“Porque un amigo es una luz brillando en la oscuridad, siempre serás mi amigo, no importa nada más”. El estribillo de aquel viejo hit noventoso de Los Enanitos Verdes podría haber sido la banda de sonido ideal de la VII cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en Buenos Aires, allí donde la dirigencia del Frente de Todos intentó cabalgar el retorno de Lula como una gesta propia. Durante la conferencia conjunta que dieron con el presidente de Brasil, Lula da Silva, su par argentino, Alberto Fernández, usó muchas palabras, pero hubo una que repitió casi diez veces: la palabra amigo. La búsqueda por fortalecer su liderazgo de la mano de Lula ha quedado evidenciada y este ha retribuido la solidaridad de otras épocas. No sólo viajó a Argentina en su primera salida como presidente en ejercicio, sino que expresó pública y reiteradamente el agradecimiento a Fernández por su visita cuando estuvo preso. Incluso lo ponderó por sobre algunos acuerdos comerciales y otros tantos simbólicos, como la promesa declarada de revitalizar la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Analistas políticos, periodistas y politólogos redondearon una idea en las últimas horas: la llegada de Lula –primero al gobierno de Brasil, después en su primera visita internacional a Argentina– podía significar un cambio regional, un intento por reubicar la política convergente por sobre los arrestos a veces individualistas y a veces abiertamente agresivos de Jair Bolsonaro y darle, con eso, cierto aire al golpeado gobierno de Fernández. Pero ese impulso, si bien regional, parece mermado en términos internos.
“Estoy aquí no sólo para participar en la Celac, sino también para decirle al compañero Alberto Fernández que Brasil volvió”, dijo Lula durante un evento de homenaje que le realizaron en el Centro Cultural Kirchner durante su paso por Buenos Aires, en lo que pareció ser una devolución de favores por el constante apoyo del argentino cuando Lula cayó en desgracia y en prisión. Lula osciló, en todo momento, entre el abrazo explícito con el presidente argentino y los saludos efervescentes hacia la “compañera” vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, a quien finalmente no visitó.
Si bien podría leerse ese desaire como una victoria de Alberto Fernández, y aunque los analistas coinciden en que podría aprovechar cierto cambio de aire en la política regional, las opiniones sobre sus chances de fortalecimiento interno no son buenas.
“A nivel local, la llegada de Lula no impacta en el liderazgo de Alberto Fernández, que es insalvable. Es lo que se llama un pato rengo, un presidente que no tiene posibilidades de reelección. No le da el caudal político ni dentro de su coalición ni en términos electorales, e incluso lo deja debilitado para recuperar un liderazgo interno que le permite incidir en la elección de su sucesor”, dijo a la diaria Bruno Sgarzini, periodista argentino especializado en temas internacionales. Su compatriota, el politólogo Andrés Malamud, por su parte, fue más lacónico y absoluto; al ser consultado sobre la posibilidad de que la llegada de Lula fuera capitalizada por el presidente argentino o si había chances de que el liderazgo de este fuera revitalizado por el brasileño aseguró que “no existe ninguna de las dos”.
El mandatario argentino viene golpeado por los vaivenes económicos, por las disputas internas en su coalición y por las últimas encuestas, por ejemplo: un estudio de una consultora afín al gobierno, Analogías, sobre la opinión pública de la provincia de Buenos Aires (“la madre de todas las batallas” y quizás el lugar donde mejor posicionado esté) consignó que Alberto Fernández conserva 40% de imagen positiva.
La misma consulta arrojó que 44% espera un deterioro económico para 2023. Eso, como anticipación electoral, no parece indicar nada bueno. Para el director del Centro de Economía Política Argentina y exconcejal bonaerense, Hernán Letcher, la llegada de Lula es clave para revertir algunos problemas económicos y comerciales bilaterales que se encadenaron los últimos años. En ese sentido, dijo a la diaria que “los anuncios recientes, tanto el de que las relaciones comerciales con Brasil se realicen en monedas locales como el financiamiento por parte del Banco do Brasil a las importaciones a Argentina, ayudan en el principal frente de la macroeconomía, que es el tema cambiario”.
Sin embargo, en términos de estabilización económica general, consideró que la inflación, pese a observar una curva descendente, y la escasez de dólares –por la sequía que afecta la actividad agropecuaria y por las exigencias y compromisos de pagos con el Fondo Monetario Internacional– conllevan un combo de difícil solución.
Otros analistas y conocedores de las internas palaciegas fueron consultados por este medio y aseguraron que incluso si Lula fortaleciera a Alberto Fernández, este se encargaría de debilitarse a sí mismo. Pareciera cosa juzgada.
Sin embargo, todos los actores del Frente de Todos le rezan a Lula: Brasil es un espejo en el que todos quieren mirarse. Alberto, como faro regional. Cristina Fernández de Kirchner, como perseguida judicial. Incluso en las últimas horas trascendieron los detalles del mencionado desencuentro entre Lula y CFK, que no llegaron a reunirse en el paso del brasileño por Argentina, e incluso el descontento de algunos funcionarios cercanos a la vicepresidenta que no fueron invitados a encuentros oficiales. El manejo de la agenda estuvo disputado y Lula surfeó ese contexto con respeto por ambas partes. El lulismo, una vez más, parece ser un río en el que todos se bañaron y quieren volver a bañarse. Aunque el río ya no sea el mismo.
Las esperanzas las evidenció, entre otros, el canciller argentino Santiago Cafiero, quien en el Encuentro Empresarial Argentina-Brasil, donde más de 200 empresarios de ambos países se dieron cita junto a ambos presidentes, advirtió: “Nosotros no tenemos más que celebrar la llegada de Lula. Porque si nos sostuvimos de pie a pesar de Bolsonaro, imaginen todo lo que vamos a lograr con Lula”.
En diálogo con la diaria, Cafiero afirmó que “el retorno de Lula a la presidencia de Brasil significa para la Argentina el relanzamiento de la relación entre los dos países, que siempre fue fraterna y basada en lazos de amistad y cercanía”. El funcionario ponderó la elección de Argentina como el primer lugar de visita como una “muestra de la importancia que le otorga a nuestro país y de la prioridad de nuestra región” y un “enorme envión a nuestra relación bilateral”, y consideró que “pone otra vez en agenda un temario de desarrollo y crecimiento con su compromiso para fortalecer el Mercosur y las relaciones entre los países del bloque”.
En ese sentido, para Sgarzini puede haber un aprovechamiento del albertismo de la llegada de Lula para fortalecer su rol en el bloque regional, “que incluye a Gustavo Petro, de Colombia, Gabriel Boric, de Chile, y que por ahí suma a Manuel López Obrador, de México, aunque sea de otra región”, para “contraponer o generar alternativas en asuntos regionales” como revitalizar la Unasur o forjar mejores lazos comerciales. Pero esa revitalización regional no conllevaría una contracara a nivel interno, donde el presidente no logra consolidar “un bloque político sólido”.
No es el único que piensa que el albertismo ha caído en desgracia. En su análisis negativo pero conocedor del paño para Infobae, Jorge Asís dejó un sentimiento generalizado: ¿para qué le sirvió la séptima cumbre de la Celac a Alberto? “Para emanciparse” de la vicepresidenta y tratar de beber algo del vigor ajeno. Igual, concluye, no le alcanzaría.