Biblia, Buey y Bala. Esas tres “B” son las iniciales de tres temas capitales de las representaciones conservadoras del Congreso brasileño que con la ascensión de Jair Messias Bolsonaro irán del parlamento al Palacio del Planalto, a partir del próximo primero de enero de 2019. El ex capitán del Ejército que acaba de ser electo por los brasileños, milita en los tres grupos, el de los evangelistas neopentecostales, el de los ganaderos y terratenientes, y el de los militares, que ocuparán más escaños que nunca en la próxima legislatura.

Bolsonaro será el 16º presidente militar de la historia de Brasil y el tercero que llegará por las urnas, después de Hermes da Fonseca, en 1910 y de Eurico Gaspar Dutra, en 1945. Será también el primer presidente devoto de una iglesia neopentecostal, la Iglesia Batista Atitude (Actitud), que frecuenta con su familia.

Bolsonaro, tiene además, parientes interesados en invadir tierras de quilombos para criar ganado, en la región del Valle de Paraíba, interior del estado de São Paulo donde pasó parte de su infancia. El portal De Olho nos Ruralistas (Ojo con los Ruralistas) reveló en un reportaje que el cuñado del presidente electo, Teodoro Konesuk, fue condenado a devolver tierras quilombolas, que pertenecen a familias de esclavos, en El Valle de Ribera, interior de São Paulo, y que acosa a los agricultores para invadir nuevamente esas áreas.

Los grupos defensores de la Biblia, del ganado y de las balas, que Bolsonaro personifica, no tienen una representación formal en el Congreso, pero se organizan en frentes parlamentarios suprapartidarios que defienden intereses comunes, y que han crecido considerablemente en función de la ola de votos de Jair Bolsonaro en la primera vuelta, cuando se realizaron también las elecciones para el Legislativo.

El Partido Social Liberal (PSL), de Bolsonaro, es una especie de colcha de retazos, un partido de alquiler que fue el único dispuesto a aceptar al ex capitán cuando ningún otro grupo quiso vincularse a los discursos machistas, racistas y homofóbicos, y a otras polémicas del ahora presidente electo. Entre los campeones de votos del partido, que gracias a Bolsonaro saltó de 8 a 52 diputados, se destacan pastores de iglesias neopentecostales, militares y un ex actor pornográfico, que propone la pena de muerte, la persecución de las ONG y movimientos sociales, que confunde con terrorismo.

“Tendremos que separar lo que fue campaña y lo que será un hecho. Lo que es una bravata, lo que es un discurso conservador para ganar la elección, lo que es realmente, lo que un presidente como Bolsonaro puede hacer efectivamente”, explica Humberto Dantas, doctor en Ciencia Política de la Universidad de São Paulo (USP), sobre el nuevo mandatario, que es una incógnita.

Bajo el lema de campaña: “Brasil por encima de todo. Dios por encima de todos”, Bolsonaro llevará al Planalto un país de patriotas que se envuelven en la bandera verde-amarilla nacional, una imagen constante desde las marchas de 2013, cuando los grupos más conservadores se adueñaron de esos colores en oposición al rojo de la bandera del Partido de los Trabajadores (PT), asociado a la izquierda y a los sindicatos y a los principales movimientos sociales. En las calles de Brasil entre amarillos y rojos, se lee en las vestimentas como derecha e izquierda.

La Biblia

“Hay una utilización de la Biblia para legitimar la acción de Bolsonaro y una demonización de la izquierda muy grande. Una idea de que si uno es cristiano no puede ser de izquierda ni petista. Todo colocado como un fundamento político. Es un neofundamentalismo religioso”, explica la socióloga española Esther Solano, doctora en la Complutense de Madrid y profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de São Paulo (UNIFESP), que estudia el bolsonarismo y los procesos conservadores brasileños.

En un estado, que la Constitución define como laico, los principales candidatos presidenciales hicieron romerías a iglesias de todos los credos, en especial a las de los grupos neopentecostales, que se han vuelto una fuerza electoral. Entre políticos que pasaron la campaña agradeciendo a Dios y dándole glorias, Bolsonaro era el que tenía mejor tránsito entre los dos principales grupos, la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD), del obispo Edir Macedo, y de la Asamblea de Dios Victoria en Cristo, del pastor Silas Malafaia.

Fruto de ese cambio, en su primer discurso al país apenas confirmó su victoria, Bolsonaro agradeció a Dios, cerró los ojos, bajó la cabeza y rezó tomado de las manos de su esposa, que es evangélica, y de Magno Malta, un político que es también pastor de una de esas iglesias, y que estuvo en su momento en la misma posición con los ex presidentes Luiz Inácio Lula da Silva, Dilma Rousseff y el actual, Michel Temer.

Para la periodista franco-marroquina, Lamia Oulalou, autora del libro Jésus t’aime, la déferlante évangelique (Jesús te ama, la ola evangélica), el avance de esos grupos contó con la omisión y la complicidad del Partido de los Trabajadores (PT), que se benefició en su momento del apoyo de esos pastores y de su red de fieles.

“Esa población más simple que está en esas iglesias fue literalmente abandonada por el PT, tal vez por prejuicio, porque es un partido de origen católico. No habló directamente con ellos, sino con sus líderes como Silas Malafaia, Edir Macedo. El precio fue aumentando, y en vez de desconstruir a esos pastores, de cuestionarlos por no pagar impuestos, por ejemplo, acabaron legitimándolos”, explica sobre el poder de estas iglesias.

El caso de Edir Macedo es bastante emblemático. Fundador de la IURD, Macedo es el más poderoso de esos líderes, dueño de la cadena de TV Record, que es una concesión pública, y de otros medios de comunicación. Así como la mayoría de iglesias neopentecostales, la IURD es una máquina de dinero no declarado, que vive de donaciones y no declara impuestos, un derecho histórico de la iglesia católica, que fue ampliado a las demás religiones. Bolsonaro ha ocupado esos espacios dando sus entrevistas más importantes a la Record.

“Ahora no podemos más decir que Malafaia, Edir Macedo o Magno Malta no tienen legitimidad”, dice Oulalou, recordando que cuando Macedo inauguró el suntuoso Templo de Salomón, en São Paulo, en 2014, Rousseff, Temer y todos los políticos importantes estaban presentes en busca de los votos de los pastores y de sus fieles, que los obedecen.

Los diputados evangélicos, que ya estuvieron con el PT, ahora ayudaron a elegir a Bolsonaro y deben apoyarlo en el Congreso. Según la escritora, el 93% de esos diputados votaron por la destitución de Rousseff, y fueron responsables por un proceso de demonización del PT.

Solano concuerda. “Hay una utilización de la Biblia para legitimar la acción de Bolsonaro y una demonización de la izquierda muy grande. Una idea de que si uno es cristiano no puede ser de izquierda ni petista”, dice la investigadora sobre lo que llama “neofundamentalismo religioso”.

Esas iglesias compiten con el PT por los mismos sectores de la población, con un discurso simple, infantil, moralista y moralizador, de fácil comunicación, como es el propio lenguaje de Bolsonaro. “Hay un vacío programático y fórmulas políticas fáciles. La idea del político enemigo, de ellos contra nosotros. El combate a la corrupción es un pretexto”, analiza Solano sobre el hilo conductor que se ha usado para derribar a Lula y al petismo.

Es también a través de las iglesias, que funciona una de las redes de WhatsApp que lo han llevado a la presidencia, en un país donde se leen pocos diarios y casi todos tienen un celular con por lo menos una red 3G.

Con una campaña que no tuvo espacio en la televisión y que era discriminada por los grandes medios, Bolsonaro usó de manera subterránea esa red de contactos de las iglesias y de empresarios, que usaron esa vía sin declararla, una malversación denunciada por el diario Folha de São Paulo, que está en proceso de investigación. “La estructura de WhatsApp tiene una ramificación grande, opera en grupos cerrados, como lo hacen normalmente las iglesias”, compara Solano sobre el camino de las fake news usadas más que nunca en esta elección.

La dificultad de acceso a los medios, por costos de suscripciones que los tornan imposibles de ser compartidos, facilitan la diseminación de noticias falsas que se vuelven verdaderas, si son enviadas por el pastor, por el grupo de la familia y de los amigos. “La prensa ‘corrupta’, que quiere perseguir a Bolsonaro es demonizada, pierde credibilidad”, dice Solano sobre esta nueva forma de hacer campaña por redes sociales. “La gente migró. Nadie esperaba un nivel tan grande de información que fuese totalmente ajeno a la prensa”.

La bala del orden

La “Bancada da Bala” como es llamado el grupo de parlamentarios que representan las armas en el Congreso, defienden, por ejemplo, medidas radicales de seguridad pública y de combate al crimen, como la reducción de la edad mínima penal, la defensa de los policías y soldados, y la liberación de la posesión y porte de armas. Ese grupo, que alcanza casi 300 congresistas llega por primera vez al Senado, con por lo menos 18 senadores, impulsados por Bolsonaro, entre ellos, Flavio, uno de sus hijos.

El número de policías y militares electos en el Congreso saltó de 18, en 2014, a 73, en 2018, en una elección en que la placa tuvo un peso fundamental para quien apoyaba al ex capitán, ahora futuro mandatario. De ese total, 43 son del PSL, de Bolsonaro.

La pauta de seguridad pública de estos representantes es polémica, y ofrece soluciones simples para temas complejos, resumidas en frases chocantes como “bandido bueno, es bandido muerto”. Desde 2015, el grupo presentó 341 proyectos, la mayoría de ellos para facilitar la venta y pose de armas, ninguno aprobado.

La elección de Bolsonaro debe fortalecer al grupo, pero no garantiza que esas leyes salgan del papel. Su gobierno tendrá dificultades para aprobar promesas, con una oposición encabezada por el PT, que además dependen de una difícil relación con el parlamento y sus 30 partidos, la mayoría, representantes de grupos económicos.

Pese a tener una larga experiencia de casi tres décadas como parlamentario, Bolsonaro registró una trayectoria mediocre en que casi no presentó ni aprobó proyectos relevantes.

Las propuestas son polémicas, como la que le da a la policía autorización para matar, prevista en el Código Penal en casos de legítima defensa. La idea es controversial, porque Brasil es uno de los países líderes en ejecuciones extrajudiciales, por parte de policías. Según la organización internacional, Human Rights Watch (HRW), policías brasileños mataron 4.224 personas en 2015, dato del último informe. “Mientras algunos policías arremetan y ejecuten personas impunemente, las comunidades no confiarán en la policía”, advierte María Laura Canineu, directora de HRW en Brasil.

La revocación del estatuto del desarme es otro tema difícil. La norma, en vigencia desde 2003 ya prevé el porte de armas con exigencias de pruebas psicológicas, por ejemplo, y desde que el solicitante pruebe su necesidad. Para Humberto Dantas, armar a la sociedad debe ser una pauta fácil de aprobar. “La gran amenaza, más que el discurso, es la sensación de que está dando poder a parte de la sociedad que cree que puede actuar con violencia, y que hay gente que se siente protegida por ese discurso”.

Entre las promesas de campaña de Bolsonaro constan también el regreso de antiguos cursos de educación moral y cívica, que eran parte de los currículos escolares durante la dictadura y fueron extintos en 1993. Actualmente, el sistema escolar brasileño prevé la enseñanza de ética, filosofía, ciudadanía y otros contenidos, contemplados de manera transversal. “Será la ley de ellos. Será muy malo para quien vea sus valores enfrentados, un retroceso en los avances que tuvimos desde la Constitución de 1988”, prevé Dantas.

En ese contexto, Bolsonaro le propone al juez Sergio Moro, el mismo que lidera la Operación Lava Jato contra la corrupción y que ha llevado a Lula a la prisión que sea su ministro de Justicia, una invitación ovacionada por sus electores, pero que compromete a su vez la credibilidad de las investigaciones. ”Es algo que tiene que ver con la religión, algo mesiánico, asociado a la idea de que Moro y Bolsonaro se unen para salvar y limpiar Brasil, un concepto casi neonazista, de una cierta justicia salvacionista”, sostiene Solano.

Para Dantas, la mayoría optó por ese modelo, en que Bolsonaro es un protector de la familia, encarna una lógica de un super héroe justiciero de película de acción americana. “Es el tipo que defiende la paz del barrio y mata a los bandidos, dialoga mucho con un sentimiento popular”.

El diablo

Al otro lado, contra Jair Messias -el hombre contra la corrupción y  el PT-, está el demonio a ser vencido, el Partido de los Trabajadores, los movimientos sociales, los sindicatos, las ONG, los artistas e incluso las escuelas y los profesores.

“Estamos en un nivel de autocensura muy grande contra cualquier cosa que ataque el modelo de la familia tradicional. Tenemos padres atacando profesores”, alerta Lamia Oulaulou. Fue el caso de una diputada recién electa en Santa Catarina, que pidió a los alumnos del país que filmasen a los profesores que criticasen al gobierno. Fue notificada con una multa por herir la libertad de expresión.

Dos días antes, policías invadieron universidades en todo el país en busca de materiales políticos. La Fiscalía General y la Corte Suprema tuvieron que actuar para impedir abusos de autoridad y defender la autonomía universitaria.

“Es la vuelta del discurso de la Guerra Fría, una lógica pasada de moda. El comunismo, el peligro rojo. Un discurso anacrónico que da sus resultados, justamente porque es una información producida de una forma bélica, violenta”, destaca Esther Solano, refiriéndose a la campaña en que Bolsonaro y otros candidatos vencedores inflamaron a sus electores a “barrer el comunismo” del país, en referencia al PT, Lula da Silva y sus candidatos.

Pese a los ataques, el PT salió de la campaña herido, pero sigue vivo. El partido lideró el número de escaños en el Congreso, cuatro más que el PSL, y disputó la segunda vuelta con un candidato nacionalmente desconocido.

Haddad, que era desconocido nacionalmente, se presentó como uno de los nuevos líderes de la oposición, al reconocer su derrota. El heredero del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, preso desde abril por corrupción, debe volverse una nueva cara del partido que busca cambiar su imagen afectada por los escándalos.

El partido de Lula, sigue siendo uno de los partidos más importantes del país, y pese a la derrota, mantuvo su bastión político en el nordeste. El desgaste de la política tradicional no perdonó grupos importantes como el socialdemócrata (PSDB) y del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), de Michel Temer, que salieron menores de la elección.

“De una cierta forma, Temer salva al PT, con un gobierno malísimo, que llevó a mucha gente a extrañar a Lula”, analiza Dantas, para quien ese partido puede ser una alternativa en 2022, dependiendo de lo que sea un gobierno de Bolsonaro.

“Tendremos un gobierno con Dios siempre. Eso no debe funcionar, porque la responsabilidad de Dios tiene límites”, advierte Oulalou sobre un gobierno sobre el cual aún sabemos muy poco.