El día de las elecciones en Alemania, la mayoría quería saber cuanto antes qué partido encabezaría las negociaciones en busca de un nuevo canciller, en sustitución a la histórica dirigente centroderechista Angela Merkel. Otros ojos también miraban con recelo lo que podía suceder con uno de los actores secundarios y su posible resultado en la votación: Alternativa para Alemania (AfD), el partido de extrema derecha que en 2017 se había convertido en la tercera fuerza en el Bundestag, el parlamento alemán, con un discurso enfrentado directamente con la canciller. Finalmente, AfD perdió 11 escaños y quedó como quinta fuerza política, pero mantuvo un piso de 10% de alemanes que siguen prefiriendo sus ideas.
Las ultraderechas europeas llevan una década entre auges y altibajos, con momentos en que son el centro de la opinión pública y etapas electorales en las que amagan con estar cada vez más cerca de un gobierno, hasta que se desinflan. Sin embargo, en los últimos años las caídas son cada vez más leves y en países como Francia, España e Italia parecen estar a punto de integrar coaliciones de gobierno. De hecho, esto ya sucede en este último país, donde la Lega que lidera Matteo Salvini forma parte de una amplia coalición que sostiene a Mario Draghi como presidente del Consejo de Ministros y al propio Salvini como vice.
Un artículo de febrero de este año publicado en The Conversation sostiene que las ultraderechas europeas comparten retórica y valores similares, pero no las mismas políticas. Tienen en común la oposición a la migración de países musulmanes, la aversión a las políticas de avanzada en materia de género, un discurso antiélite con un toque de conspiración, poca afinidad con la Unión Europea como organismo y la exaltación del nacionalismo.
En otros aspectos, en cambio, no necesariamente están tan de acuerdo. En Francia, Marine Le Pen lidera la Agrupación Nacional (conocida durante décadas como Frente Nacional), que defiende el Estado de bienestar y la nacionalización de empresas, mientras que Vox, en España, tiene una visión más libertaria, enfocada hacia un Estado cada vez más pequeño.
Varios de estos movimientos de extrema derecha también tienen buenas relaciones con Israel, lo que les quita la cuota de antisemitismo que durante todo el siglo XX fue característica de las ultraderechas. Probablemente, este cambio se deba al crecimiento de la islamofobia en Europa.
Al borde de la ley
Sin embargo, los movimientos netamente fascistas continúan existiendo y se encuentran en crecimiento, como una suerte de aliados en las sombras de esta nueva ultraderecha. Es el caso de Forza Nuova, un partido neofascista italiano que esta semana protagonizó violentos incidentes durante una manifestación de más de 10.000 personas en Roma contra la implementación del pasaporte sanitario obligatorio. La protesta terminó con los manifestantes fascistas irrumpiendo en la sede de la Confederación General Italiana del Trabajo, el principal sindicato del país, y enfrentamientos que dejaron 38 policías heridos y 12 manifestantes detenidos. Entre ellos estaba Giuliano Castellino, líder de Forza Nuova.
La participación clave de este movimiento en los incidentes llevó a que el Partido Demócrata italiano presentara una moción que declara ilegales a los movimientos neofascistas, al incorporar este término a la ley de 1952 que permite disolver por la vía judicial los movimientos fascistas y que se ejecutó en 1970 con Avanguardia Nazionale y en 1973 con Ordine Nuovo.
Además de Forza Nuova, la legislación también podría afectar a otros tres partidos considerados neofascistas, como Fiamma Tricolore, Fronte Nazionale y CasaPound, así como a los Hermanos de Italia, uno de los principales movimientos políticos actuales del país. Probablemente sea por el alcance de este último y una posible alianza con la Lega en 2022 que Salvini y la líder de los Hermanos, Giorgia Meloni, salieron rápidamente a desmarcarse de los incidentes.
Algo similar ocurre en Polonia con la agrupación Campo Nacional Radical, que en marzo fue declarada “partido fascista” por el Tribunal Supremo de ese país. El fallo reconocía que sus manifestantes se visten de forma similar a las milicias nazis y fascistas durante la Segunda Guerra Mundial y que su mensaje de una Polonia “étnicamente homogénea” es “un elemento importante de la ideología fascista”. Esta decisión puede llevar al movimiento a su desaparición, ya que la legislación polaca prohíbe los partidos con ideologías totalitarias.
Las leyes que prohíben las organizaciones fascistas son moneda corriente en Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. En Austria existe una legislación de 1947 que ilegaliza todas las organizaciones nazis. En Alemania y Francia, la apología de los crímenes de guerra y la negación del Holocausto judío son delitos penales. De hecho, el fundador del Frente Nacional y padre de Marine Le Pen, Jean-Marie Le Pen, fue condenado en 2008 por complicidad con la apología de los crímenes de guerra cuando dijo en una revista que la ocupación nazi en Francia “no fue particularmente inhumana”.
En gobierno
En junio de este año, el periodista Gideon Rachman señalaba en un artículo publicado en el Financial Times que en este momento casi todos los países europeos tienen un partido de extrema derecha que acarrea un porcentaje importante de votos y que varios de ellos se sientan juntos en el Parlamento Europeo. De hecho, ese mes, 15 partidos ultraderechistas de 14 países europeos firmaron una declaración en la que reclamaron que la Unión Europea sea una alianza de estados soberanos más que una gran nación federal, según denunciaron. La Lega de Salvini, la Agrupación Nacional de Le Pen, Vox, el polaco Ley y Justicia y el húngaro Fidesz (estos dos últimos gobiernan en sus respectivos países) se encuentran entre los firmantes.
Algunos analistas señalan como algo positivo que las extremas derechas se puedan adaptar a las democracias europeas e incluso integrarse a gobiernos de coalición sin dramas, dejando su lugar cuando una nueva votación popular prefiere que se aparten. Sin embargo, todavía quedan dudas claves. Por ejemplo, ¿qué sucede cuando la ultraderecha gobierna en solitario y no con otros partidos que hacen que sus políticas públicas deban moderarse?
Otro aspecto a tener en cuenta, según indicaba el Financial Times, es qué sucede si se forma un gobierno de extrema derecha ya no en países como Hungría o Polonia, sino en potencias europeas, como puede suceder en Italia, Francia o España.
El caso italiano es el que se vislumbra como más probable, ya que el crecimiento de la Lega y los Hermanos de Italia hace pensar en una unión de cara a las elecciones de 2022 que los podría convertir en gobierno. Un análisis del Centro de Análisis de la Derecha Radical publicado en Open Democracy a principios de setiembre señala que es posible que la alianza entre estos partidos lleve a Salvini y Meloni al primer gobierno netamente neofascista de una potencia europea, ya que cada uno supera cómodamente el 20% de la intención de voto.
Al igual que sucede con España y el franquismo, Italia no resolvió muy bien la discusión sobre la sangre que derramó el fascismo en el pasado. Por eso, “una gran parte de la sociedad italiana no ve la dimensión criminal que tuvo el fascismo” y que a raíz de eso “nuestra derecha hoy está compuesta casi en su totalidad por un partido posneofascista, Hermanos de Italia, y un partido populista, la Lega”, dijo la periodista italiana Michele Serra en una respuesta a una carta enviada por un lector del diario italiano La Repubblica.
Algo similar ocurre en España con Vox. De cara a las elecciones de 2023, con el oficialismo conformado por el Partido Socialista Obrero Español y Podemos desgastado por la pandemia de coronavirus y los casos de corrupción del Partido Popular (PP) aún muy frescos, el movimiento ultraderechista que lidera Santiago Abascal, que actualmente cuenta con 52 escaños en el Congreso de los Diputados, apuesta a expandir su intención de voto. El objetivo es conformar una coalición de gobierno con el PP inclinada a la derecha.
Quizás también sea por eso, y por un miedo a que Vox los termine superando en votos, que en el PP crece la figura de Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid. Su retórica antinmigración, su enfrentamiento radical a las medidas sanitarias del gobierno español y hasta sus recientes cruces con el papa Francisco en defensa de la conquista española de América la muestran no sólo como una imagen de renovación del partido, sino como alguien que puede quitarle votos a Vox.