En retrospectiva y luego de ver la segunda, la primera temporada de El ensayo no era tan difícil de explicar y recomendar. Nathan Fielder, amante de meter comedia, ficción y realidad en una licuadora sin tapa y ver hacia dónde salpica, partió de una idea. El comediante canadiense estaba convencido de que, si pudiéramos prepararnos para ciertas instancias de nuestra vida, el resultado sería mejor.

El primer episodio de la serie tenía como protagonista a un tipo que había mentido acerca de sus estudios y sabía que una de sus amigas podía ofenderse cuando supiera la verdad, así que le propuso ensayar esa conversación antes de tenerla. Para eso movió varias piezas, preparando también a la actriz que haría de su amiga, forzando encuentros con la amiga real para aprender sus modismos y así tratar de reaccionar como ella.

¿Suena complicado? A poco de comenzar, Nathan quiere tranquilizar a su sujeto de estudio y le explica que la conversación que está teniendo con él ya fue ensayada. Pero como esto es una serie de HBO y el presupuesto es exorbitante, Nathan mandó construir una réplica de la casa del mentiroso para que la charla con él fuera lo más parecida posible. Y como el “blanqueo” con la amiga sucedería en un bar, no tuvo mejor idea que construir una réplica del bar.

Más adelante se intercalarían otras historias, en particular, la de una mujer que quería ensayar la vida siendo madre, experimento que incluyó la rotación de niños actores que iba reemplazando para fingir un crecimiento acelerado. Si bien se llevó gran parte de los episodios, permitió que brillaran otras joyas.

Para el regreso, el creador de las series Nathan for you y La maldición reconvirtió el concepto, aunque con el potencial de presentar ideas fractales que se ramifican en pequeñas ideas, cada una capaz de cargar con un episodio completo. Si intentamos pensar cómo funciona el cerebro de Fielder, seguramente terminemos con fracaso y/o migrañas.

Ahora, este obsesivo nos presenta su nueva obsesión: los accidentes de aviación. Después de haberlos estudiado con detenimiento (y nada indica que no fuera así), descubrió que el tipo de accidente que menos se ha podido corregir es el que se relaciona con la falta de comunicación en la cabina. En particular, cuando el copiloto nota un problema y las dificultades de la cadena de mando impiden la toma de buenas decisiones.

Tal como acostumbraba desde la época de Nathan for you, lo primero que hace es consultar a un experto. En este caso, un exintegrante de la Junta Nacional de Seguridad del Transporte de Estados Unidos, que en su momento recomendó alguna clase de “juego de roles” para mejorar la mentada comunicación, algo que se parece bastante a lo que Fielder ha presentado una y otra vez. Rápidamente, porque sólo tenemos seis episodios, llegamos a la construcción de una réplica de un aeropuerto, con la excusa de que filmar en uno de verdad sería imposible. Tiene razón, pero lo hace para alardear del presupuesto infinito de HBO.

Ese es solamente un fragmento de todo lo mágico que nos trae esta nueva tanda de episodios, que incluyen la recreación de accidentes en un simulador, con Nathan Fielder y su laptop caminando en medio de los cadáveres simulados, en una de las mejores imágenes televisivas de los últimos años. Pero también habrá un reality de cantantes en el que los copilotos serán jurados (para aprender a decir que no) –una burla feroz a Paramount+ por censurar episodios de su serie anterior–, un perro clonado y hasta la recreación de la niñez de Sully, el piloto que aterrizó en el río Hudson y al que Tom Hanks interpretó en Sully: hazaña en el Hudson.

Cuando parece que ya no podrá sorprendernos, el final de temporada nos presenta algo que solamente puede ser descrito como “el milagro sobre el desierto de Mojave” y que fue motivo de grandes entrevistas posteriores en late shows a los que Fielder fue invitado. Resérvense esas notas para luego de ver la temporada.

Problemas reales de la aviación, la construcción de la personalidad, la importancia de la crianza y la billetera infinita de HBO se combinan para que vean a un hombre disfrazado de bebé recibiendo un chorro de falsa leche materna en la cara. Si todo lo anterior fue la excusa para llegar a ese momento (o al milagro del cierre), habrá valido la pena.

El ensayo, segunda temporada. Seis episodios de aproximadamente media hora. En HBO Max.