Mañana en Costa Rica será la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en las que se enfrentarán el ex ministro de Trabajo Carlos Alvarado, que busca que el gobernante Partido Acción Ciudadana, de centroizquierda, se mantenga en el poder; y el cantante evangélico y diputado Fabricio Alvarado, que en la campaña presentó una apuesta muy conservadora. En la campaña del primero está involucrada una empresa uruguaya, Amén Comunicación Ciudadana, que es responsable de la estrategia de comunicación. Conversamos con su director, Julián Kanarek, quien está trabajando hace más de un mes en Costa Rica, para enterarnos de algunas particularidades de esta campaña.

¿Cómo se generó el vínculo con el equipo de Carlos Alvarado?

Amén Comunicación Ciudadana es una empresa especializada en comunicación ciudadana que entiende que hay un nuevo paradigma: el empoderamiento del ciudadano. Hoy los ciudadanos tienen una gran cantidad de herramientas para comunicarse con las instituciones, los gobiernos, las organizaciones sociales, y lo que antes era una comunicación unidireccional hoy es un diálogo que los ciudadanos pretenden que sea más fluido. Tenemos una fuerte especialización en el contacto con la ciudadanía a través de las nuevas tecnologías, eso es lo que creo que vieron en nosotros para contratarnos, y de hecho fue efectivo.

¿Qué implica dirigir la estrategia comunicacional de la campaña de Alvarado?

Lo que encuentra el Partido Acción Ciudadana en nosotros es un conocimiento de la comunicación política pero, sobre todo, adaptado a esta nueva realidad. Cómo utilizar las herramientas de la nueva comunicación para potenciar las posibilidades del candidato, entender el ámbito en el que se mueven las redes, saber dónde se están expresando los ciudadanos. Costa Rica tiene una población de cinco millones de habitantes y 50% del padrón electoral tiene menos de 40 años; entender cómo comunicarnos con ciudadanos a los que les es mucho más natural recibir información a través de Instagram que de la televisión era un desafío muy importante. Hay un estudio [realizado en 2015 por el Banco Interamericano de Desarrollo] llamado “Gobernautas y ciudadanos: los gobernantes latinoamericanos y la gestión de redes sociales” que concluye en que en América Latina los alcaldes responden a menos de 10% de las preguntas que les hacen los ciudadanos y que las temáticas que plantean en sus redes son sólo las que ellos mismos van generando, no articulan una conversación sobre lo que la gente le va preguntando. Hay actores de la vieja política actuando con vicios de la vieja política, que creen que con estar en las redes es suficiente, cuando no es así, porque si uno está en las redes tiene que respetar sus dinámicas, la primera de las cuales es contestar a las preguntas.

¿Cuáles han sido algunas de las acciones de la campaña?

Lo que hicimos constantemente es recurrir a ideas que potencien el vínculo con la ciudadanía del candidato, que tiene el ADN de la nueva generación, porque tiene 38 años. Antes de la primera vuelta del 4 de febrero dimos su celular para que la gente le mandara preguntas por Whatsapp y recibió 12.000 mensajes, que respondió uno a uno. Eso a la gente la reconforta porque entiende que la cercanía con la política se mantiene, reinventada por la tecnología. Hay ejemplos en todo el mundo de líderes que tienen una gran capacidad y carisma para estar cerca de la ciudadanía, pero a eso hoy en día hay que sumarle una interacción real, y si las usás bien las redes potencian el vínculo con la ciudadanía. La interacción es real porque es el candidato el que está respondiendo y está respetando las reglas establecidas en las redes sociales: no podés no responder un Whatsapp. Otra acción de campaña fue durante uno de los debates previos a la primera vuelta, que no convocaron a Alvarado, e hicimos un debate a través de Facebook Live a la misma hora que superó en cantidad de audiencia al que tenían otros seis candidatos. Las ideas no solo son para redes: en un país donde Uber todavía no está regulado pero tiene un uso muy grande; subimos al candidato a un Uber para que hablara con el conductor y le preguntara si hay que usar Uber y para que hablara de políticas de empleo.

¿Cómo se manejan con los datos que extraen de las redes sociales?

Trabajamos asociados con iDATA, en este y otros proyectos, haciendo una lectura de la conversación sobre el tema en el que estamos trabajando. En este caso es un monitoreo de datos sobre la campaña, la política y los candidatos que, además, nos permite saber qué estamos haciendo bien y mal, ratificar y rectificar acciones. Lo que no hay que olvidar es el vínculo con la ciudadanía: hay que salir a las calles, esto es un complemento. Una de las acciones de campaña fue poner un micrófono en una plaza con un cartel que decía “¿Qué le preguntarías a un candidato a presidente?”; la gente preguntaba y al rato aparecía Alvarado y le respondía. Estas cosas, además, se convierten en noticia porque rompen el molde de la campaña tradicional.

Es inevitable preguntarse, a raíz del contacto directo a través de las redes sociales, dónde quedan el periodismo o los medios de comunicación como mediadores entre unos y otros.

El periodismo ha jugado su papel en la campaña, se siguen haciendo conferencias de prensa y dando entrevistas, todo es parte de la campaña. Hay una parte importante de la campaña que es la vinculación constante con la prensa; los medios de comunicación no pierden el lugar de mediadores, porque los principales nodos de comunicación de la gente en redes sociales siguen siendo los medios. No creo que sean sustituibles.

¿Cuánto del crecimiento de Carlos Alvarado en las encuestas lo atribuís a sus acciones de campaña?

Las campañas tienen poco margen de incidencia. Sí pueden potenciar a un buen candidato, que con una mala campaña puede perder algunos votos y con una buena ganar elecciones, pero la campaña sola no puede ganar elecciones, tenés que tener un buen candidato.

¿Cuáles han sido los puntos centrales de la campaña?

Antes de la primera vuelta la campaña se partió porque la Comisión Interamericana de Derechos Humanos mandató a Costa Rica a legalizar el matrimonio igualitario, lo que dividió al electorado. Eso convirtió a la elección prácticamente en un referéndum sobre ese tema y permitió que creciera muchísimo en las encuestas Fabricio Alvarado. Por otro lado, Carlos defendió constantemente la posibilidad de proteger toda la diversidad, no solo la sexual sino también la cultural y étnica. Cuando empezamos a trabajar las encuestas le daban 4,5% de intención de voto, y en la primera vuelta obtuvo 21%. El 4 de febrero solo dos partidos superaron el 20% de los votos, otros dos tuvieron entre 15% y 20% y otros varios, entre 10% y 15%. La Asamblea Legislativa quedó con una integración muy diversa. En general, ha sido una campaña en la que se han ganado la escena temas muy diversos que no son el centro de las preocupaciones de los costarricenses, como la injerencia de la religión en la política o los derechos humanos; ha sido una campaña atípica en ese sentido.

¿Cuál ha sido el punto central del debate?

El discurso que está en el centro es la defensa de la constitucionalidad de Costa Rica ante un candidato que desafía a los organismos internacionales, al Tribunal Supremo de Elecciones o al Instituto Nacional de Estadística y Censos con una vehemencia enorme. Se pone en riesgo la institucionalidad de la democracia más consolidada de América Central, ahí está la clave.