Entre los muchos géneros o subgéneros que han tenido un revival en lo que va de este siglo XXI, el whodunit (¿quién lo hizo?) parece gozar de peculiar popularidad. Siendo el enigma una de las dos patas fundamentales en las que se basa el género policial (la otra sería la novela negra, con su reflexión social y moral, reflejo de cada época y lugar en que la que se ambienta), parece lógico confirmar que, a pesar del paso de los años, el público sigue disfrutando de un buen misterio.

Parte fundamental del atractivo del enigma o misterio corresponde a quién lo soluciona. La figura del detective es algo inherente a estos relatos y por eso mismo son tan populares por sí mismas figuras de ficción como el Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, la Miss Marple y el Hercule Poirot de Agatha Christie, el padre Brown de GK Chesterton, entre muchos otros. Son personajes que se han vuelto piezas fundamentales del policial de enigma, íconos que han sobrevivido a su vez al paso del tiempo y han sido reinventados y redescubiertos por las nuevas generaciones a medida que el cine y la TV los reintroducen en nuevas encarnaciones.

Así tuvimos no una, sino varias nuevas versiones de Holmes (la de hace una década larga en la piel de Benedict Cumberbatch es acaso la más interesante y novedosa, aunque no hay que despreciar la de Guy Ritchie con Robert Downey Jr. en el rol) y de Poirot (con Kenneth Branagh atusándose el bigote al mismo tiempo que dirigía tres películas del personaje). La idea, parecería, es que no olvidemos la existencia del detective amateur diletante que mediante el método deductivo logra encontrar la respuesta que nadie más ve.

Pero no sólo de reinvenciones o reencarnaciones vive el subǵénero y el whodunit ha visto la aparición de nuevas voces a la hora de resolver crímenes. Entre ellas, el peculiar detective Benoit Blanc, interpretado por Daniel Craig con un acento del sur estadounidense que ha sido polémico por momentos. El personaje fue creado por el prolífico realizador Rian Johnson, que saltó a la fama con el film de ciencia ficción y viajes en el tiempo Looper, en 2012, y ya lo ha llevado a la pantalla en tres oportunidades.

Desde su primera aparición, quedó claro que Blanc significaba una vuelta de tuerca al whodunit: la comedia acompaña al misterio y las proezas de sus guiones están puestas al servicio de la sorpresa del público (algo infaltable en un buen “quién lo hizo”), pero al mismo tiempo en cada una de sus entregas resignifica algún elemento del propio subgénero al tiempo que critica sardónica y mordazmente aspectos de la sociedad estadounidense.

Si en Knives Out (2019) Johnson tomaba los aspectos más clásicos del género (una mansión, muerte del patriarca familiar odiado por todos, una presentación que bien podía recordar al juego Clue) y en Glass Onion (2022) ganaba la partida el humor con sus muchos juegos al sol del Mediterráneo en una isla apartada, aquí en Wake Up Dead Man tenemos la locación apartada y un coqueteo con lo sobrenatural, puesto que Blanc enfrenta ahora un misterio religioso. Será uno donde la fe juegue tanto como la deducción o la inteligencia.

Como nunca antes el protagonismo entonces estará compartido, porque será el padre Jud Duplenticy (Josh O’Connor) quien centralice el punto de vista y narre la gran mayoría del relato. Este sacerdote joven es trasladado, luego de haber golpeado a un diácono nada menos, a una iglesia apartada y con muy pocos feligreses al norte de Nueva York. Allí es monseñor Wicks (Josh Brolin), quien lleva los sermones con mano de hierro y su minúscula congregación lo adora y teme a partes iguales. El choque entre el joven cura progresista y el veterano que simboliza lo peor de la religión en este momento de Estados Unidos tendrá consecuencias nefastas, pronto no faltará el proverbial cadáver y ahí entrará en juego Benoit Blanc, convocado directamente por la sheriff del lugar (Mila Kunis).

En la investigación, entonces, habrá dos maneras de interpretar el mundo: la racional a cargo del detective y la espiritual a manos del joven sacerdote. El mensaje de Johnson es, antes que nada, integrador: es aceptando al otro, las creencias de ese otro, que llegaremos a destino.

O’Connor se viene consagrando en estos últimos años como uno de los actores jóvenes más interesantes que se pueden encontrar (hay que verlo en La Chimera de Alice Rohrwacher), y su padre Jud es un personaje complejo, tridimensional y con el que logra momentos muy conmovedores (en particular, cuando juega a dúo con Glenn Close, quien brilla entre todo el elenco). Daniel Craig lo respalda perfecto con su detective, al que ya saca de taquito y, entre el resto, es Brolin quien más consigue, acaso por tener un personaje repelente al que sacarle jugo.

Tal vez la narración se extiende demasiado y el misterio en sí (cómo ocurrió y quién lo hizo) termina no siendo nada más que algo lúdico (lo que, por otra parte, suele pasar en los whodunit), aunque no falte lógica en la que termina siendo su respuesta. Pero incluso con menos comedia (aunque tenga al menos un par de chistes buenísimos estilo Mel Brooks) y un mensaje bastante directo, Wake Up Dead Man se disfruta perfecto, dejando muchas ganas de seguir teniendo más y más entregas de Benoit Blanc.

Wake Up, Dead Man: A Knives Out Story. 140 minutos. En Netflix.