Es millonario y nunca trabajó en una escuela. Sin embargo, dirige desde 2012 el Sindicato de Obreros y Empleados de Minoridad y Educación (SOEME), uno de los gremios docentes que agrupa a porteros, cocineros y personal de maestranza de colegios e instituciones formativas.

Aunque alberga condimentos particulares, el caso de Marcelo Balcedo, detenido el jueves a las 6.30 en una chacra ubicada en Playa Verde, Maldonado, ofrece una variante no tan inusual del sindicalismo argentino: la de un jefe gremial que heredó el puesto de su padre, enrolado, por decantación, en la derecha peronista, aunque con espíritu versátil para tejer conexiones con diferentes ramas de la política.

Balcedo fue detenido en la chacra “El Gran Chaparral” junto a su pareja, Paola Fiege, a raíz de una alerta roja de Interpol solicitada por el juez federal de La Plata Ernesto Kreplak, en una causa por supuesto enriquecimiento ilícito, lavado de dinero y malversación de fondos públicos.

El SOEME, que declara unos 35.000 afiliados, pasó a ser dirigido en 2012 por Marcelo Balcedo tras la muerte de su padre, Antonio, un antiguo aliado del todavía poderoso líder sindical Hugo Moyano.

Antes de morir, Balcedo padre se asoció a un sector denominado 62 Organizaciones, que en los últimos años funcionó como la central sindical de apoyo a Mauricio Macri, liderada por el gremio de los trabajadores rurales, que congrega a los asalariados peor pagos y más explotados del país.

El secretario general de SOEME, sobre quien pesa prisión preventiva de un mes a la espera de la extradición a Argentina, rompe el molde en más de un sentido.

Por un lado, es ingeniero y cursó una maestría en Estados Unidos, rareza entre sus pares sindicales. A su vez, la familia Balcedo, con base en La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, incursionó hace 25 años en medios de comunicación, que fueron utilizados sin disimulo con fines extorsivos. Y en tercer lugar, sobre el jefe sindical pesa la sospecha de lavado de dinero de la banda narcotraficante más famosa de Argentina, Los Monos, que opera en Rosario (300 kilómetros al norte de Buenos Aires), pese a que buena parte de sus miembros fueron condenados.

Miguel Graziano, periodista de La Plata que trabajó en el diario Hoy, conoció de cerca los métodos brutales de los Balcedo. Define ante la diaria el trazo ideológico de la familia: “Se dicen peronistas, hay que ubicarlos en la derecha, pero lo que los manejó siempre fue el billete, sobre todo a Marcelo, el más hábil de todos ellos”.

La suntuosa “El Gran Chaparral”, los 500.000 dólares en efectivo, las armas y los autos de alta gama no hicieron entrar a los argentinos en estado de shock por el hecho de que un jefe de un sindicato mediano, acotado principalmente a la provincia de Buenos Aires, exhibiera semejante fortuna.

Que la riqueza de Balcedo no sorprenda tampoco valida de por sí el estereotipo de que la venalidad es la norma del sindicalismo argentino. Hay gremios importantes, como los de docentes, empleados del subterráneo y un sector de los estatales, que eligen a sus autoridades con voto directo de sus afiliados, y sus líderes tienen un pasar económico discreto.

El sistema de sindicato único y padrones amañados delimitan la diversidad en un marco de elección indirecta de autoridades, que es el que prima. No obstante eternos y oscuros liderazgos, el arco de referentes peronistas es amplio en cuanto a métodos, ideología e integridad, mientras que, desde la crisis de 2001, han avanzado corrientes de izquierda, sobre todo trotskistas.

La forma más usual de enriquecimiento de sindicalistas es mediante sociedades manejadas por testaferros, que brindan servicios al gremio y a las obras sociales (seguro médico descontado del recibo de sueldo, que es manejado por el sindicato). Sanatorios, laboratorios, aseguradoras de riesgos de trabajo, centros de recreación y hoteles han sido vehículos utilizados para construir pequeños imperios económicos.

La otra pata de un buen negocio sindical es asegurarse una base sólida de afiliados, algo que requiere anuencia del Estado. Así fue como Balcedo, pactando con gobiernos peronistas de la provincia de Buenos Aires, logró imponer afiliaciones compulsivas al SOEME.

Por todos los medios

Pero el método Balcedo parece haber ido bastante más allá. Entre 2007 y 2009, el hoy detenido se mantuvo prófugo de la Justicia, que lo investigaba por supuestas extorsiones vinculadas al negocio del juego. El proceso judicial naufragó sospechosamente. En 2015, la Unidad de Información Financiera hizo una denuncia contra Balcedo por retiro de dinero en efectivo de las cuentas del SOEME por 53 millones de pesos (unos 5,3 millones de dólares al cambio de entonces). Los fondos provendrían de Los Monos y habrían ido a parar a algunas de sus empresas en La Plata. Además, como se ve que a Balcedo le gustan los autos, Los Monos le habrían dado el gusto de poner a nombre de un allegado una importante flota de vehículos de alta gama.

Los Balcedo en tanto empresarios periodísticos merecen un capítulo aparte. Sus principales medios en La Plata son la radio FM Red 92 y el diario Hoy, en los que el pago en negro y los bajos sueldos han sido la norma hasta hace poco. Miriam René Chávez de Balcedo, alias “Nené”, madre de Marcelo, exhibió modos gansteriles para amedrentar a trabajadores. La mujer protagonizó despidos de periodistas con cuerpo y alma. Ella misma los empujaba fuera de la redacción. “Andate porque lo voy a llamar a Garachico; te tiro por el balcón”, le gritó a un periodista delante de compañeros. Gabriel Garachico, guardaespaldas de Nené y de Marcelo hasta 2011, se presentaba como hijo del ex agente de la Policía Bonaerense Julio César Garachico, condenado a prisión perpetua en 2014 por su participacíon en la represión de la dictadura. Para Graziano, esa relación de parentesco no era cierta y fue utilizada como pantalla para amedrentar.

No hubo medio más hostil hacia los Kirchner que el periódico Hoy. Sus composiciones de tapa son tan explicitas como hilarantes. “Unidos por la corrupción”, rezaba un título de 2014 con la imagen de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) y su gabinete; “La década Korrupta”; “No me voy a comer a nadie” (CFK ataviada de Drácula); “Estalló la economía - el cinismo de Cristina”; “A los canallas [CFK y su hijo Máximo] ni olvido ni perdón”; “La morsa narco” (con imagen de un alto funcionario sindicado por Jorge Lanata como un narcotraficante, sin pruebas judiciales hasta ahora); “La medusa kirchnerista [el controlador de precios Guillermo Moreno]”. Los ejemplos siguen. Las tapas de Hoy eran pegadas como gigantografías por toda la capital bonaerense.

Por una de esas vueltas de la política argentina, Hoy recibió cuantiosas sumas de publicidad oficial por parte del gobierno de Daniel Scioli, el candidato presidencial que eligió CFK en 2015. Tras el triunfo de Macri, Marcelo Balcedo desplazó a su madre Nené de la dirección del medio; amplió y regularizó algo la redacción, y retomó por orden judicial a empleados que habían sido despedidos a punta de pistola.

A Macri y, en especial, a la gobernadora y aliada del Presidente, María Eugenia Vidal, los medios de los Balcedo les han prodigado buen trato, pero últimamente comenzaron a alternar títulos en sentido contrario. Mientras el sindicalista hoy detenido hizo tándem con Vidal para cerrar paritarias docentes, había pactado apoyos con CFK en las pasadas elecciones legislativas. El jueves, cuando Balcedo fue detenido, los medios de Clarín y otros oficialistas apuntaron en sus titulares sobre la detención en Uruguay de un “sindicalista K”.

Uno más

Ayer se entregó a la Justicia argentina Mauricio Yebra, el secretario privado de Balcedo. La entrega fue en el juzgado federal de La Plata, dirigida por el juez Ernesto Kreplac, que horas antes lo había declarado prófugo en la causa por presunto lavado de dinero en la que también está acusado Balcedo. Yebra es responsable administrativo del Sindicato de Obreros y Empleados de Minoridad y Educación, que preside el sindicalista detenido en Punta del Este.

La clave del poder sindical

Las Obras Sociales constituyen un pilar fundamental del sistema de salud argentino, ya que atienden a más de la mitad de la población, 22,6 millones de personas, incluidos casi cinco millones de jubilados afiliados al Programa de Atención Médica Integral, según el censo de 2010. En cuanto al resto, son asistidos por prepagas privadas 10% de la población con mayores ingresos, y por el sistema público 37% (porcentaje algo mayor que el de los empleados en negro).

Cada trabajador en blanco ve descontado de su recibo salarial 3% en concepto obra social, que en su mayoría son administradas por los sindicatos. Estas entidades, unas 300 en todo el país, están divididas por ramas de actividad laboral. Alcanzaron su auge entre el primer y el tercer peronismo, es decir, entre 1946 y 1976. Además de brindar servicios de salud, extendieron su actividad al turismo y planes de vivienda.

Las consecuencias sociales de la dictadura desestabilizaron su funcionamiento, que trabajaba aceitadamente con niveles de ocupación plena. Al desempleo y los problemas financieros se sumó la corrupción endémica de los sindicatos. La ola privatizadora de los 90 encontró a muchas obras sociales fundidas, un escenario que se combinó con una altísima desocupación y la feroz crisis 1999-2002. El peronista conservador Carlos Menem había flexibilizado el sistema y luego, con la recuperación de la actividad económica, se recompusieron los servicios, aunque padecen hasta hoy deficiencias no subsanadas.

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