En las primeras horas de este domingo los rebeldes sirios anunciaron que habían tomado la capital del país, Damasco, poniendo fin al régimen que lideraba desde el 2000 el presidente Bashar al-Assad, quien a su vez había recibido el poder de manos de su padre, Háfez al-Assad, que gobernó el país desde 1971 hasta su muerte.

Si la zona de Medio Oriente ya estaba en un punto cercano a la ebullición por los conflictos de Israel con Hezbolá en Líbano y con Hamas en la Franja de Gaza, las novedades que surgieron en los últimos días en Siria no hicieron otra cosa que complejizar el panorama y abrir nuevas interrogantes sobre lo que sucederá.

La guerra civil siria, que comenzó en 2011 y que estaba congelada desde hacía al menos dos años, pasó rápidamente de fase hace diez días, a fines de noviembre, cuando una coalición de fuerzas opositoras a Al-Assad tomaron la histórica ciudad de Alepo, la más poblada del país.

La ofensiva había partido desde la ciudad de Idlib, situada en el noroeste de Siria, que es el bastión de la organización islamista suní Hayat Tahrir al-Sham (HTS), cuya traducción podría ser Comité de la Liberación del Levante.

La región del Levante, también denominada Levante mediterráneo, es una extensa zona en Medio Oriente que comprende la región en la que actualmente se ubican los territorios de Siria, Israel, Palestina, Jordania, Líbano y también la provincia turca Hatay, situada en el extremo sur del país, sobre las costas del mar Mediterráneo, y cuya capital es la ciudad de Antioquía.

Hayat Tahrir al-Sham, que en sus orígenes en 2011 fue la rama siria de Al Qaeda y es liderada por Abu Mohamed al-Golani, se separó de su entidad madre en 2017 y tomó una actitud más moderada, alejándose del salafismo, una corriente extremista y ultraconservadora dentro del islamismo suní.

De hecho, Golani, en entrevistas recientes con medios árabes y también occidentales, dijo que las minorías drusas, cristianas y alauíes del país no deberían temer ninguna represalia de parte de la entidad militar que él lidera.

Claro está que eso lo dijo cuando estaba combatiendo por llegar al poder y ahora al parecer lo está, aunque esto aún es incierto, porque si bien fue él quien lideró a los rebeldes que en una ofensiva sorpresiva, rapidísima y veloz tomaron sucesivamente las ciudades de Alepo, Hama y Homs, además de otras numerosas localidades y aldeas más pequeñas, antes de entrar en Damasco, todavía no existe nada parecido a una coalición de fuerzas que pueda articular los intereses de todas las partes involucradas en el conflicto, que son decenas.

Este domingo, en su primer discurso público pronunciado en la mezquita de los Omeyas, la más importante de Damasco, Golani dijo ante una multitud: “El régimen [de Al-Assad] encarceló a miles de sus propios civiles injustamente y sin que hayan cometido ningún delito”.

Golani, en declaraciones recogidas por la cadena qatarí Al Jazeera, prosiguió: “Nosotros [el pueblo sirio] somos los legítimos dueños [de este país]. Hemos estado luchando y hoy hemos sido recompensados con esta victoria”.

“Una nueva historia, hermanos míos, se está escribiendo en toda la región después de esta gran victoria”, dijo antes de recordar a la multitud que se necesitará mucho trabajo para construir una nueva Siria que sea “un faro para la nación islámica”. El dirigente llamó a oraciones para agradecer el triunfo. “Dios no les fallará”, dijo Golani, quien agregó que “esta victoria es para todos los sirios”.

El rotundo éxito militar de los rebeldes comandados por Golani se explica por varios factores.

Los principales aliados de Al-Assad eran Rusia e Irán, ambos centrados en conflictos propios: el Kremlin en su guerra contra Ucrania, e Irán apoyando a todo nivel a la milicia chií libanesa Hezbolá, cuyas capacidades militares, si bien no fueron completamente destruidas, quedaron muy disminuidas en los últimos meses en su guerra con las fuerzas israelíes. Irán apoyaba a Al-Assad por ser este alauita, que es una variación siria y más moderada del chiismo. Al-Assad, al igual que su padre, era el líder de la rama siria del Partido Baaz Árabe Socialista, un sector que en todos los casos promueve un islamismo moderado o es directamente secular, como en el caso de Siria, pero que tenía sus particularidades en cada país. Por ejemplo, el expresidente iraquí Sadam Hussein fue hasta su muerte el líder del Partido Baaz de su país.

Paralelamente, el gobierno de Al-Assad, que llegó a su fin este domingo, estaba completamente desgastado a todo nivel, carecía por completo de apoyo popular y también militar, ya que, de hecho, los rebeldes y sus aliados prácticamente no tuvieron que combatir en sus avances contra las fuerzas regulares del ejército sirio, que simplemente se rindió en la enorme mayoría de los casos.

Un combatiente antigubernamental reza en el patio de la histórica mezquita omeya de Damasco, el 8 de diciembre de 2024.

Un combatiente antigubernamental reza en el patio de la histórica mezquita omeya de Damasco, el 8 de diciembre de 2024.

Foto: AFP

La noticia de la caída del gobierno desató en Damasco y en muchas ciudades del país celebraciones espontáneas en las calles, donde predominaba la presencia de la bandera de los rebeldes, verde, blanca y negra en franjas horizontales con tres estrellas rojas en el centro. Posiblemente esa sea la bandera que adopte el nuevo Estado sirio, reemplazando a la actual, que tenía los mismos colores y símbolos, pero con una distribución distinta: roja, blanca y negra con dos estrellas verdes.

Siria, una nación apenas más grande en superficie que Uruguay, con 185.180 kilómetros cuadrados, y en la que viven aproximadamente 24 millones de habitantes, tiene una importante variedad étnica y religiosa. Esa población, como consecuencia de la guerra civil, había quedado dividida en varios centros de poder.

Además de la organización HTS, Al-Assad tenía la oposición de múltiples fuerzas suníes, todas ellas diferentes pero unidas en la idea de derrocar al mandatario depuesto, que, de acuerdo a lo que informó este domingo el Kremlin, solicitó y accedió a asilo en Rusia.

Una fuerza que está combatiendo en Siria de manera permanente es la de los kurdos, una nación sin Estado cuyos integrantes, que se estiman en algo más de 30 millones, habitan mayoritariamente en Siria, pero también en Irán, Irak y Turquía. La facción militar en la que se nuclean básicamente los kurdos son las Unidades de Protección Popular, entidad calificada como terrorista por el gobierno de Turquía.

Justamente, Turquía es uno de los grandes ganadores con la caída de Al-Assad. El actual presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, nunca ocultó, a diferencia de sus predecesores laicos, una manifiesta admiración por el Imperio otomano, del que Siria formó parte hasta 1919. Erdogan es además un ferviente sunita, con estrechos lazos con los Hermanos Musulmanes, una de las grandes agrupaciones de árabes suníes que están presentes en la mayor parte de los países del mundo árabe y musulmán. Discretamente, el gobierno turco financió y apoyó militarmente a los rebeldes, en su pretensión de tener al lado a un vecino más endeble y dependiente. Turquía, además, como consecuencia de la larga guerra civil siria, se convirtió en el principal receptor de personas que huyeron como consecuencia del conflicto, y cerca de tres millones de sirios viven hoy en su territorio. Ahora Erdogan pretende además limitar al máximo el poder de expansión de los kurdos, que son uno de sus principales enemigos.

Otro gran ganador con el derrocamiento y huida de Al-Assad es Israel. Este domingo las fuerzas israelíes conquistaron el lado sirio del monte Hermón, situado muy cerca de la zona de los Altos del Golán, así como otros varios puntos del sur de Siria.

La intención de los israelíes, que no debieron disparar ante la deserción de los soldados sirios, fue impedir que dichas zonas fronterizas con su territorio sean ocupadas por rebeldes sirios.

Paralelamente, de acuerdo a lo que informó la cadena israelí Ynet, en una ola de bombardeos aéreos, las fuerzas israelíes destruyeron numerosos depósitos de armas, misiles, así como también bases aéreas sirias.

“Este es un día histórico en Medio Oriente. No permitiremos que ninguna fuerza hostil se establezca en nuestra frontera”, afirmó el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en un mensaje que dirigió a la población desde la frontera con Siria, lugar al que asistió acompañado de su ministro de Defensa, Israel Katz.

“El régimen de Al-Assad era un eslabón central en el eje del mal de Irán: este régimen cayó. Esto es resultado directo de los golpes que infligimos a Irán y Hezbolá”, agregó Netanyahu.