El último período de gobierno en Brasil a cargo del presidente, Jair Bolsonaro, estuvo marcado por un aumento en la violencia hacia los periodistas y medios de comunicación, con la particularidad de que en su mayoría constituyen hechos de violencia política que provienen de la cúpula del gobierno, así como de familiares y figuras allegadas al mandatario.

El discurso de odio de Bolsonaro, transmitido por el presidente en sus videos semanales a través de redes sociales y en sus discursos públicos, implica un incentivo a la violencia hacia la prensa, que se manifiesta incluso en casos de violencia física y cuyo blanco de ataque son las periodistas mujeres, que han sido descalificadas y sexualizadas por Bolsonaro y que reciben por parte de sus electores agresiones digitales, como montajes fotográficos en los que aparecen desnudas y que luego son enviados a sus parejas e hijos.

la diaria conversó con Denise Dora, directora de Artigo 19, una organización internacional nacida en Londres, Reino Unido, que defiende y promueve el derecho a la libertad de expresión y de acceso a la información. Dora es abogada, activista feminista y fundadora de Themis, una organización que trabaja en el acceso de las mujeres a la Justicia

¿Cómo definirías el clima previo a las elecciones de este domingo y cómo lo viven los periodistas?

Estamos con un nivel de tensión alta, al máximo. Las elecciones de 2018 ya fueron muy difíciles. El país venía del impeachment a la presidenta Dilma Rousseff, que se demostró que era irregular y basado, incluso, en acusaciones que no fueron confirmadas. Este mes, el Supremo Tribunal Federal declaró inocente a la expresidenta de lo que era acusada. 2018 también fue el año del asesinato de Marielle Franco. Entonces, el año ya comienza, el 14 de marzo, con el asesinato de una líder, de una vereadora electa muy importante porque era una mujer feminista, negra, de la periferia de Rio de Janeiro. Eso creó un ambiente muy malo, que llevó al ascenso de esa fuerza en torno a Bolsonaro, que es una fuerza política extremadamente conservadora, que ataca a las mujeres, que viene atacando severamente a la libertad de prensa, pero principalmente a las mujeres periodistas. Las elecciones de 2022 son casi un plebiscito en Brasil, es decir, si sos a favor de la barbarie o si defiendes el Estado de derecho y la democracia, es de qué lado estás. Para Artigo 19, que somos una organización que defiende la libertad de expresión, es un momento crucial de participación y de defensa de los ideales de verdad. Estamos firmes y esperanzados de llegar a un buen resultado.

Según los datos de la Federación Nacional de Periodismo (Federaçao Nacional de Jornalismo) en 2021 fueron 430 los ataques contra periodistas, mientras que en 2020 fueron 428. La mayoría de ellos provino del propio Bolsonaro o de figuras relacionadas a él. ¿Cuáles son las principales características de estas agresiones?

Sólo en estos últimos dos meses hubo 70 ataques, especialmente, a mujeres periodistas. Los ataques a la libertad de prensa aumentaron exponencialmente durante los cuatro años del gobierno con una característica muy especial que es que vienen de la propia Presidencia de la República, de autoridades públicas como ministros, familiares del presidente, gobernadores de estados, personas que están en un lugar de representación y poder político y que lo que dicen tiene un poder de influencia. Cuando el presidente de la República semanalmente desde que asumió en sus lives o en las ruedas de prensa es rudo, amenazador, xenófobo, misógino, insulta a las mujeres periodistas y sexualiza las relaciones con ellas, eso va creando un ambiente de, incluso, violencia física. Por ejemplo, los dueños de los grandes diarios y canales brasileños terminaron por evitar enviar periodistas para hacer coberturas al presidente por el riesgo de que sean golpeados, como pasó varias veces, en que le sacaron el micrófono de las manos a los periodistas y empujaron a los fotógrafos. Y también hay un aumento enorme de la judicialización y persecución judicial a los periodistas cuando las personas, especialmente las autoridades, inician juicios cobrando por daños morales, pidiendo ir contra sus bienes materiales por opiniones que expresaron, sin que representen una amenaza. Es un ambiente muy hostil para la prensa en Brasil, que está reaccionando con mucha resiliencia a la amenaza física, judicial y política que vive.

Podríamos decir, entonces, que la autocensura en Brasil es una de las consecuencias de estas agresiones.

Cuando conversamos con las periodistas en entrevistas que hacemos durante los monitoreos de los casos, ellas espontáneamente dicen: “Terminamos preguntándonos si escribir o no escribir tal cosa, porque sabemos que va a tener consecuencias”. Por parte de las autoridades de Brasil, hoy por parte del propio presidente de la República, hay ese incentivo al ataque digital. Más allá de todo lo que hemos hablado, las mujeres son súper atacadas con montajes de fotos de ellas desnudas, que luego envían a las familias, a los hijos pequeños; con amenazas de muerte, de agresión sexual; entonces, se crea un ambiente en el que la persona se empieza a preguntar si vale la pena exponerse a eso todas las semanas. Por ejemplo, una periodista política importante en Brasil, que es Manuela D’Avila (también política integrante del Partido Comunista) desistió de candidatearse porque, según dijo, cada vez que se expresa públicamente recibe un azote y millares de amenazas a ella, a su marido, con fotos de la puerta de su casa y cosas de ese tipo. Es muy nefasto tener en la Presidencia gente que estimula ese comportamiento.

“Hay un aumento enorme de la judicialización y persecución judicial a los periodistas cuando las personas, especialmente las autoridades, inician juicios cobrando por daños morales, pidiendo ir contra sus bienes materiales por opiniones que expresaron, sin que representen una amenaza”.

Artigo 19 hizo un llamado de atención a Ciro Gomes, que apuntó contra la prensa en varias entrevistas. Por ejemplo, cuando la periodista Tatiana Farah, durante el penúltimo debate en el canal SBT, le preguntó si en una segunda vuelta de las elecciones apoyaría a Lula. Gomes respondió: “Una cosa grave que el lulopetismo está produciendo en Brasil es la muerte del periodismo”. ¿Hasta qué punto la frase responde a una estrategia política o de descrédito y hasta dónde Lula tiene responsabilidad en esta visión sobre la prensa?

Creo que la gestión de Lula y el Partido de los Trabajadores no prohibieron de nada a la prensa. Incluso en varios momentos la prensa fue muy crítica con el gobierno durante el propio proceso de Lava Jato, que llevó a la prisión del expresidente Lula y que después también se demostró que fue montado sobre un conjunto de ilegalidades. En ese momento, la prensa dijo lo que quiso. No vimos esa experiencia de persecución. Pero ese es el papel de la prensa: la prensa tiene que criticar el poder, tiene que expresar opiniones diversas, la prensa es una voz disonante. Hay países del mundo como Estados Unidos donde hay medios de prensa que son declaradamente republicanos, por ejemplo, Fox News. Hay legislación en el mundo que permite eso: que los medios de comunicación se alineen políticamente. En Brasil, como es una concesión de servicio público, la prensa y los grandes vehículos de comunicación como las emisoras de TV y radio tienen un compromiso con el debate público, que puede ser divergente del gobierno. Es totalmente diferente que un presidente de la República esté montando fotos de periodistas desnudas, sexualizando la crítica, atacando físicamente. Creo que Ciro ya no dimensiona lo que está diciendo y no sólo en relación a esto, sino también en varias otras situaciones. La impresión es que él perdió la dimensión de cómo están las cosas en Brasil y cómo un político que fue progresista debería posicionarse.

¿Cuál es el efecto de esos discursos en la gente? Además del ataque político, hay registros de ataques de civiles en la calle.

Es una cuestión muy importante. Cuando se conceptúa lo que es un discurso de odio, que es reconocido que puede llevar a crímenes de odio y genocidio, es siempre conceptuado como una escalada: una cosa es decir lo que piensas en un almuerzo familiar, después eso puede llegar un poco más lejos si es en una fiesta. En la medida en que tu opinión pasa a ser ofensiva, difamatoria, escala para ser discriminatoria y luego más todavía para ser violenta y, a partir de ahí, si esa opinión busca incidir e incentivar la violencia, nos estamos aproximando a lo que en el derecho internacional se conoce como discurso de odio y crimen de odio. De alguna forma, esos dichos de las autoridades incentivan y autorizan a las personas a reaccionar violentamente, lo que es la antesala de los crímenes de odio. Si pensamos en las grandes masacres del siglo XX, como la de Ruanda, en la que personas agarraban un facón y salían matando a sus vecinos, vemos que la cosa no comenzó ahí, sino con los preconceptos, la difamación, la calumnia, la mentira, el incentivo a la violencia y al odio, hasta que las personas finalmente salieron a matar. Lo que vemos en Brasil es un proceso similar, en el que una persona entra una fiesta de cumpleaños y mata al cumpleañero porque era del PT, o el caso de la señora embarazada que estaba en la calle con una cartera que tenía una estampa de Lula y un hombre empezó a golpearla. Es signo de una sociedad que no logra convivir con las diferencias, con la heterogeneidad y la diversidad y eso es antidemocrático, autoritario y lleva al peor escenario posible. Es la reversión de eso lo que queremos para Brasil.

¿Cómo ha sido el cumplimiento de la Ley de Acceso a la Información? ¿Hubo restricciones en este período?

La ley fue aprobada en 2011 y Artigo 19 hizo un balance sobre estos diez años. De acuerdo a lo que proponen los organismos internacionales, es una ley modelo que creaba la obligación para que el gobierno dispusiera una infraestructura de información organizada y así permitir a la población en general el acceso, en especial los periodistas que hacen un alto uso de los pedidos de acceso a los documentos públicos. Era un proceso simple que se hacía online llenando un formulario. Lo que pasó en el último período es que ya en el primer mes de la pandemia, en marzo de 2020, el gobierno de Bolsonaro hizo un decreto para reducir la infraestructura de la ley. Exactamente en el momento en que debería expandirse la infraestructura de información en el país para la población, el gobierno la redujo. El decreto luego fue anulado con una acción judicial del Supremo Tribunal Federal llevada adelante por las organizaciones de la sociedad civil y los partidos, pero eso se transformó en un campo de batalla porque fueron desmontando la infraestructura de información a nivel federal y de los estados, eso fue reduciendo el espacio para conseguir información. También observamos que colocaron muchas informaciones bajo sigilo por 100 años (información clasificada). Los decretos de sigilo fueron utilizados como nunca. Por ejemplo, esta semana la agenda de la primera dama está bajo sigilo, lo cual es un uso absolutamente equivocado de la prerrogativa de reservado, que refiere a información vinculada a la seguridad nacional por el riesgo de la seguridad del país y no a la agenda de las autoridades públicas. Hay un número muy alto de informaciones que no están disponibles tanto por el sigilo como por la caída de la infraestructura, lo que es lamentable. En el informe de Artigo 19 proponemos una agenda de transición para recomponer la situación.

“La desinformación entonces es un desafío contemporáneo para las democracias. Creo que las elecciones de Estados Unidos y Brasil y en algunos otros países levantan la necesidad de que la gente piense en mecanismos de autorregulación, de verificación, de responsabilidad de la diseminación de noticias falsas, especialmente, de autoridades”.

El último debate de los candidatos presidenciables, que se transmitió el jueves a la noche por el canal O Globo, fue por lo menos polémico. Lo interesante es que las palabras que más se repitieron por parte de todos los candidatos fue “mentira” y “mentiroso”, lo que lleva al espectador a no saber qué es verdad y qué es mentira y que deja el terreno fértil para la producción de fake news. ¿Cómo se puede combatir este problema?

Con respecto al debate, fue bizarro. Creo que la desinformación es una estrategia del autoritarismo: crear confusión, establecer una línea inexistente entre la verdad y la mentira, atacar a la ciencia y sus evidencias… todo es parte de un discurso ideológico y autoritario de concentración de poder. Se arma una confusión, nadie sabe qué es verdad o no, entonces la palabra final queda entre comillas de lo que dijo la autoridad. Eso es la base de la constitución de dictaduras y recuerda mucho a manipulaciones que se hicieron en otros momentos de la historia incluso en épocas lejanas, como la Edad Media con la inquisición. La desinformación entonces es un desafío contemporáneo para las democracias. Creo que las elecciones de Estados Unidos y Brasil y en algunos otros países levantan la necesidad de que la gente piense en mecanismos de autorregulación, de verificación, de responsabilidad de la diseminación de noticias falsas, especialmente, de autoridades. Hay un campo sobre el cual precisamos pensar y regular sin que eso afecte la libertad de expresión.

¿Cómo afecta la proliferación de noticias falsas a la prensa en Brasil, por ejemplo, en la credibilidad?

Hay un peligro altísimo, pero también hay algunas experiencias positivas para ser analizadas, por ejemplo, la forma en cómo los medios brasileños reaccionaron a la desinformación sobre la covid-19, que fue muy positiva. El gobierno vino con aquel paquete de desinformación y mentira y la prensa organizó un consorcio independiente de medios, comenzó a divulgar investigaciones e información consistente, a verificar datos. Eso produjo una contranarrativa en Brasil sobre la pandemia que llevó a que millones de personas fueran a vacunarse sin ninguna duda, a cuidarse. Eso levantó la moral de la prensa en Brasil, es decir, el respeto a la prensa aumentó. Es una experiencia interesante para observar y pensar para el futuro y otros contextos sobre lo importante que es tener una prensa profesional y cuán importante es en un ambiente de desinformación.

Artigo 19 ha realizado diversas acciones para evitar los actos de violencia política en las elecciones. ¿Cuál ha sido el resultado?

Tuvo resultados importantes. Una cosa que hicimos con otras organizaciones fue llamar la atención internacional. Hubo una misión a Estados Unidos, a la Unión Europea, una misión de charlas con artistas intelectuales europeos, una misión que está hoy en Brasil de expertos en Derechos Humanos de América Latina para llamar la atención internacional sobre la situación de Brasil y evitar la violencia política. Como resultado hubo cartas de compromiso de varios países. Una segunda cuestión fue la organización de las entidades de la sociedad civil para crear una vigilia cívica: ir monitoreando, recibiendo y acompañando casos. Sólo esta semana hicimos varios seguimientos. Eso hace que los Estados se movilicen, así como las instituciones nacionales, como la Defensoría Pública del Estado, la Defensoría Pública de la Unión, el Ministerio Público, los tribunales electorales. Hay un proceso de alerta que resulta en más atención, más cuidado, más disponibilidad. Por ejemplo, la Defensoría Pública de la Unión va a estar de plantón este fin de semana y habilitó números de teléfono para llamar en casos de violencia política. Son cosas que antes no se precisaban en Brasil, las elecciones ocurrían de forma pacífica, alegre. Lo que antes era una fiesta cívica democrática hoy es una elección cercada por esa tensión, por el miedo de lo que puede suceder. Pero creo que hay una movilización de amplios sectores para defender las elecciones y evitar conflictos.