La Cámara de Diputados de Argentina tuvo ayer su última sesión, en la cual aprobó el Presupuesto enviado por el gobierno de Mauricio Macri para 2018. Fue el cierre de un período de diez días marcado por la votación en la cámara baja de la reforma previsional y por la dura represión de las fuerzas del orden a quienes se manifestaban en su contra. El gobierno obtuvo una victoria parlamentaria importante, pero también sufrió su primer revés y se mostró debilitado ante las movilizaciones, consideró, en conversación con la diaria, el politólogo y profesor de la Universidad de Buenos Aires Alejandro Frenkel.

“Este es el primer gran ajuste que hace el gobierno, más allá de muchas medidas regresivas que ya había aprobado, y no es casualidad que lo haya hecho después de ganar las elecciones”, dijo Frenkel, quien también opinó que hasta ahora el Ejecutivo estaba implementando una política económica “un poco más gradualista”, sobre todo en aquellas cuestiones que pudieran impactar en la opinión pública.

El analista consideró que la reforma y la manera apurada en que se aprobó tienen su explicación en que el gobierno estableció que su “principal objetivo económico y político” es el déficit fiscal, y de ahora en más habrá que ver qué medidas sigue adoptando en este sentido. Algunas de ellas ya están anunciadas, como el despido de trabajadores estatales y el aumento de tarifas públicas en los primeros meses de 2018.

La reacción a este ajuste, que Frenkel también calificó de “brusco”, no fue sólo de los sectores kirchneristas: “Trasvasó un poco más, hubo gente que votó al gobierno o que no tenía una opinión tan desfavorable que también salió a manifestarse porque claramente no apoyaba esta medida”, agregó. “Esto abre la incógnita de hasta qué punto la sociedad argentina puede empezar a tener posiciones más críticas contra el gobierno”, opinó.

También a nivel parlamentario la reforma hizo que apareciera un escenario nuevo: la unión de varios sectores opositores, en particular del kirchnerismo y el Frente Renovador de Sergio Massa. “Esto abre un nuevo panorama para la oposición, que en estos últimos dos años no se había unido de esa manera”, consideró Frenkel.

“El gobierno estuvo muy a la defensiva en este proceso” y dejó “varios signos de debilidad”, opinó el politólogo. “Haber aprobado una ley con una represión como la de jueves y lunes es un signo de debilidad”, señaló, así como “la retórica del golpismo”, que expresa una negación de la protesta social como una movilización espontánea, reduciéndola a un grupo de gente que obedece a un sector político. “Si el gobierno se cree esa retórica del golpismo, va a redundar en más paranoia y en un mayor nivel de confrontación política”, agregó.

Ahora la gran incógnita, planteó Frenkel, es si lo sucedido en estos días cambiará la postura del gobierno en las próximas reformas –la tributaria y la laboral–, si lo hará retomar el camino del gradualismo o si endurecerá su posición.