Miguel Morillo nació en Madrid en 1975. Estudió Filología Hispánica en la Universidad Autónoma de Madrid y al poco tiempo comenzó a estudiar teatro. Con 27 años ya formaba parte de una nueva dramaturgia española que se caracterizó por analizar la sociedad de su tiempo de manera profunda y con una gran cuota de humor.
En Uruguay conocimos a Morillo en 2002 con el estreno de Hamlet García (su cuarta obra), dirigida por Alfredo Goldstein. En aquel momento el elenco estuvo conformado por Luis Lage, Carla Gravino, Jorge Temponi y Mariana Lobo. Cinco años después, llegaría I love Clint Eastwood, también montada por Goldstein, con las actuaciones de Tabaré Rivero y Leandro Núñez.
Ahora el director reincide con Perra vida, dulces sueños, primera parte de una trilogía, llamada Terceto para dos sillas, que llevó adelante con la compañía El Montacargas y que incluye El río en llamas, inspirada en Macbeth, y Mambo, basada en Medea, de Eurípides. Se trata de una comedia de humor negro de dos antihéroes urbanos muy de nuestros tiempos. Ambos se encuentran encerrados: él en la cárcel de su trabajo y ella, presa de sus ilusiones.
Los personajes, encarnados por dos grandes comediantes como Cecilia Sánchez y Pablo Robles, son por demás queribles. Hay algo inocente en ellos, lanzado, apasionado, neurótico y sin filtro. Quizás sea por eso que han conectado con el público casi de forma inmediata, en todos los escenarios donde la pieza ha recalado. Se trata de dos compañeros de trabajo que se autoperciben perdedores. Ambos trabajan en la misma empresa y padecen cada día la rutina y la impresión casi lógica de que algo puede salir mal.
Muchos han catalogado esta obra de audaz, intensa y por momentos grotesca, de “almodovariana”. Otros, de “tanguera”, por ese sentir de los personajes de estar “bien en la vía, sin rumbo, desesperao”, como en aquel “Yira, yira” de Carlos Gardel. El punto de partida es La vida es sueño, de Calderón de la Barca, con su existencialismo, pero trasladado al ámbito cotidiano y banal del trabajo en una empresa actual.
Cecilia Sánchez cuenta que la propuesta la cautivó en su totalidad; cuando leyó la obra, amó su dinámica. Los personajes hablan de sí, dice Sánchez, de la mirada del otro, monologan y están a la vez en conexión. “Mi personaje, pobre, es alguien de una inmadurez vital muy grande, siempre abnegada cuidando a su madre, que encuentra en el mundo del horóscopo la posibilidad de poner algo mágico a las cosas para generar una transformación en su cotidiano, que es un embole. Y eso está genial. Quiere enamorarse, quiere que la quieran, que el mundo la vea. El personaje de Pablo vive tratando de pagar deudas y preguntándose todo el tiempo quién es y qué está haciendo”, agrega.
Goldstein ya había trabajado con ella en Roberto Zucco, con la Comedia Nacional, y con Robles en 15.361, una obra muy particular de Lautaro Vilo, en El Galpón. Siempre quiso volver a trabajar con ellos porque los considera no sólo muy talentosos, sino poseedores de un fuerte sentido del humor, algo que, dice el director, es fundamental para este texto que “requiere una capacidad de moverse en un lenguaje torrencial con la gran libertad de quienes manejan los recursos de la comedia, más allá del trasfondo tragicómico de Morillo”. “Además, Sánchez y Robles se conocen muy bien entre ellos, son muy cómplices dentro y fuera de escena, lo que facilita el trabajo sin duda”, agrega
Encuentro madrileño
Goldstein conoció a Miguel Morillo a comienzos de siglo. Un día, cuenta, recorriendo las calles de Madrid, se encontró con un pequeño festival en una sala independiente, donde daban Hamlet García. Le llamó la atención el título y se aventuró a verla. Cuenta que le encantó el planteo casi almodovariano del autor. Al volver a Montevideo, se contactó con la sala por teléfono y conoció al autor. Lo considera un gran creador, en extremo generoso.
“Morillo es muy coherente en su estilo y a la vez diferente de otras escrituras españolas. Me fascina la capacidad torrencial por la que transitan sus personajes, que siempre oscilan entre su pensamiento y su acción, o su inacción. Prácticamente todos son perdedores, son antihéroes que no encuentran su lugar, que vieron esfumarse lo que querían, que van quebrando sus ilusiones a medida que pasa el tiempo. Si bien el entorno es urbano, lo humano en la cotidianidad termina siendo la base. Como Sísifo, estas criaturas deben llevar todos los días la piedra a la cima de la montaña, sabiendo que va a volver a caer. Y esa rutina los mete indefectiblemente en esta ‘perra vida’. Pero a veces los vericuetos de los sueños les permiten quizás por un momento ser felices. En la obra hay mucho humor, mucha crueldad, mucha ternura, mucha comprensión, pero los protagonistas y quienes los rodean se enfrentan a los juegos de poder de los cuales es difícil escapar”, dice el director.
Perra vida, dulces sueños. Sábados a las 21.00 y domingos a las 19.30 en El Tinglado (Colonia 2035). Entradas $ 600 en Redtickets. 2x1 para la diaria.
Tres días de teatro español leído
Del miércoles al viernes en la sala Blanca Podestá (Canelones 1122) se desarrollará la tercera edición de Interautor Teatro, un programa de intercambio organizado por Agadu y la Fundación SGAE (Sociedad General de Autores y Editores), con la colaboración de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático y la Comedia Nacional. La entrada es libre hasta completar aforo.
Tres destacadas obras españolas se presentarán en lecturas dramatizadas: el miércoles 17 a las 19.00 será el turno de Pepito (una historia de vida para niños y abuelos), de Itziar Pascual, con dirección de Vachi Gutiérrez; el jueves 18, Los grillos tullidos, de Néstor Roldán, con dirección de Analía Torres, y el viernes 19, Música para Hitler, de Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio, con dirección de Valeria Fontán.
Como continuación del programa, dramaturgos uruguayos y argentinos viajarán a presentar sus obras del 24 al 29 de noviembre en la Sala Berlanga, de Madrid, también en formato de lectura dramatizada y bajo la dirección de creadores españoles.