1. La política de la intimidad

Uruguay vive el conflicto transitorio entre dos principios opuestos de producción político-cultural del orden social.

Desde 2014 el ascenso de Luis Lacalle Pou produce una ruptura intimista de la vida pública. Pero la expansión del reinado de la política de la intimidad ha sido correlato del declive reformador del Frente Amplio. La cabalgata del príncipe hacia la ocupación del poder avanzó a través del campo abierto por el vacío de socialismo democrático y el agotamiento del impulso reformador de 2004. Si un proyecto de clase moderno es un proyecto de dominación social y desarrollo capitalista mediante consenso, la política de la intimidad no tiene proyecto ni ideales públicos, es un giro alrededor del sol del monarca y cada una de sus hazañas, gestos cotidianos o bizarros. Fenómeno transitorio que se ubica dentro de límites del proceso reformador iniciado por la izquierda y que a la vez expresa la imposibilidad histórica actual de hegemonía de la alianza de la elite político-social de la derecha con grupos dominantes locales. Es la precariedad de una elite.

El carisma articula atributos de personalidad y atributos impersonales dentro de sistemas de comunicación social configurando estilos de liderazgo diferentes. Richard Sennett ya mostró que en Occidente la victoria de la imagen con la masificación de la televisión “aplana” el espesor subjetivo de la personalidad y la convierte en vector organizador del sentido de lo público ante el altar de la “autenticidad” como única vara de medida de la subjetividad política.

Max Weber analizó la doble faz personal del carisma: ejemplar para seguir y admirar, igual para sentirlo como nuestro, excepcionalidad del carácter y horizontalidad para reconocerlo como uno de nosotros. El carisma encarna también atributos impersonales como ideas sociales, ambientales, de nación, mercado, igualdad o libertad. Pero la personalidad es un principio universal, se elabora dentro de matrices culturales, modelos de desarrollo y estilos de liderazgo diferentes.

¿Qué es la política de la intimidad? Es la política que ubica en el centro de la agenda el encuadre1 de la subjetividad intimista y los rasgos de personalidad, apariencia y cuerpo convertidos en marcas que se potencian junto a otras marcas. El vacío total de lo público.

Es una versión particular del papel de la personalidad en la vida pública, que exagera el rasgo de espectacularización de la civilización del espectáculo, en una sociedad consumidora, sin jet set propio –por ello modelada por las influencias de los jet set–, de farándulas globales o regionales. El carisma intimista en Uruguay se construye apoyado en tres factores que nacen o preexistían pero se despliegan en los años frenteamplistas: una red sociopolítica con un estilo de vida de clase pudiente, un sistema de medios en transición y demandas sociales de sesgo individualista o narcisista y de grupos sociales innovadores.

Max Weber piensa que el carisma puede aportar un alivio breve contra el desencanto del mundo por la racionalización del mercado y la burocracia de la modernidad. El carisma moderno inspira energía y fe en las personas. Pero no sobrevive si no se institucionaliza y estabiliza. Hay tres modos de estabilizar el carisma: como dominio patrimonial (discrecional), como dominio burocrático racional o como intermediación pública de intereses sociales o privados. El primer y el tercer ingrediente forman parte del lacallismo.

Parte de la elite sociopolítica blanca es ajena a la máquina del Estado, desprecia la burocracia moderna y hereda una cultura política que mezcla clientelismo y uso del Estado para el beneficio privado. Lo que define el modelo burocrático racional es la ruptura con la discrecionalidad de la dominación patrimonial como proceso de transición hacia la modernidad.

La política de la intimidad convierte a los atributos subjetivos de los liderazgos en apariencias y al liderazgo público en privado, operando en el universo y la parodia de la civilización del espectáculo.

Gabriel Delacoste (Brecha, 26/6/20, “¿Qué es tueco?”) mostró en el diálogo entre Fernando Cristino y la vicepresidenta Beatriz Argimón “un mundo de favores, desfiles, amistades, familias y fama, mapa incompleto pero legible de la aristocracia y su periferia”. El presidente Lacalle y actores del poder son celebridades dentro de una red por la que “fluyen favores, dinero, información y placeres que se visualiza en el eje Carrasco-Punta del Este, en el que Lacalle y Argimón se mueven como peces en el agua”.

2. Frivolidad, gravedad y autenticidad

Uruguay retomó el tipo de política mediática menemista de años dorados de reformas de mercado. El star system argentino y la cultura de la celebridad, dice Alina Mazzaferro, se ubican en la superficie de la cultura de masas. Hay una diferencia: en Argentina el menemismo farandulizó la política. El star system es independiente de la política aunque construye alianzas con ella, como Hollywood en Estados Unidos. Los medios lo recrean como escena de frivolidad y melodrama entre personajes públicos que entretienen sociedades republicanas de ideales igualitarios. En Uruguay el presidente y la elite compensan un star system inexistente. Cuando Lacalle difundió su imagen haciendo la bandera en agosto de 2014 muchas personas y publicistas de izquierda lo acusaron de frivolidad ante los asuntos públicos.

¿Qué es la frivolidad? Lo frívolo se opone a lo grave, valora la forma por sí misma sin remitir al sentido ni al contenido. Nace como actitud burguesa de la esfera privada. “La frivolidad fue una actividad reservada a las clases pudientes, donde no existe ni la más mínima preocupación por el trabajo como remedio básico a la vida”, dice Bénédicte de Buron-Brun. Antítesis de gravedad y trabajo en el espectáculo, fiestas, deportes, consumos, modas. La juventud puede ser tiempo de frivolidad y narcisismo, sueño eterno del cuerpo y estado físico perfecto, para hacer bandera.

La democratización del consumo extiende la frivolidad a través de las audiencias mediáticas de clases medias y trabajadoras y “sigue su curso fluctuante pasando de una actitud existencial, privilegio de unos pocos, a una ociosidad fragmentada”, observa Buron-Brun. El Frente Amplio era motor de modernización, pero su figura eticopolítica, social y estética no reflejó el encanto del mercado como lo hizo la política de la intimidad.

Pero Lacalle presidente probó su imagen en la gravedad. Vino la pandemia y el presidente se convirtió en víctima del destino que interrumpía su alegría cotidiana, estadista que afrontó la muerte junto a la sociedad, liderazgo en la incertidumbre.

Fue el momento alto y la escena de esplendor del presidente Lacalle, que surfeó el miedo y convocó a la ciencia –opuesta de lo frívolo– a través del Grupo Asesor Científico Honorario. Tueco fue enterrado en catacumbas.

La separación de Lorena Ponce de León y el estallido de los casos Astesiano y Marset reconfiguran y agudizan la política del espectáculo. La familia sale de la escena de la intimidad y Lacalle alterna el personaje del joven padre galán soltero, una selfie con Valeria Mazza, presidente en la cena de las emociones en Punta del Este, una charla con Luis Landriscina, compra un refresco con la tabla de surf, corta la carne del asado para los amigos. La medida y principio de la intimidad es la autenticidad de la proyección del ego, porque muchas personas sólo sienten verdadero, concreto, tangible, dotado de sentido, el mundo de yoes expuestos que producen confianza social. El modelo subjetivo de “autenticidad” se organiza sobre una estética moderna de las apariencias.

La política de la intimidad es la coartada de la intimidad de la política y del gobierno real desde estructuras impersonales del poder o del Estado profundo que mueven la historia en el anonimato, fuera del sentido social y del alcance de los controles democráticos y de la ley. Marset y Astesiano golpean la política de la intimidad en la confianza. ¿Traición del más cercano, seguridad de Loli? Lacalle afirma preguntando: “Ustedes me conocen, ¿verdad?”. En Watergate, Richard Nixon no cayó por violar una enmienda constitucional ni por atacar la democracia, sino por mentir. La tiranía de la intimidad es un diablo que devora su propia cola: al fin, ¿quién es Lacalle?

3. El reverso: movimiento social e ideología socialista

Mientras Lacalle tallaba su imagen de estadista y la estrategia comunicacional se desplegaba, el reverso era casi invisible.

En el territorio de la sociedad civil popular el poder conservador en construcción encontró su límite y distancia tangible en la solidaridad social que mujeres y vecinos de barrios pobres y clase trabajadora organizaron en el movimiento de ollas y merenderos populares, inmunes a las estrategias de comunicación.

Un movimiento de autogestión para afrontar el hambre dentro de una respuesta amplia y espontánea de integración y confianza social inédita en América Latina. Es parte del avance de la sociedad civil, en 15 años los sindicatos crecieron cuatro veces, avanzaron los movimientos feministas, de la diversidad sexual o del cooperativismo. Son el piso institucional y cultural de todo proyecto de hegemonía democrática en Uruguay.

El socialismo democrático asume la centralidad de la participación de sociedad civil y la ciudadanía con una visión integral de la organización territorial, las alianzas sociales y culturales y la comunicación que incluye la técnica, no la centralidad tecnocrática o la centralidad autoritaria de los jerarcas políticos burocráticos.

Es una corriente central de la izquierda uruguaya desde la matriz de Emilio Frugoni y José Batlle y Ordóñez hasta Tabaré Vázquez, y representa la conexión global original y futura de la izquierda con la región y el mundo. Trasciende orgánicas, José Mujica retoma sus ideas. Pero es un vacío dentro del Frente Amplio, hoy más homogéneo que nunca, menos coalición-movimiento, sin socialismo y resumido en tres grandes espacios: el Movimiento de Participación Popular (MPP), el Partido Comunista del Uruguay (PCU) y el seregnismo.

Desde los años 90 hasta el presente, de acuerdo con los estudios de opinión pública, en Uruguay el socialismo y el batllismo son las ideologías más valoradas por la amplia mayoría social. Esta valoración superlativa de bienes públicos es el reverso de la política de intimidad en la misma cultura política actual.

4. El modelo y el cansancio

La política de la intimidad nació como reacción y movimiento positivo. Las raíces son el cansancio y también el éxito del modelo frenteamplista. En 2007 La Vela Puerca lanzó un nuevo larga duración, El impulso. Era el clima espiritual de la mayoría social. El proceso frenteamplista elevó la plataforma productiva de Uruguay diversificando y aumentando exportaciones, niveles de consumo, aspiraciones de bienestar y productividad. El salto fue muy fuerte: en 2002 el producto interno bruto (PIB) per cápita era de 6.500 dólares y en 2019 alcanzó los 25.000 dólares. Una estrategia de desarrollo integral articuló políticas de estabilidad en materia fiscal, de reservas y deuda con una reforma impositiva estructural progresiva, promoción de inversión productiva e implantación de un sistema de innovación en ciencia y tecnología y un primer set de incentivos de las industrias culturales.

Los planes de emergencia y equidad fueron una respuesta nueva ante la situación del sector popular informal pobre y vulnerable.

El Estado de bienestar amplió su cobertura mediante el modelo de relaciones laborales centralizado, prestaciones no contributivas, aumento del salario mínimo y reforma de la salud, logrando bajas notables de la pobreza, reducción de la desigualdad y aumentos reales de salarios y jubilaciones superiores a 50%. Las reformas ambientaron una fortaleza inédita de la clase trabajadora como actor social, pero se mantuvo el aislamiento estructural de gran parte del sector popular informal. Se aprobaron más de 70 leyes de ampliación de los derechos colectivos y Uruguay se consagró como un país de avanzada mundial en derechos de las mujeres, diversidad sexual y derechos individuales.

Entre 2005 y 2013 el país logró un crecimiento anual de más de 5% del PIB y la formalización pasó de 40% a 75%, pero no avanzó más. Después el crecimiento se desaceleró.

Hacia 2015 se hizo evidente que el nuevo modelo alcanzaba sus límites y era necesario un nuevo impulso reformador. Pero ganaron el cansancio y el empate. El gobierno perdió conexión con la sociedad civil, pese a las reformas y al legado neocorporativo de instituciones públicas cruciales.

5. Más allá de la política de la intimidad, la vuelta del bien público

El ascenso de la política de la intimidad fue posible por el avance del capitalismo de consumo que consolidó el lugar privilegiado de la cultura de masas, la comunicación y la imagen como campo de formación de identidades sociales. El reverso de la fiesta del consumo y la explosión de metas compartidas por todos siempre es el crecimiento del miedo de la inseguridad. Desde 2015 la caída de precios de los commodities y el avance de la demanda salarial plantearon el problema de las fronteras de la productividad y el empleo. ¿El salario crecía más rápido que la productividad? Allí se derrumbó el capitalismo keynesiano de posguerra en Europa y Estados Unidos. Empezó una huelga de inversión y cayó el empleo. El ascenso conservador se fundó negativamente en la ubicación de la corrupción en el centro de la agenda mediática regional desde 2013.

Lacalle construye poder como sujeto personal que encarna un mandato cultural de ideales de individuo económico consumidor libre, en un mundo seguro, más ordenado, de contención de la demanda social y con transparencia institucional. Los casos Marset y Astesiano, situados en el corazón del poder, pueden ser el iceberg con el que choque el Titanic de la política de la intimidad. Exponer la alternativa excede este artículo, pero no es un proceso político autorreferencial, sino que debe ser un movimiento integral, comunicacional y territorial centrado en los bienes públicos y la calidad institucional, la ciudadanía y la capitalización de logros del país con un proyecto nuevo.

Desde 2014 el Frente Amplio experimenta un proceso gradual de homogeneidad interior y asimilación a una vaga idea de “partido” en la que resuena un malentendido unitario que llega a reclamos de acuerdos ideológicos. Sin la riqueza de la práctica de la autodefinición fundacional y vigente como “coalición-movimiento” que maximiza diversidad de ideologías dentro de la unidad de acción y programa es imposible construir una amplia mayoría social de progreso. No se trata sólo de “ampliar” el Frente Amplio, se trata de diversificar el Frente Amplio. Los aportes del MPP, el PCU y el seregnismo y de un espacio más pequeño con vocación radical son necesarios pero insuficientes.

La pregunta es si no estamos en la hora de suplir la ausencia y construir una gran fuerza socialista democrática desde el corazón de la identidad frenteamplista hacia amplios sectores progresistas que recientemente buscan otras opciones articulando bases de la sociedad civil, fuerzas de la ciencia, el trabajo, la cultura, la lucha por el ambiente y el movimiento de barrios. La verdadera experiencia socialdemócrata se plasmó en los países nórdicos, que son la referencia más nítida, como señala Bhaskar Sunkar, y el socialismo democrático la integra y la supera cando se define por el papel activo que atribuye a la ciudadanía y los sujetos plurales de transformación de la sociedad civil. En su sentido último el socialismo es la búsqueda del ideal de una sociedad que, contra la lotería de la cuna o los obstáculos a lo largo de la vida, construye siempre nuevas condiciones equivalentes para el pleno despliegue de nuestras variedades como individuos. Fuerzas liberales democráticas radicales pueden participar en la misma construcción, y así lo hicieron desde Batlle y Ordóñez hasta Frugoni en Uruguay.

Pero mientras que otras fuerzas locales reducen sus definiciones al Estado nación, el socialismo es un movimiento global que lucha por la expansión mundial, al decir de Fernando Filgueira, de la ciudadanía civil, social y política.

En Uruguay la injusticia y la exigencia de soluciones nuevas pueden alejar la política de la intimidad del futuro si las izquierdas construyen más amplitud y diversidad de su coalición-movimiento en torno al encanto de lo público y la ciudadanía.


  1. En el concepto de encuadre en estudios de comunicación confluyen las perspectivas psicológica y sociológica y refiere a “la idea central organizadora que da sentido a los acontecimientos y sugiere cuál es la cuestión tratada” (Sádaba, 2000, p. 70). Son esquemas de pensamiento para reducir la realidad de un acontecimiento noticioso por parte de los periodistas de acuerdo a espacio, tiempo y sus públicos. Las audiencias se encuentran activas frente a los encuadres de medios, puesto que también tienen encuadres provenientes de la cultura y experiencia personal (audience frames), que pueden coincidir o no con los provenientes de los medios (news frames).