Cómo llorar en una casa llena de niños se estrenó en 2024 como parte del ciclo Nosotras, con el que el Solís celebra el Mes de la Mujer. Luego de recorrer varias ciudades del interior, este fin de semana llega a la sala Camacuá. Un talentoso equipo de mujeres la lleva adelante: fue escrita y dirigida por la dramaturga Victoria Vera Venturini y tuvo diseño teatral de Malena Paz, diseño audiovisual de María Victoria Parada, asistencia de dirección de Valeria de Souza y diseño gráfico de Natalia Vera.
A través del teatro, la danza y el audiovisual, la obra aborda con empatía, sensibilidad y humor la maternidad, las tareas de cuidado, el deseo y la identidad femenina, la ira y las emociones pendulares de la crianza, y la soledad en un mundo que exige a las mujeres cuerpos, mentes y rendimientos casi perfectos. Las experiencias de sus creadoras se integran a una denuncia tan furiosa como divertida sobre la incompatibilidad entre maternar y crear en un país que invisibiliza a las mujeres madres y a las infancias. De eso hablamos con la actriz Carolina Piñeyro, protagonista y creadora de la coreografía de la obra.
La maternidad nos atraviesa como algo placentero pero que, a la vez, nos desgasta y preocupa. ¿Cómo se explicita eso en la obra?
Plantea la combinación entre el amor y la preocupación con el desgaste de lo que conllevan la maternidad y el trabajo; es la maternidad atravesada por luces y sombras. Esta contradicción y ambivalencia está presente en la composición del personaje, pero también en la historia que transita, casi como un día de furia de una mamá a la que llevan hasta sus últimas consecuencias pero que no pierde la ternura. Esta contradicción y oscilación con la que convivimos, entre el disfrute, el amor, el agobio y el desgaste infinito de lo que implican las tareas de cuidado, la conciliación para poder tener una pareja, una casa, un trabajo y hacer malabares para que todo eso esté en armonía y equilibrio.
La combinación de la maternidad con el mundo laboral parece, por momentos, inviable.
Parte de nuestra propuesta es llevar en paralelo la narrativa de las propias vivencias con nuestras vidas como artistas y creadoras, lo que implicó que tuviéramos un proceso de casi dos años para hacer la obra. Una vez que Vicky la escribió, nos hicimos la promesa de ser consecuentes con nuestra propia realidad, trabajando, teniendo hijos, una casa y un montón de exigencias. Esa narrativa fue la que usamos para enriquecer la propuesta: el empirismo más puro de tener que faltar al ensayo porque tenés un hijo enfermo, conectarnos por Zoom porque no podemos vernos, que algo se atrase porque estamos al cuidado de nuestros padres, etcétera. Eso es parte de la historia y la narrativa de nuestra propia creación. La realidad y la obra se retroalimentan, nuestras vidas van permeando la obra, y eso terminó siendo muy mágico, porque en el medio nos pasaron tantas cosas que las tomamos, nos apropiamos de nuestra realidad para que la obra tomara otros caminos y terminara teniendo una luz impresionante.
La soledad en la maternidad es algo recurrente en la mayoría de las mujeres. ¿Cómo lo experimentaron y cómo aparece en la obra?
Sí, y cuando hablamos de soledad no significa estar solas. Hay una soledad muy interna y personal que tiene que ver con la imposibilidad de procesar todo lo que nos pasa cuando nace un hijo. En este caso, Vicky y yo compartimos mi segunda maternidad y la primera de ella en paralelo; eso hizo que habláramos mucho, pero no en el momento. No tuvimos entonces la capacidad de saber qué hacer: fue a los dos o tres años que nos dimos cuenta de que teníamos un montón de coincidencias. En la obra tratamos el momento después de ese tsunami, casi un viaje psicodélico, que es tener un hijo. Y eso es parte de lo que mostramos, esas sensaciones de soledad, de contradicción entre la culpa, el deseo de volver a nuestra otra vida pero, a su vez, no poder creer el amor que sentimos. Es lo más hermoso que nos pasó y a la vez queremos salir corriendo. Necesitábamos hacer algo con todo eso, pero no desde una catarsis maternal de queja, que también es válida, sino tomando algunas pinceladas de esas sensaciones para narrar una historia real.
La obra habla de miserias, fobias, fantasías y dolores.
Hablamos de fantasías, del deseo que podemos sentir las mujeres en algún momento que no necesariamente coincide con la situación familiar en la que estamos: el deseo de ser vistas, ser queridas, ser deseadas. El miedo a la soledad de encontrarse con otros desde otro lugar, o de separarte de personas que quizá ya no te ven de la misma manera porque no coinciden con la misma realidad. Hablamos de la salud mental, del miedo a caer en circunstancias que quiebran nuestra psiquis; sabemos que la salud mental materna es un tema de suma relevancia y del que poco se habla. También hablamos de nuestras mamás, de los miedos con respecto a ellas y los dolores del también ser hijas, de ese doble rol que nos interpela.
Hay teatro, danza y audiovisual. ¿Qué rol ocupa el humor y cómo atraviesa esas aristas?
Siempre decimos que el humor salvará al mundo y a las madres, eso de reírse para poder sobrevivir. Y si bien es un monólogo, buscamos que la propuesta tenga diferentes relieves y perspectivas, trabajando también desde la danza y el audiovisual, lo que hace que todo empiece a sumar colores. Y el humor atraviesa a toda la obra; si bien hay momentos que tienen más drama y rozan lo conmovedor, el humor está muy presente. Por eso, siempre le decimos a la gente que no es una obra sílo para llorar, sino que es para disfrutar, divertirse, reírse con nosotras, reírse de las cosas que nos pasan; eso de la sensibilidad del humor y de emocionarse con el humor. Está todo ahí mezclado y termina siendo una linda combinación.
¿Con qué se va el espectador luego de ver Cómo llorar en una casa llena de niños?
Planteamos muchas preguntas, porque del teatro no te vas con respuestas, sino con reflexiones, sensaciones e interrogantes. Y nos preguntamos ¿quién cuida a las que cuidan?; ¿qué pasa con todo ese montón de cosas que nos pasan a las mamás en una sociedad que es muy hostil con la maternidad? Las mamás parece que molestamos, las embarazadas molestan, las infancias molestan; estamos en una sociedad que tristemente ve mucha incomodidad en eso, en un mundo muy adultocéntrico. Parte de la obra trae el derecho de las infancias y de tener su lugar como seres humanos iguales a nosotros, visibilizar el bastardeado lugar que ocupan los cuidados. Sentimos que todavía tenemos un gran debe como sociedad y es lo que venimos a decir en la obra; como una especie de alegato feroz en medio de una sociedad que cada vez tolera menos a las madres y sus hijos.
Cómo llorar en una casa llena de niños. Sábado 22 a las 21.00 y domingo 23 a las 20.00 en la sala Camacuá (Camacuá 575). Entradas a $ 500.