Una caja de supermercado. Un niño. Su madre. La difícil decisión de optar entre comprar una pasta de dientes o un artículo alimentario por no tener suficiente dinero. No es 2022, sino 2002.

La anécdota marcaría para siempre a un niño, ahora joven, que recientemente la revivió en su memoria a partir de la información presentada por el monitor de Scanntech de mayo de 2022. Este muestra una caída generalizada del consumo minorista de 5% para los primeros meses de este año, pero más profunda, de 9,8%, en artículos de cuidado personal y de 6,5% en artículos de limpieza.1

Durante aquel 2002 la economía uruguaya atravesaría una profunda crisis económica con una gran caída del producto interno bruto (PIB) y las condiciones de vida de las grandes mayorías. Para 2006 todavía era otro país, quedaban 32,5% de pobres, cerca de un millón de uruguayos. Pero hoy no es 2002, es 2022.

El producto se encuentra en proceso de fuerte expansión. El Banco Central del Uruguay acaba de publicar los datos del primer trimestre. Pese a la desaceleración del crecimiento, el PIB se encuentra 2,9% encima del último valor prepandemia y confirma un crecimiento anual por encima de 4%.

El crecimiento de la actividad es generalizado. Sin embargo, el sector exportador en particular presenta sus mejores números históricos impulsados por un huracán de cola a nivel mundial tras la guerra de Ucrania. La rentabilidad de este sector, medida a través del índice de excedente bruto de la industria exportadora, calculado por el Banco Central del Uruguay, o índice malla de oro,2 se encuentra 20 puntos por encima de su promedio histórico. Vivimos tiempos de vacas gordas.

Sin embargo, en la combinación de empleo, salarios y jubilaciones, los ingresos de los hogares se encuentran todavía por debajo de su valor de 2019. El poder de compra de los salarios se encuentra todavía 4,1% debajo de su valor promedio de 2019.3 El salario real está por debajo de esta referencia desde marzo de 2020. Por el lado del empleo, tras el impulso observado durante la segunda mitad de 2021, la mejora se detuvo en 2022. El último dato de abril incluso marcó un leve retroceso para la tasa de empleo frente al mes anterior.

Según un estudio realizado por el Centro de Investigaciones Económicas (Cinve), la masa salarial, que acompañó el esfuerzo de la caída del PIB durante la crisis, se encuentra rezagada en su recuperación en relación al PIB. Esto quiere decir que el crecimiento no está llegando de la misma manera a los ingresos de los hogares. Es más, se profundiza la paradoja, ya que los ingresos de los hogares del interior del país, en medio de un boom agroexportador pocas veces visto, se recuperan más lento que en Montevideo. Vivimos tiempos de bolsillos flacos.

El débil escudo de los débiles

Un comentario aparte y especial merece la situación de la pobreza y en particular la pobreza infantil. Los logros de la recuperación en esta materia se encuentran bien rezagados y esto tendrá efectos de largo plazo. Para hacerse una idea, un estudio recientemente publicado por las economistas Ana Balsa y Patricia Triunfo detecta un incremento de los nacimientos de muy bajo peso cercano a 30% en 2020, respecto del año prepandemia.

Frente a esta realidad, la negación de los impactos de la crisis y la autocomplacencia fueron la tónica por parte del equipo económico y el gobierno en general. Primero, con el argumento de que para fines de 2020 la pobreza incremental de inicio de 2020 ya se estaba resolviendo. Segundo, al festejar en el Parlamento que en el primer semestre de 2021 las políticas aplicadas habían logrado más que mitigar los impactos de la pandemia en la pobreza infantil.

La paradoja de un país de vacas gordas y bolsillos flacos, con una débil protección de los débiles y una agenda de reformas estancada, está instalada.

Sin embargo, la realidad mostró que en 2022 solamente uno de cada tres de los 100.000 nuevos pobres había logrado salir de la pobreza. Además, la pobreza infantil todavía se encontraba en 2022 en niveles muy superiores a 2019.

Pese a esto, la prioridad del presidente, de lograrse las metas de crecimiento vigoroso –según sus propias palabras–, está planteada en términos de utilizar los frutos del aumento de la recaudación en disminuir el Impuesto a la Asistencia de la Seguridad Social (IASS). Esta será una política que no afectará positivamente ni a los más pequeños, ni a las personas de menores ingresos.

El malhumor de las paradojas

La paradoja de una economía en fuerte expansión y una apuesta como mucho al empate con las condiciones de vida de algunos años atrás es la fórmula perfecta para el malhumor social. Esto ya se observa en encuestas que revelan un gran cambio de ánimo en la sociedad uruguaya. El presidente, el gobierno, las gestiones en los temas principales de la agenda gubernamental, todos cotizan a la baja en los informes de las encuestadoras.4

Superada la pandemia, el gobierno actual empieza a tener que asumir la responsabilidad de sus acciones. Las acusaciones de intento de generar “trancas” a las medidas contenidas en la ley de urgente consideración, que era el “corazón” de la agenda de reformas del actual gobierno, quedaron atrás en un ajustado referéndum. No hay lugar para las excusas.

Los resultados en sus principales áreas de gestión muestran mucho descontento. El 63% de la población considera que hay “mucha hambre” y 66% que la seguridad “está desbordada”, según un relevamiento de la Usina de Percepción Ciudadana. La mayoría de la población cree que el desempleo, la inflación y la inseguridad están peores que seis meses atrás, según un reciente estudio de Cifra.

Adicionalmente, la agenda del segundo tiempo del gobierno no figura con claridad y se encuentra trancada en rencillas internas y falta de liderazgo en torno a las reformas que se quieren y deben implementar. El caso más claro es quizás la demora en la responsabilidad del gobierno en generar un proyecto de reforma de la seguridad social para que debatan el Parlamento y las organizaciones sociales.

La paradoja de un país de vacas gordas y bolsillos flacos, con una débil protección de los débiles y una agenda de reformas estancada, está instalada. Si el gobierno no da respuesta, como parece ser la tónica de su convencimiento ideológico, la oportunidad de construir una alternativa para superar el estado actual pertenece a la oposición. Y en eso parecería estar trabajando.

Santiago Soto es economista y politólogo, coordinador del centro de estudios Etcétera.