Daniel Moreno quería ser historiador pero terminó, por necesidad, en el periodismo. A los 24 años, en 1989, ingresó al periódico Unomásuno, luego pasó a El Financiero y unos años después, en 1993, participó en el nacimiento de Reforma. Siguió su carrera en los principales medios mexicanos: El Universal, Milenio, Excélsior y W Radio. En 2010 fundó Animal Político, un portal especializado en el periodismo de datos, que ha publicado decenas de investigaciones sobre corrupción, derechos humanos, narcotráfico, violencia de género y migración.

Para la última campaña electoral mexicana impulsó, desde Animal Político, una coalición para combatir el fenómeno de las llamadas “noticias falsas”. Se llamó Verificado. La experiencia fue tan exitosa que ya ha sido nominada para varios premios y empezó a ser un caso de estudio para las principales escuelas de periodismo del mundo. Esta semana estuvo en Montevideo para participar en la conferencia sobre el impacto de la desinformación en los ciclos electorales, organizada por la la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la oficina de UNESCO en Montevideo, la Fundación Friedrich Ebert en Uruguay (Fesur) y Observacom.

¿Cómo nació la idea de Verificado?

De la combinación de dos factores. El primero: en Animal Político ya teníamos un espacio de verificación que se llamaba “El Sabueso“, dedicado a verificar el discurso de la clase política. El segundo: empezamos a tener noticias sobre varias experiencias internacionales, en Estados Unidos, Francia y Reino Unido, de asociaciones de medios que se habían dedicado a la verificación de noticias falsas durante las campañas electorales. Con este panorama, los colegas de AJ+ [de la cadena Al Jazeera], que tiene una sucursal en México y que son especialistas en la producción de videos, nos propusieron una alianza para generar un espacio de verificación en la campaña electoral, una especie de coalición.

¿Cuánto faltaba para la elección?

Faltaban 11 meses cuando empezamos a hablar. Nosotros no sólo aceptamos la propuesta, sino que planteamos ampliarla, porque venía una elección presidencial que, a todas luces, era compleja. Todas las encuestas ya manejaban la posibilidad de que [Manuel] López Obrador fuera electo. Era un candidato que llevaba ya 12 años buscando ser presidente, que era alguien distinto a la clase política que históricamente ha gobernado al país,y que, además, ya había padecido en 2006 lo que él denunció como un fraude electoral. Y con motivos, porque se probó, en los hechos, que en esos comicios existieron irregularidades importantes que modificaron la voluntad popular.

O sea que pintaba feo.

Pintaba muy feo, sí. Ya se hablaba de una campaña que podía ser dura y por eso esta propuesta nos pareció pertinente. Nosotros queríamos seguir con “El Sabueso”, pero la posibilidad de ampliarlo nos pareció atractiva. Luego sumamos a Pop-UP Newsroom, una organización inglesa que brinda cursos y capacitación en fact-checking. O sea que en las primeras definiciones editoriales estuvimos Animal Político, Aj+ y Pop-Up Newsroom.

En principio definimos tres cosas: primero, enfrentar las noticias falsas, que eran ya un tema de discusión en todo el mundo; segundo, la verificación del discurso de los candidatos y tercero, apostar al contenido educativo. Esto último allá es muy importante, porque tenemos una tradición de fraudes electorales y había que explicar cómo funciona todo el proceso electoral. También en esta fase definimos el nombre del proyecto [Verificado] y generamos los primeros contenidos.

Luego vino una segunda fase, muy importante: definimos no apostar a nuestros propios espacios de verificación, sino a la creación de otro medio nuevo, en alianza con los principales medios del país, que empezaron a difundir estos contenidos. En definitiva, Verificado terminó siendo una marca cuya propiedad, de alguna manera, correspondía a un grupo amplio y plural de medios de comunicación, universidades y organizaciones de la sociedad civil. Al principio del proceso éramos 60 entidades y terminamos siendo casi 100. Todos atrás de un solo medio de verificación, que tenía un equipo estable, de unas 20 personas, que trabajó con mayor intensidad a medida que se acercaba la fecha de la elección.

Animal Político tenía ya un acumulado en cuanto a contactos con otros grandes medios.

Sí, era ya una práctica regular en Animal Político, desde sus inicios. Siempre establecimos alianzas con otros medios para la difusión de nuestros contenidos. Desde el principio de Animal Político asumí que, para nosotros, era más importante que los contenidos tuvieran más lectores que sólo generar visitas en nuestro propio sitio. Compartir con otros medios nuestras investigaciones fue una práctica común; el ejemplo mas claro fue “La estafa maestra” (ver recuadro) que terminó siendo publicado por 25 medios. Esto sirve mucho, sobre todo para un país como México, donde los medios locales, ya sean de Sinaloa, Yucatán o de cualquier otro sitio, siguen siendo muy importantes, a pesar de su lejanía con los grandes centros de poder del país.

Esas alianzas sirvieron para legitimar la marca Verificado.

Exactamente, que es algo muy importante en estos proceso. Al lograr que 100 entidades y medios se paren detrás de un mismo proyecto, terminás llegando a mucha gente, muy diversa. Además de medios estatales o públicos, fue muy importante la participación de medios nativos digitales, que son consumidos por gente más joven. Y los medios tradicionales, que iban desde el canal de televisión más importante de México, Televisa, hasta la revista más importante del país, Proceso, el sitio de información tradicional más grande, El Universal. O sea, logramos sumar a medios muy diversos, con intereses y líneas editoriales muy diversos, algo que terminó legitimando todo el proceso. Creo que eso fue lo más importante.

¿Cuál fue la reacción de la clase política?

La primera reacción fue dura, porque los políticos no están acostumbrados a que los trates de mentirosos cuando lo son. Y tampoco están acostumbrados a que en una elección haya un grupo de medios que quieran jugar limpio; están acostumbrados a una prensa que con cierta frecuencia apuesta más por un candidato o por otro.

Algo que también forma parte del problema.

Exacto, nosotros desde el principio dejamos en claro que lo único que queríamos era jugar limpio. Que nuestra verificación era con el único ánimo de servir a los lectores. Y ya eso fue una sorpresa para muchos. También les sorprendió la coalición de medios; déjame presumir, en ningún otro país del mundo se formó una coalición de medios tan grande detrás de un objetivo específico. Creo que la presencia y la fuerza que adquirió Verificado permitió que la misma clase política entendiera los beneficios que podía significar para ellos algo así. Objetivamente, Verificado sirvió para frenar varias estrategias políticas que estaban sustentadas en la difusión de noticias claramente falsas.

O sea que tuvo un efecto regulador.

Yo creo que sí, porque al principio de la campaña, cuatro meses antes de la elección presidencial, la difusión en redes sociales de información falsa era algo común y fue disminuyendo conforme se acercaba la elección, porque nos dedicamos, con mucha velocidad, a desmentir ese tipo de noticias. Y ahí ya se cortaban las polémicas que estaban sustentadas en disparates.

¿Qué tipo de noticias eran?

Me refiero básicamente a las notas más burdas, que apelan a la emoción y que se publican en portales que nadie registra. Por ejemplo, las clásicas de que tal candidato de la izquierda era un empleado a sueldo del gobierno de Venezuela o que tal candidato de la derecha tiene tantos hijos no reconocidos. Hablo de esas cosas que apelan a generar indignación, pero de la manera más burda. Se vieron mucho al principio, cuando las encuestas ya eran claras respecto al favoritismo de López Obrador, que terminó siendo quien más recibió este tipo de golpes. Otra típica: la imagen borrosa de alguien subiéndose a un Lamborghini, con un texto que decía que era el hijo de López Obrador. Esa era una clásica, y era compartida cientos de miles de veces, con los comentarios clásicos del tipo “mirá cómo viven estos de izquierda”. Hoy cualquiera puede usar herramientas digitales para probar que esa foto no era del hijo de López Obrador, pero en el arranque la campaña fue importante colocar la discusión en la agenda.

También verificaron los debates presidenciales.

En México hubo tres debates presidenciales, y la gente consumió mucha información sobre el tema. Verificábamos unas 20 frases de los tres principales candidatos. Y cuando decíamos que tal frase era falsa o que la otra era cierta, eran notas que tenían una respuesta muy importante de los lectores. Fueron historias que se leyeron y compartieron muchísimo esa misma noche, porque claro, estaba todo el país mirando. Verificado terminó teniendo literalmente millones de visitas y la marca se posicionó muy rápido. Fue algo de consumo popular, digamos. Si sumáramos las visitas de todos a las notas de Verificado, podríamos estar hablando de 30 o 40 millones de visitas en un plazo muy corto. El hecho de que el principal noticiero de televisión le haya dado un espacio a Verificado [lo mismo pasó con las radios más importantes] permitió que la marca tuviera mucho peso.

Has subrayado que los medios que participaron en la coalición tenían líneas editoriales muy heterogéneas. ¿Es una condición básica para que algo así funcione?

Yo diría que es una condición, sí, porque el chiste es sumar lectores bien diversos. La gente tiene derecho a consumir solamente un canal de televisión o a leer solamente un periódico, pero entonces la gracia consiste en poder sumar a todos esos lectores. Parto de la base de que puedo tener diferencias con la línea editorial de otro medio, pero también confío en mi criterio de poder identificar que ese medio con el que discrepo hace un periodismo honesto. ¿Y porqué entonces no aliarme con ese medio detrás de un objetivo concreto? Las diferencias ideológicas o de línea editorial no deberían ser razón suficiente como para anular esa posibilidad. Además, el problema de aliarte siempre con los que son de tu mismo círculo sería, en definitiva, que terminarías siempre hablándole a los mismos lectores.

Algo que no solucionaría el problema de fondo: la difusión de noticias burdamente falsas.

Exacto, por eso para nosotros fue muy importante abrir el abanico, incluyendo al trabajo con muchos medios nativos digitales, que tienen una lógica completamente distinta y que llegan a gente mucho más joven, a veces con contenidos más ligeros. Pero si publicaban notas de Verificado y llegaban a ese universo de 18 o 20 años, también era algo muy importante para el proyecto.

Hablaste de la participación de las universidades y de la sociedad civil. ¿En qué consistió?

En una primera etapa, el respaldo de las universidades públicas y privadas, y de las principales organizaciones de la sociedad civil fue vital para nuestra legitimidad. Y una vez en marcha, fue importante contar con sus expertos. El acuerdo fue: si ustedes tienen a alguien que sea especialista, por ejemplo, en medio ambiente, cada vez que un candidato hable sobre el tema, nosotros vamos a comunicarnos con esa persona, para que nos diga si es correcto lo que se está diciendo y para que nos pase los datos más actualizados que sustenten o refuten aquello que se está diciendo. Es una gran ventaja, porque el periodista quizás tarda el doble o el triple de tiempo buscando esa misma información, entonces era muy provechoso contar con el respaldo de ese experto. En México hay una explosión de organizaciones de la sociedad civil vinculadas a temas como movilidad urbana, justicia, ambiente o desigualdad, por nombrar algunos.

¿Ellos estaban en la redacción o era algo más a distancia?

Depende. Lo normal era un contacto a distancia, los buscábamos por temas específicos y ellos ya sabían quiénes éramos, pero durante los debates presidenciales la lógica fue más presencial. Juntábamos un equipo de unas 80 personas, de las cuales la mitad eran investigadores universitarios y la otra mitad periodistas. Y ahí trabajábamos más cerca. Veíamos juntos el debate, seleccionábamos juntos las frases a verificar, y luego investigadores y periodistas formaban pequeños equipos para verificar ya las frases en particular.

En la coalición no participó ninguna autoridad gubernamental. ¿Cómo fue esa discusión?

Fue una decisión, claramente. Son fuente de información, pero no mucho más que eso. Te diría que tuvimos una muy buena relación con las autoridades electorales; a ellos les interesaba y les convenía que existiera un espacio independiente como Verificado, incluso al momento de darle mayor credibilidad a muchos de sus mensajes. Y, además, tuvimos puerta abierta para confirmar todo tipo de informaciones con ellos, pero su participación no fue más que eso. Y tampoco son una fuente de información definitiva, es alguien que tienes que consultar y nada más.

Por todo lo que contás, parecería que el proceso de Verificado terminó siendo muy bueno para el ejercicio del periodismo.

Estoy convencido de que sí, que sirvió para ganar un poco más de crédito. Porque la verificación es básicamente la esencia del trabajo periodístico, no hay que inventar muchas cosas. Puedes aprovechar mejor algunas herramientas digitales, pero básicamente se trata de recuperar la esencia del periodismo, en el sentido más clásico. Es volver a las raíces. Lo único que hacemos en una verificación es lo que todo periodista debería hacer: verificar antes de publicar y contarlo bien. No tiene mucha más ciencia que eso. El proyecto de Verificado nació como una necesidad de recuperar lo que plantean los viejos manuales de periodismo. Creo que eso valida, apoya, respalda y legitima al periodismo. En México el periodismo padece, con frecuencia, de una gran falta de credibilidad, y en muchos casos hay razones valederas para que eso suceda. Por eso, tener un espacio amplio que retomara principios básicos era algo que importaba.

Y otra cosa fundamental: retomamos también la convicción de que los periodistas, en definitiva, lo más importante que hacemos es brindarle un servicio a los lectores. Y en aras de ese servicio, fuimos capaces de aliarnos tantos y tan diferentes, sabiendo que en otros escenarios competimos pero que ahora teníamos una misión común, con la certeza de que la información verificada puede ayudar a la democracia y a mejorar el debate público, a que la gente tome decisiones informadas. Por eso, Animal Político prefirió sacrificar su propia marca [“El Sabueso”] para construir una marca que sólo iba a tener vida durante las elecciones, porque en el fondo nuestro interés era contribuir desde el periodismo a la democracia.

Ese descrédito del periodismo del que hablabas, ¿tendrá que ver con que esos manuales clásicos estaban un poco abandonados? Como que en algún momento, esa barrera entre el periodista y el opinador-influencer empezó a ser más difusa para todos.

Estoy convencido de que abandonamos algunos procedimientos básicos. Particularmente en el periodismo mexicano, aunque también en el resto de América Latina, padecimos algo parecido: los medios se sienten un poder. Nos sentimos un poder y nos creímos, demasiado a rajatabla, todo aquello del cuarto poder. Asumimos de repente que la opinión era más importante que la información, y empezamos a reproducir dichos, en lugar de investigar los hechos. Eso ha sido un gran mal del periodismo, en México y en parte de América Latina. Esto de olvidar los básicos ha sido una constante en muchos países. También es cierto, por otro lado, que hoy se hace más y mejor periodismo que en cualquier otro momento de la historia de América Latina., pero no podemos negar que los periódicos tradicionales y las grandes televisoras han jugado más en un papel de actor político que de servicio a sus lectores.

La estafa maestra

“La estafa maestra” fue la investigación periodística más pesada en la historia de Animal Político. Publicada en setiembre de 2017, demostró cómo el gobierno mexicano, a diferentes niveles, desvió unos 400 millones de dólares a través de unas 130 empresas fantasma. La trama, que implicó a dependencias estatales, universidades públicas y empresas privadas, generó un terremoto político, que todavía se investiga en los juzgados mexicanos. La investigación periodística recibió hace unos meses el premio Ortega y Gasset en la categoría mejor historia o investigación periodística.