Empiezo esta columna con varias preguntas: ¿tiene cuerpo la democracia? ¿Hay un elemento material, corpóreo, de nuestra institucionalidad? Cuando miramos una foto del Parlamento nacional, de los departamentales, cuando miramos el Consejo de Ministros, el Congreso de Intendentes, la presidencia, ¿qué vemos? ¿Y qué nos dice eso que vemos, o que no vemos, cuando pensamos en la calidad de la democracia?

Hay diferentes dimensiones con las que podemos acercarnos a la representación, y aquí voy a hacer referencia a dos: una descriptiva, que tiene que ver justamente con cómo están conformados estos ámbitos de representación; y otra sustantiva, vinculada a los temas que se impulsan.

Hemos visto que estas dimensiones pueden estar relacionadas: mayor diversidad en las personas que integran los ámbitos de representación puede repercutir en mayor diversidad en los temas que ingresan y se tratan en estos ámbitos.

Hablemos ahora de una de las dimensiones con las que podemos medir esa diversidad, que tiene un largo recorrido en cómo nos acercamos a las brechas de representación: la dimensión de género.

La excepcionalidad uruguaya

Este año tenemos la particularidad de tener varias candidatas a la presidencia en distintos partidos (de todas formas, siguen siendo minoritarias si las comparamos con las candidaturas de varones). Pero no hemos tenido, a diferencia de nuestros vecinos, una mujer presidenta, y esta es la primera vez que tenemos una vicepresidenta electa; de hecho la última elección fue la primera en la que tuvimos mujeres integrando fórmulas competitivas a nivel presidencial. También tenemos un bajo número de mujeres al frente de los ministerios.

Y si bien en muchos indicadores vinculados con la calidad de la democracia Uruguay se destaca positivamente en clave comparativa, en este ámbito resalta, pero por estar “abajo de la tabla” en la región en lo que tiene que ver con el bajo número de mujeres en uno de los organismos claves para pensar en la representación, el Parlamento.

Allí desde hace prácticamente una década tenemos en marcha lo que se denomina “una acción afirmativa”, una ley de cuotas que busca generar una igualación en el punto de partida para la participación de las mujeres en el ámbito electoral.

Aunque no llegamos tardíamente a la discusión del mecanismo de la ley de cuotas, su aprobación llevó mucho más tiempo que en los demás países de la región. Y además de haber llegado tarde, como señalan los estudios que han venido desarrollando desde hace años politólogas como Niki Johnson1 y Verónica Pérez2, aunque esta ley tuvo impacto, ha sido bajo (sólo en el Senado fue significativo). A su vez, los intentos de avanzar en una ley más ambiciosa que planteaba la paridad fracasaron recientemente en nuestro país (como lo analizó Tamara Samudio en su columna de la diaria).3

Esto a pesar de que encuestas llevadas a cabo por ONU Mujeres mostraron un alto nivel de apoyo en la opinión pública uruguaya para que haya más mujeres en cargos de representación y una opinión positiva sobre las mujeres que han llegado a esos cargos. De hecho, en la última encuesta que se presentó este año por parte de Equipos Consultores y ONU Mujeres, 47% de las personas encuestadas dijo que nuestro país debía encaminarse hacia una ley de paridad y 64% dijo que debería haber más mujeres legisladoras.4

Cuando la dimensión descriptiva y la sustantiva se solapan

A este problema, se suman otras desigualdades, como las distintas formas de violencia basada en género que enfrentan las mujeres que deciden incursionar en la política.

En un estudio realizado por CPA Ferrere para ONU Mujeres, titulado “Cuantificación y análisis de la violencia contra las mujeres políticas en redes sociales”,5 se midió esta situación. Al analizar la violencia hacia las personas que están en la actividad política, se observó que en general era superior hacia las mujeres y que, además, el contenido de esos mensajes violentos era distinto. En el caso de los varones se atacaba la gestión, el partido, sus ideas, y en el de las mujeres, su incapacidad para ser representante por su género.

Además, analizaban temas de agenda que siguen muchas mujeres en política, estudiando mensajes de usuarios hacia las mujeres políticas que contenían palabras como “feminista”, “feminismo”, “igualdad de género”, y más de la mitad de esos mensajes fueron categorizados como violentos. Esto quiere decir que las mujeres que se dedicaban a estos temas estaban sometidas a un nivel de violencia que era más del doble de la muestra en general.

Vemos así una doble dimensión de la violencia: sobre lo descriptivo y sobre lo sustantivo de las agendas que buscan avanzar en derechos.

Esto último también lo veíamos en un trabajo que realizamos analizando discursos extremistas en América Latina junto a los investigadores Paulo Ravecca, Diego Forteza y Bruno Fonseca,6 donde estudiamos discursos en la red social X, y observamos que el nodo que unificaba estos ataques era una lectura ultraconservadora en torno a lo que se entendía como “ideología de género”. Con este concepto, se buscaba catalogar como “ideológica” a la perspectiva de género, señalando entre otras cosas que las desigualdades que identifica no son tales y buscando retroceder en las conquistas en derechos, definiendo como enemigos a actores clave para esta agenda, como los movimientos feministas.

Este es otro aspecto que tenemos que problematizar cuando pensamos en la calidad de nuestras democracias, y en cómo se está corriendo la frontera de la violencia que se expresa públicamente, y a qué y a quiénes ataca.

Los programas

Para continuar con el análisis en términos sustantivos, les propongo una mirada al futuro. Para eso, vamos a ver sintéticamente la dimensión de género en los programas a los que responden aquellos y aquellas candidatas con mayor intención de voto según las distintas consultoras de opinión pública, dentro de los partidos que, a su vez, concitan las mayores adhesiones. Me refiero a Yamandú Orsi y Carolina Cosse dentro del Frente Amplio, y a Álvaro Delgado y Laura Raffo dentro del Partido Nacional.

En el caso del Frente Amplio, se trata de un programa único al que luego cada candidato/a le pone acentos particulares. En ese programa, se define como uno de sus ejes “asumir la perspectiva interseccional de género como transversal e integradora”, amén de que se alude a esta perspectiva en diversos puntos del documento. En este eje específico, se comienza destacando medidas que se vinculan con la paridad y el déficit de representación, para luego abordar diversos aspectos vinculados con desigualdades en el ámbito económico, la salud, las trayectorias laborales, la corresponsabilidad y los cuidados (este es además uno de los aspectos destacados en las acciones presentadas por Cosse), la reproducción de estereotipos y las diferentes formas de violencia, entre otros aspectos.

En el caso del Partido Nacional, Delgado y Raffo presentan propuestas propias, de modo preliminar, ya que el programa del partido se elabora luego de las internas. En el programa de Delgado se afirma que, para la elaboración de las propuestas, “se ha tomado en cuenta e incluido las diferencias en las realidades de las mujeres” y que se apunta a la igualdad de género, entendiéndola como “garantizar las mismas oportunidades para todas las personas”. El mayor desarrollo en torno a género es un punto específico dentro del capítulo que aborda protección y políticas sociales, y afirma que su política en esta área tendrá cuatro focos: autonomía económica de las mujeres, cuidados, violencia y salud. En el caso de Raffo, se presentan algunas medidas específicas contemplando situaciones en las que se entiende que las mujeres están en situación de mayor vulnerabilidad, pero sin hacer referencia al género como categoría.

En suma, estas propuestas nos dan algunos elementos sobre las hojas de ruta que seguirá en esta área quien posiblemente resulte el próximo presidente o presidenta. Aunque aún falta mover muchas piezas en el tablero para saber la propuesta definitiva, sobre todo en el caso del Partido Nacional, que deberá nuevamente enfrentar la situación de ser el socio mayor de una coalición en la que uno de sus socios tiene un discurso conservador que denuncia como ideológica a la perspectiva de género. Resta ver cómo se sigue desarrollando esta discusión, en medio de un contexto internacional y regional en el que los actores conservadores han podido sacar un rédito electoral considerable de esta posición.


  1. Johnson, N. (2015). Parte I: El impacto de la cuota en la representación descriptiva de las mujeres en las elecciones uruguayas 2014. En N. Johnson (ed.), Renovación, paridad: Horizontes aún lejanos para la representación política de las mujeres en las elecciones uruguayas 2014 (pp. 21-99). Montevideo: Cotidiano Mujer, ICP-FCS-Udelar. 

  2. https://ateneaesparidad.com/noticias/noticias-desde-la-region/veronica-perez-aplicar-una-ley-de-paridad-tendria-un-efecto-muy-significativo-en-el-senado/ 

  3. ladiaria.com.uy/UrL 

  4. ladiaria.com.uy/UrM 

  5. https://lac.unwomen.org/es/digital-library/publications/2022/03/cuantificacion-y-analisis-de-la-violencia-contra-las-mujeres-politicas-en-redes-sociales-uruguay 

  6. ladiaria.com.uy/UrN