En la edición del 15 de junio de la diaria, Hugo de los Campos publicó una interesante postura acerca de la pobreza de la lógica.
Validando parte de sus afirmaciones acerca de las explicaciones que parten de la ciencia, quizás sea necesario fijar un punto de partida, que en principio sonaría algo innecesario, pero no lo es tanto: somos habitantes de un universo que, lejos de tener un comportamiento democrático, es autoritario. Me refiero, naturalmente, a nuestro entorno planetario, del cual el ser humano, a fuerza de provocarle heridas, logró y logra respuestas explicativas referentes a fenómenos que rigen las respuestas que este dará a intervenciones exteriores por parte de quienes lo habitamos y que, por su persistente reproductividad, les han llamado “leyes naturales”. Y aquí no hay “tu tía”. A ellas debemos adaptarnos en cualquier actuación que llevemos a cabo. Si tratamos de eludirlas, estamos condenados al fracaso.
Entre aquellas que creo son de interés en este caso, y en las cuales la física tuvo una gran actuación, son las de la conservación de la energía, la de acción y reacción y el segundo principio de la termodinámica, que indica la imposibilidad de un perpetuo móvil a consecuencia de la aparición de la entropía como coparticipante obligado de cualquier cambio energético, es decir, como sumando al resultado deseado. Un ejemplo sencillo es el de barrer la vereda. El trabajo a realizar es juntar la basura y llevarla al recipiente correspondiente. Una vez que llevamos a cabo esta labor, notaremos que estamos acalorados. La energía que precisábamos la tomamos, por decir algo, de los alimentos que habíamos adquirido y que será la suma de la del barrido más el calor emitido. Es decir que la eficiencia referente a lo deseado es siempre menor que 1 y, además, lamentablemente, seremos parte importante en la destrucción del medioambiente. Características de la entropía son el desorden y la pérdida o falta de información y en sus sucesivas transformaciones, cercanas al equilibrio, su punto final será el calor.
Este ejemplo sencillo es válido para todo tipo de intervención humana, que siempre consiste en intercambios energéticos y los vamos a ver reflejados en todas las ramas de la ciencia.
Afirmado esto, vayamos ahora a dos puntos subrayados por De los Campos.
El problema de las bolas que chocan se refiere tanto al principio de acción y reacción como al de la conservación de la energía entropía inclusive (el choque, además de movimiento, producirá calor), y aunque el autor no haga referencia a ello, pensemos en una discusión y veremos el paralelo (¿social?) a este efecto.
Quizás más importante es explicar la pobreza en función del reparto de bienes que son producto de intercambios energéticos que deben respetar la ley de conservación de la energía y, por tanto, siendo esta constante, si algunos tienen más, otros tendrán invariantemente menos. Cómo se llega a ello es simplemente pagando menos por lo realizado y ahorrando el pagador (patrón) esta diferencia. (plusvalía). Esta acción repetida a lo largo del tiempo producirá la acumulación de un lado y la inversa del otro.
Las organizaciones que tratan de “solucionar el problema de la pobreza” hacen uso de símbolos mechados en afirmaciones seudocientíficas para terminar ofreciendo soluciones gatopardistas.
Ahora sólo falta encontrar un camino útil para mejorar la eficiencia del proceso anterior para evitar llegar a resultados tan desopilantes como la actual situación, en la que 1% de la población mundial posee aproximadamente 50% de la riqueza total y aproximadamente 95% de la población posee el 1%. Para lograr esto es necesario inventar símbolos, que por lo mismo son indiscutibles, como la ley del mercado; la justicia de ganar más por ser mejores emprendedores; la instalación de institutos financieros que, sin producir, acumulan ganancias por préstamos de dineros tomados de aquellas diferencias (plusvalías) cobrando intereses; definiciones de pobres por culpa propia, sobrevalorando los conocimientos obtenidos en instituciones de enseñanza superior a los que los pobres no llegan; y toda una serie de ejercicios dirigidos a justificar esta grieta, que llevaría mucho más lugar describir que este muy pequeño aporte al tema.
Y en referencia a que se busca encontrar que la pobreza se produce por la pobreza misma, contradice las leyes antes nombradas, porque significaría la producción de un móvil continuo que produciría riqueza negativa, que entonces debería producir entropía, negativa también, o sea, riqueza.
Lamentablemente, como el autor lo indica, las organizaciones internacionales (y también nacionales) que tratan de “solucionar el problema de la pobreza” hacen uso de los símbolos antes nombrados, mechados en afirmaciones seudocientíficas para terminar ofreciendo soluciones gatopardistas. Y es que es muy fácil desde una oficina con calefacción central, tomando un cafecito caliente, entender que en el “cantegril” no hay frazadas, y si, como en estos días, para sobrevivir se “roba” corriente eléctrica para protegerse del frío, o agua, la Justicia se encargará de ratificar las acciones policiales de privación de libertad a quien recuerde que el derecho a vivienda está anclado en la Constitución.
No hay solución posible cuando, en toda forma, se desvirtúan, se desconocen o se trata de disfrazar para proteger intereses políticos o comerciales las leyes de la naturaleza: el resultado final será pura entropía: destrucción física y moral, porque el ser humano no es pura biología aislada de lo que yo no sé qué es, pero le llamo vida.
Para finalizar, como aporte propio, la única solución a esta brecha económica es barajar y dar de nuevo. Perdonar todas las deudas nacionales e internacionales e instalar una renta básica universal igual para cada habitante, al menos fomentar el cooperativismo y cambiar la filosofía neoliberal por la de la solidaridad. En esta forma respetaremos dos principios empíricos: 1) cuando todo recomience, lejos del equilibrio, la entropía colaborará a dar vida, como lo hace la energía solar (difusa, entrópica) al crear el orden maravilloso de la vida de las plantas, y 2) en la nueva construcción lograremos estados estables, que son los que están cerca del equilibrio (solidaridad).
El camino se hace al andar y, por tanto, sin esto último no habrá camino. Comencemos.
Ignacio Stolkin es ingeniero químico.