morir”, dice Facundo Pedrini, director de noticias de Crónica TV. En el inconsciente colectivo se instaló la idea de que si sos rugbier sos violento; la idea ofició de primera capa para explicar la feroz golpiza, según se nos muestra. Por sobre todo, el documental da a entender cómo un hecho policial extremo fue convertido en una especie de novela que desnudó toda miseria posible: los términos en que los rugbiers hablaban de la muerte de Fernando (“caducó”), los golpes coordinados y sin darle posibilidad de defensa, su pacto de silencio y el hecho de que nunca pidieron perdón.
Un pasaje central de la docuserie es el tercer capítulo, con la llegada del juicio y los testimonios de los rugbiers y sus familiares, que en su mayoría desconocían qué hacían sus hijos y si eran violentos: “Yo pensaba que ellos no se peleaban porque nunca llegaban golpeados”, relata un padre. Estas declaraciones, lejos de querer limpiar la imagen de los rugbiers, los terminan de condenar a un infinito rechazo popular: Emilia, la hermana de los Pertossi, llega a decir “no es una competencia de qué dolor es más grande” (en alusión al sufrimiento de su familia frente al de los Báez Sosa), mientras que el padre de Máximo Thomsen (el principal responsable) afirma: “Mi hijo era el actor perfecto para el relato que se escribió: más rubiecito, más parecido al estereotipo del rugbier”.
La extraordinaria cobertura mediática de este caso, uno de los crímenes más filmados, viralizados y exhaustivamente narrados de los últimos tiempos, implica que periodísticamente haya poco para añadir; pero 50 segundos: el caso Fernando Báez Sosa resulta un excelente documento de memoria colectiva que reivindica una mínima sensación de justicia frente a la barbarie y ayuda a descifrar la razón por la cual un evento de corta duración pudo dejar una huella tan profunda en el tejido social argentino. El caso de Fernando Báez Sosa y su desenlace judicial (con cinco condenas a prisión perpetua), ampliamente repudiado socialmente, reordenó las conversaciones en torno a la violencia, las diferencias de clase y la problemática juvenil.
50 segundos: el caso Fernando Báez Sosa. Tres capítulos de una hora. En Netflix.