Puede ser que, después de todo, el tres sea el número de la suerte de López Obrador, que en los últimos años parece estar intentándolo todo por tercera vez. Después de su paso por dos partidos políticos —el oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI), de derecha, y el Partido Revolucionario Democrático (PRD), de izquierda—, y ya con más de 30 años de trayectoria política, López Obrador creó Morena en 2011. Con este último se postula a la presidencia mexicana para las próximas elecciones de México, previstas para junio de 2018. Antes, fue derrotado dos veces: en 2006 por Felipe Calderón y en 2012 por Enrique Peña Nieto, el actual gobernante mexicano. “La tercera es la vencida”, dijo el dirigente en agosto del año pasado, en una gira por el estado de Oaxaca en la que anunció que se estaba preparando para volver a pelear por la presidencia.

Y puede ser que tenga razón. La única encuesta difundida por el momento sobre las elecciones del año que viene —y que es atribuida a la presidencia de México— sitúa a López Obrador a la cabeza, con 30,2% de las preferencias, bastante alejado de los demás candidatos. Su partido se ve favorecido, fundamentalmente, por el debilitamiento del PRI, afectado por los escándalos de corrupción que involucran a sus dirigentes. También ayuda que el otro partido de peso en el país, el Partido de Acción Nacional (PAN), todavía no tenga un candidato definido. Si se mantiene esta tendencia, el partido de López Obrador podría desplazar al PRD como la primera fuerza de la izquierda mexicana. Para muchos, lo tiene merecido, después de tanto dar batalla. Para otros, es un personalista que aprovecha el momento para afiliarse a un partido y tratar de conquistar el poder. Lo que es innegable es que, a esta altura, el dirigente es un referente de la izquierda de México.

La vida después del PRD

El líder de Morena considera que no tuvo oportunidad de gobernar en el pasado porque fue víctima de procesos electorales fraudulentos. La primera vez que se postuló a la presidencia, representando a la Coalición por el Bien de Todos —integrada por el PRD, el Partido del Trabajo (PT) y Convergencia—, quedó a unos pocos votos de distancia de Calderón. Unos días después de las elecciones, la coalición electoral se declaró disconforme, alegó la existencia de fraude electoral e impugnó los resultados, solicitando a la vez un segundo conteo de los votos. Finalmente, el Tribunal Electoral del Poder Judicial resolvió volver a contar los votos de algunas regiones, y no de todas, y terminó dando el triunfo nuevamente a Calderón. Su mandato fue calificado de “ilegítimo” por López Obrador y sus seguidores.

Seis años después, cuando perdió con Peña Nieto, López Obrador volvió a denunciar el proceso por fraudulento y acusó a los medios de comunicación de “manipular” la campaña a favor de su rival. De hecho, la situación fue denunciada por distintas organizaciones civiles y dio pie a uno de los movimientos estudiantiles más importantes en México: el conocido como “Yo soy 132”, que durante semanas organizó marchas y asambleas para denunciar el “sesgo mediático” en la cobertura de las elecciones de 2012. Aunque el movimiento no apoyaba explícitamente a López Obrador, de manera indirecta respaldaba sus reclamos. “Aunque nos sigan atacando y nos acusen de malos perdedores, de locos, de mesiánicos, de necios, enfermos de poder y otras lindezas, preferimos esos insultos a convalidar o formar parte de un régimen injusto, corrupto y de complicidades que está destruyendo a México”, dijo el líder izquierdista después de que se anunciaron los resultados. En ese momento, prometió volver.

Sin embargo, estaba claro que no lo haría con el PRD, partido que integraba desde 1989 y que abandonó semanas después. En su momento, el dirigente dijo que se iba de esa formación porque quería iniciar un “proyecto nuevo”. En 2014, cuando Morena pasó oficialmente de ser una asociación civil a un partido político, López Obrador reconoció que había abandonado el PRD porque los dirigentes de ese partido habían apoyado a Peña Nieto en el llamado “Pacto por México”, un acuerdo político promovido por el gobierno para “impulsar el crecimiento económico” y ayudar en la “construcción de una sociedad de derechos”, según se lee en sus bases. “Los dirigentes y la mayoría de los legisladores del PRD aprobaron la reforma fiscal y con su colaboracionismo limpiaron el camino para la privatización del petróleo”, dijo en aquel momento en las redes sociales. “Además, considero que ser de izquierda, más allá de cualquier otra consideración, es tener buenos sentimientos y ser honesto. No es de izquierda el que le da la espalda al pueblo, ni es de izquierda el político corrupto”, agregó. De esa manera, metió al partido que lo impulsó como líder en la misma bolsa que el gobierno al que tanto se oponía.

De hecho, el mensaje central de su campaña electoral para las próximas elecciones va dirigido contra la “mafia del poder” que, según sostiene López Obrador, incluye al PRI, a las cúpulas empresariales y también al PRD.

En la búsqueda de un lugar

El líder izquierdista nació hace 63 años en Macuspana, una pequeña ciudad del estado de Tabasco, al este de México. Hijo de madre y padre comerciantes, López Obrador siempre sintió más interés por los libros y, después de terminar el liceo, cursó la carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Nacional Autónoma de México. Los primeros años allí coincidieron con sus primeros pasos en la política: a mediados de la década de 1970 se afilió al PRI, para colaborar en la campaña de Carlos Peciller a senador de Tabasco. De 1977 a 1982 fue delegado del Instituto Nacional Indigenista en el mismo estado, y desde ese puesto atendió las necesidades de los indígenas de la región de Nacajuca, ciudad en la que llegó a vivir durante cinco años.

A principios de 1983 fue elegido presidente del comité ejecutivo estatal del PRI, cargo al que renunció unos meses después, antes de volver a la Ciudad de México. Ya instalado allí, asumió en 1984 la dirección del departamento de Promoción Social del Instituto Nacional de Protección al Consumidor.

Sus posturas ideológicas empezaron a cambiar cuatro años después, cuando se unió al grupo de militantes del PRI encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo. Ese mismo año, se integró al Frente Democrático Nacional (FDN) —un grupo formado por disidentes del PRI que se identificaban más con la izquierda— y con ellos se postuló como candidato a gobernador de Tabasco. En esas elecciones, López Obrador perdió. Su movimiento denunció la adulteración de actas electorales y el relleno de urnas, y exigió la anulación de las elecciones. En paralelo, el entonces candidato realizó una gira por su estado natal para alertar sobre un “clima de autoritarismo y represión”, días después de que la Policía reprimió violentamente las manifestaciones de los seguidores del FDN que protestaban por el fraude. En 1989, López Obrador publicó su primer libro, Tabasco, víctima de un fraude, sobre aquellos días.

Tras la derrota en su propio estado, el político abandonó el FDN y se unió a un recién formado PRD. En esa época, su militancia se caracterizó por una feroz oposición a un PRI que ya en aquel entonces consideraba corrupto. Además, colaboró en los movimientos de resistencia de campesinos y obreros petroleros afectados por ciertas actividades de sobreexplotación de hidrocarburos por parte de la petrolera estatal Pemex en el estado de Tabasco. Poco a poco, la gente lo fue conociendo.

En 1994 volvió a intentarlo en las elecciones de gobernador de su estado, esta vez como candidato por el PRD. También perdió contra el candidato del PRI. Y, también, impugnó los resultados, llamó a la resistencia civil y marchó a la Ciudad de México, en una protesta que fue respaldada por el PAN y el PT. No sirvió de nada.

Su suerte cambiaría en abril de 1996, cuando se postuló para la presidencia nacional del PRD y ganó, a pesar de haber competido con dos pesos pesados y miembros fundadores de la formación. Durante su gestión al frente del PRD, que duró hasta 1999, el partido ganó la primera elección de jefe de gobierno de la Ciudad de México, el Distrito Federal, con Cárdenas como candidato.

Un año después de abandonar la presidencia de su partido, López Obrador ganó las elecciones de la Ciudad de México y se convirtió en su jefe de gobierno. Fue su primer hito. No obstante, el final de su mandato se vio empañado por los llamados “videoescándalos”, que aparecieron en 2004. Era una serie de videos filmados con cámaras ocultas en los que se veía a varios colaboradores cercanos del entonces jefe de gobierno haciendo maniobras corruptas con el empresario argentino-mexicano Carlos Ahumada. El lío de los videos significó para López Obrador la apertura de un proceso para quitarle su fuero constitucional y así someterlo a juicio. El dirigente dijo que se trataba de una estrategia del gobierno para evitar que pudiera presentar su candidatura a la presidencia. Se organizaron varias movilizaciones para apoyarlo, que resultaron masivas. Finalmente, en 2006, pudo presentarse.

Primera prueba

Todavía falta un año para las elecciones presidenciales mexicanas. En el camino que le queda por recorrer, el primer gran desafío de López Obrador está en las elecciones a gobernador del estado de México, que tendrán lugar mañana. Por la importancia de este estado, el más poblado del país y gobernado por el PRI desde hace más de nueve décadas, estas elecciones son consideradas un termómetro de las presidenciales de 2018. Los números muestran que Morena tiene chances. Por primera vez en todos estos años, la competencia está reñida. De acuerdo con un sondeo publicado el miércoles por el diario El Universal, el candidato del PRI, Alfredo del Mazo, se quedaría con el gobierno del estado al reunir 33,8% de las preferencias, seguido muy de cerca por la aspirante de Morena, Delfina Gómez, que obtendría 29,3%. En cambio, otra encuesta difundida el mismo día por el diario Reforma sitúa a Gómez como vencedora con 31,9% de las preferencias, seguida por Del Mazo con 30,7%. Gómez cuenta con el apoyo de varios líderes del PRD, que llamaron a votar por la aspirante de Morena para “terminar con la hegemonía del PRI en su principal bastión”. En tanto, el candidato del PT, Óscar González, abandonó su candidatura y también llamó a votar por Gómez. Una victoria en las elecciones del estado de México daría al partido de López Obrador su primer gobierno en un estado, lo que mostraría que su discurso contra la corrupción está conquistando votantes e impulsaría su carrera por la presidencia.