En mi última nota publicada por la diaria, referida a las relaciones entre la internacionalización de la economía y el papel de las pequeñas y medianas empresas en dicho proceso, puse el acento en la importancia de este tema como parte de la transformación estratégica que requiere la búsqueda de niveles cada vez más altos de desarrollo económico y social.
Hoy quisiera ampliar el enfoque de este análisis y referirlo al carácter estructural de cambios como el mencionado antes, encarándolo, como fue dicho, desde una perspectiva de larga duración. Es preciso tener en cuenta desde un principio que, en un análisis de esta naturaleza conceptual, no sólo se abordan con esta postura los aspectos que están en juego, sino que se plantea todo el análisis y las conductas políticas que puedan derivar de sus resultados a la luz de una observación que suponga una larga duración y nos conduzca hasta las raíces más profundas de los temas en consideración.
Hay excelentes aportes para fundamentar una aproximación como la planteada antes. Entre los más destacados, quiero referirme a dos especialmente importantes: los que han realizado la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe (Cepal) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Por supuesto, ambas contribuciones parten de la base de que analizamos un Uruguay que vivió un estancamiento estructural profundo durante la segunda mitad del siglo XX, influido en particular por conflictos sociales muy graves y hasta por un quiebre institucional.
La Cepal tiene una larga historia en materia de análisis de larga duración y un hito fundamental de esta ha sido la llamada “trilogía de la igualdad”, que inspira toda la obra contemporánea de la institución. Ante todo, dicha trilogía se presenta, en primer lugar, como una construcción. Para tener igualdad hay que construirla y esa construcción es esencialmente política. Se trata de poner en práctica acciones deliberadas para llegar a situaciones que no caen del cielo ni obedecen a supuestos derrames del crecimiento que la historia niega. Hay que edificarlas.
Por esta misma razón, el Estado está llamado a cumplir un papel fundamental en esa construcción. No se trata de optar por una visión estatista, sino que reconoce una responsabilidad indelegable en la detección de realidades donde campea la inequidad y es inevitable diseñar una conducta política capaz de revertir esta realidad.
La afirmación anterior, como es obvio, no parece conducir a la ajenidad del sector privado en este proceso. La sociedad es una sola y el resultado de las acciones políticas es –en definitiva– consecuencia de las decisiones que tomamos todos permanentemente. En este escenario, el Estado buscará que dichas decisiones resulten coherentes con los objetivos que persiguen las políticas públicas, en este caso, una mayor igualdad en el acceso a los frutos del crecimiento. Por otra parte, cuando hacemos referencia al universo de destinatarios como generadores de acciones coherentes con el objetivo buscado no excluimos a nadie, ocupen el lugar que ocupen y cualquiera sea la responsabilidad que tengan.
Finalmente, junto al concepto de construcción política, al papel del Estado y los integrantes de la sociedad, la trilogía de igualdad de la Cepal se integra a una propuesta global de protección social que, además de apuntar a la construcción de igualdad desde la perspectiva de los ingresos, la integra en un marco global de búsqueda de mejores condiciones de vida para quienes están lejos de alcanzar buenos resultados en la calidad de dichas condiciones. Esto conduce al manejo de pilares contributivos y no contributivos en el diseño de un marco global de transformación social estructural e, inevitablemente, nos lleva a recurrir al instrumento fiscal.
De esta manera, entran en juego los dos grandes componentes de dicho instrumento, esto es, los ingresos y el gasto público. Según una abundante evidencia empírica mundial, este último constituye la principal herramienta en la búsqueda de la equidad y la construcción de un escenario de mejora en las condiciones de vida.
Creo que hoy Uruguay cuenta al menos con una decena de complejos con alta capacidad de influir en los cambios de la estructura productiva.
El aporte de la Cepal también apunta al diálogo social, tema sobre el que en Uruguay hemos logrado avances significativos durante los últimos años. Me refiero principalmente a la negociación colectiva y al diálogo como encuentro, confrontación de opiniones, negociación y resultados. Se trata de un compromiso de los integrantes de la sociedad, estén donde estén, ocupen el lugar que ocupen, tengan la responsabilidad que tengan, para llegar a una conclusión colectiva.
Por otro lado, tenemos a la OIT con su planteo de pleno empleo y trabajo decente, apuntando a una reflexión sobre la conexión virtuosa que puede haber entre aspectos productivos y sociales propiamente dichos en la búsqueda de una mayor competitividad de la economía. En otras palabras, el concepto de empleo decente no refiere solamente a tener trabajo, libremente elegido, debidamente remunerado, sino que también se involucra en la evolución de los niveles de productividad, porque el enfoque estructural del análisis, la larga duración a la que se apela para abordar el objeto de la observación es la que permite articular estos aspectos en una única conclusión.
En esta aproximación, el empleo es el motor del cambio. Es que la densidad productiva de vinculaciones entre actividades de diferente naturaleza nos indica dónde están las fuentes primarias de la igualdad o la desigualdad. Estas últimas nacen donde, como y cuando se produce y no cuando se distribuye.
Importa destacar que este análisis no puede suponer ni basarse en la tradicional categoría que hemos llamado “sector”, hoy totalmente superada. Tenemos que tomar como referencia el concepto de complejo productivo, lo que se debe a la articulación y la superposición de actividades, sin límites claros entre ellas y con labores compartidas.
Creo que hoy Uruguay cuenta al menos con una decena de complejos con alta capacidad de influir en los cambios de la estructura productiva. Quizá los más importantes son los que poseen mayor capacidad de irradiación a partir de una trama densa. De esta manera, sabiendo que existen claros complejos productivos como el forestal y la madera, la minería, la actividad metalúrgica, el turismo, los servicios globales, los procesos de investigación y los servicios jurídicos y financieros, los que tienen una trama de mayor intensidad son la biotecnología –con su capacidad para influir en la modificación de seres vivos– y la digitalización de la información.
La densidad de vinculaciones entre estas actividades productivas nos indica dónde se encuentran las fuentes primarias de la igualdad y la desigualdad, y las características que –en cada realidad– tendrían las transformaciones en el acceso a los frutos del crecimiento.