Luiz Inácio Lula da Silva será a partir del 1º de enero del año que viene nuevamente el presidente brasileño, luego de imponerse en la segunda vuelta electoral, que se celebró este domingo.
De acuerdo a los datos difundidos por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), con casi el 100% de las mesas escrutadas, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) logró 50,90% de los votos, contra 49,10% de su adversario, el actual presidente Jair Bolsonaro, quien se presentó en los comicios como candidato del Partido Liberal.
El resultado fue más ajustado del que preveían todas las encuestas de intención de voto -de hecho, fue la definición más apretada desde las elecciones de 1989-, pero en números Lula recibió más de dos millones de adhesiones que su oponente. El petista consiguió en total, según las cifras oficiales, 60.345.258 votos, contra 58.205.917 de Bolsonaro. Con esos números el líder izquierdista logró superar los votos que había obtenido en sus dos triunfos electorales, en los comicios de 2002 y 2006, los cuales le permitieron liderar el Ejecutivo brasileño entre 2003 y 2010. Precisamente el haber ganado las elecciones en tres ocasiones es un hecho histórico, ya que nunca había ocurrido eso en la historia del país. También, con 77 años recién cumplidos, Lula será el mandatario de mayor edad en asumir el cargo. En contrapartida, la derrota del domingo dejó a Bolsonaro como el único presidente en funciones que no logró ser reelecto.
Algo más de una hora después de que se confirmara su triunfo, Lula dio un discurso en el que comenzó agradeciendo a Dios y diciendo que en esta campaña electoral su alianza logró derrotar a “la máquina”. “Nos enfrentamos a la máquina estatal brasileña puesta al servicio del candidato en la situación de impedir que ganemos las elecciones”, afirmó Lula en referencia a Bolsonaro. Posteriormente, el mandatario electo hizo un llamado a la pacificación del país. “No hay dos Brasiles. Somos un solo país, un solo pueblo, una gran nación”, dijo Lula, quien agregó: “La gente ya no quiere pelear. Las personas están cansadas de ver al otro como un enemigo. Es hora de deponer las armas que nunca debieron empuñarse”.
Lula prometió también que en su mandato no habrá sorpresas y remarcó que las decisiones se tomarán después de un amplio diálogo.
“Las grandes decisiones políticas que impactan en la vida de 215 millones de brasileños no serán tomadas en secreto, en la oscuridad de la noche, sino después de un amplio diálogo con la sociedad. Creo que los principales problemas de Brasil, del mundo, del ser humano, se pueden resolver con diálogo, y no con la fuerza bruta”, afirmó Lula. El líder del PT dijo además que ni bien comience su nuevo gobierno reactivará varios programas sociales implementados durante sus anteriores gobiernos, como es el caso del plan de acceso a la vivienda “Minha Casa, Minha Vida” (Mi Casa, Mi Vida).
El mandatario electo recalcó que trabajará para que no haya más hambre en el país y para que vuelva a girar “la rueda de la economía”.
“Brasil ya no puede vivir con esta inmensa brecha sin fondo, este muro de cemento y desigualdad que separa al país en partes desiguales, que no se reconocen entre sí. Este país necesita reconocerse y reencontrarse”, agregó Lula, quien también manifestó que “Brasil está listo para retomar su papel de liderazgo en la lucha contra la crisis climática, protegiendo todos nuestros biomas, especialmente la selva amazónica”.
Lula no designó a ninguno de sus ministros aún, pero de acuerdo a lo que informó O Globo, el vicepresidente electo, Geraldo Alckmin, no ocupará cartera alguna, sino que tendrá un papel similar al de un “copiloto”, de acuerdo a lo que dijeron algunos dirigentes cercanos al líder del PT. Alckmin, un centroderechista, quien durante más de tres décadas integró el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), fue importante en la campaña, debido a que fue una especie de garantía para sectores que tradicionalmente fueron férreos opositores de Lula, como el empresarial y el del agronegocio.
Por su parte, Bolsonaro no realizó ningún tipo de pronunciamiento luego de ser derrotado, ni en vivo ni mediante sus redes sociales. De acuerdo a lo que informaron medios brasileños, el excapitán se aisló en el Palacio de la Alvorada, donde incluso se negó a hablar y a recibir a algunos de sus ministros. Según informó la revista Fórum, uno de los asistentes más próximos del mandatario, el teniente coronel Mauro César Cid, confirmó telefónicamente que Bolsonaro no recibiría a nadie, por lo que se espera que en la mañana del lunes haga sus primeros comentarios sobre el resultado de la elección.
Más decisiones
Pero el domingo, además de elegirse al presidente, se realizaron en Brasil varios comicios estaduales en los que se decidieron gobernadores.
En el estado de San Pablo, el principal distrito electoral del país, el exministro de Infraestructura del gobierno de Bolsonaro Tarcísio Gomes de Freitas, quien integra el partido derechista Republicanos, se impuso sobre el postulante del PT, Fernando Haddad. El derechista obtuvo 55,30% de los apoyos, contra 44,7% del exministro de Educación de Lula y candidato presidencial del sector en las elecciones de 2018.
En otro estado importante del país, Rio Grande do Sul, el centro derechista Eduardo Leite, integrante del PSDB, le ganó al bolsonarista Onyx Lorenzoni, del Partido Liberal, quien fuera jefe de Gabinete del actual gobierno. Leite fue reelecto como gobernador gaúcho con 57,12% de los votos, contra 42,88% de Lorenzoni. Mientras tanto en el estado de Bahía el petista Jerónimo Rodrigues le ganó a Antonio Carlos Magalhaes Neto, quien se presentó por la coalición derechista Unión. Rodrigues obtuvo 52,77% de las adhesiones, contra 47,23% de su contrincante.
Esto terminó de configurar un panorama algo complejo para Lula de cara al futuro. El próximo presidente brasileño tendrá 11 gobernadores afines, incluyendo a cuatro del PT, pero deberá lidiar con la oposición de 14 gobernadores leales a Bolsonaro, lo cual es un factor a tener en cuenta por ser Brasil un estado federal, donde los gobiernos locales tienen mucha influencia. Esto se suma a que Lula deberá gobernar con una bancada de diputados bastante hostil, ya que casi la mitad de los legisladores electos pertenecen a partidos marcadamente derechistas, lo cual forzará a Lula y su gobierno a buscar permanentemente el apoyo en los partidos del centro político, el denominado centrão.