Ni con el caballo del comisario le ganan las presidenciales mexicanas a Andrés Manuel López Obrador, AMLO. Tal cual. Se vota mañana y entonces se verá si se concretan los tenebrosos vaticinios de quienes le temen. Y mientras los agoreros disparan sus pronósticos de infiernos abiertos, AMLO se afianza en las encuestas con mayoría propia y 20 puntos de ventaja sobre el siguiente, se desatan nuevos escándalos de corrupción que comprometen a todos menos, ¡ay!, a AMLO. Es más: se argumenta, no sin fundamento, que esta votación marcará el fin del PRI, el Partido Revolucionario Institucional que rige la vida política desde 1929, que pasó a condicionarla en el 2000 al perder el gobierno ante el Partido Acción Nacional (PAN), y que hoy tiene al presidente Enrique Peña Nieto, que es el que oficia de comisario del pueblo.

Se avecina una tormenta perfecta, vaticinó ya en enero quien fue canciller mexicano entre 2000 y 2003, miembro del consejo de Human Rights Watch y por lo general buen analista, Jorge G Castañeda. A su criterio, AMLO podría ser “otro Hugo Chávez u otro Luis Echeverría”, un ex presidente mexicano (del PRI, claro) hoy con 96 años, corresponsable de la matanza de Tlatelolco en 1968 y de la guerra sucia que le siguió, procesado por genocidio y finalmente absuelto de toda responsabilidad en 2009.

Castañeda pronosticó “un año lleno de riesgos y pocas oportunidades. Las elecciones podrían generar agitación e incertidumbre para la economía y para la sociedad en general”. Predijo más pobreza y desigualdad y llamó a la prevención “ante lo que pueda pensar Estados Unidos de la amnistía prometida” por AMLO a quienes cultivan drogas y su propuesta de negociar con los cárteles de droga. “Ahora sólo Dios y la Virgen de Guadalupe pueden ayudarnos”, invocó Castañeda al final de su columna en El País de Madrid. La de Guadalupe es la virgen morena, y Morena es el acrónimo del partido político de AMLO.

Desde CNN en español, el cubano afincado en Estados Unidos Carlos Alberto Montaner rechaza de plano a AMLO, calificándolo de populista; no podía hacer menos. El ex comunista y antropólogo Roger Barta sostiene que AMLO representa la regeneración del viejo autoritarismo priista y puede generar desequilibrios, muchas tensiones y desorganización. “Podemos entrar en un período de gran turbulencia”, reseña El País de Madrid. Desde The New Yorker, el eminente periodista Jon Lee Anderson titula su nota “Una nueva revolución en México”, y es eso lo que en definitiva sería lo que se propone hacer AMLO con la fuerza que le da el hartazgo electoral en las élites que vienen gobernando.

No es que el PRI no haya tratado de evitar esta catástrofe para ellos. A principios de 2017 y ante la caída abismal en las encuestas del PRI y la fuerza que ya demostraba AMLO, se arrimó a su cúpula la hoy difunta Cambridge Analytica (CA, que dio quiebra en mayo) con un informe de 57 páginas que llegó a las manos de The New York Times.

Durante meses, el PRI la consideró y decidió que ellos mismos podían hacer una campaña sucia, si de eso se trataba. Pero decidió pagar igual su precio, 7,2 millones de dólares, para evitar que le fuera vendida a otro cliente. Según Ignacio Morales Lechuga, fiscal general en los años 90 con el PRI en el gobierno, ese rumbo político “mina el ya débil imperio de la ley y apunta a hacer cualquier cosa para mantenerse en el poder”.

Profundizando esa debilidad, la oficina del fiscal general actual anunció en febrero que investigaría al candidato opositor (por el PAN) Ricardo Anaya por lavado de dinero y luego difundió un video de su reunión con los fiscales –solicitada por el propio Anaya–. Argumentó la fiscalía que las difundió de modo excepcional “por el interés público”. Y terminó no haciendo acusaciones formales, con la intención, se señaló, de disipar quejas generalizadas de que el partido de gobierno quería sesgar las elecciones.

Por su parte, el Tribunal Electoral, la máxima autoridad en la materia nombrada por el Legislativo a propuesta del gobierno del PRI, rechazó dos auditorías sobre gastos de campaña impropios del partido de gobierno, descalificó el escrutinio de una posible compra de votos y autorizó la presentación de una contaminada candidatura presidencial, la “independiente” de Jaime El Bronco Rodríguez Calderón. Había sido postulada con 900.000 firmas de las cuales más de la mitad fueron descalificadas por falsas en primera instancia por el Instituto Nacional Electoral, con el ánimo de desviar votos dirigidos a AMLO.

A esto se suma, afirma The New York Times, la vieja práctica de dinero para observadores electorales y servicios sociales. Y también para votantes. Está, por ejemplo, la investigación hecha por un pool de medios periodísticos y organizaciones civiles que plantea: “Ayúdanos a viralizar la información confiable. Esto es @VerificadoMx, la iniciativa mexicana que lucha contra las noticias falsas en tiempos electorales”. Y ellos investigaron la circulación de imágenes de la tarjeta de Ingreso Básico Universal (IBU) con la imagen del candidato Ricardo Anaya, en las que promete la entrega de 1.500 pesos mensuales a todos los mexicanos, como parte del programa propuesto de IBU, “por el solo hecho de ser mexicano”.

La imagen es real, concluyen. La promesa, en efecto, viene del comité de campaña de Anaya. Verificado 2018 marcó el número impreso en la propaganda de la tarjeta y corroboró que se trata de la sede de campaña del candidato.

La propuesta de CA llegó al PRI por medio de su ex presidente Enrique Ochoa, a cargo en 2017 de orientar la campaña electoral. CA se había asentado en México luego de haber trabajado para Donald Trump en 2016. Su propuesta fue levantar la imagen del PRI y destruir la de AMLO “usando –argumentó CA– técnicas muy similares a las usadas contra Hillary Clinton en 2016”, lo que se traduciría en “una poderosa campaña negativa para minar a AMLO”, y paralelamente una campaña de satisfacción individual para el PRI. “No hay mejor ejemplo que el de Hillary Clinton”, dice la presentación de CA. “Considerada una candidata inexpugnable que sobrepasaba notoriamente a su oponente republicano, fue sin embargo derrotada”. Y presentó modelos de campaña usados. El PRI evaluó que esos modelos no funcionarían en México porque la información disponible sobre los votantes no era lo suficientemente detallada.

El aparato de influir elecciones del PRI fue tensado al máximo. Los fondos para observadores electorales, por ejemplo, cayeron 81% en relación a 2012. Y la más importante autoridad electoral del país, el Tribunal Electoral, está notoriamente parcializada. La intención anunciada en setiembre de 2017 por los reguladores electorales de hacer controles más rigurosos en esta elección no se pudo concretar por oposición del Tribunal Electoral.

En lo que se llamó popularmente “la estafa maestra”, el gobierno federal, mediante 11 dependencias, usó reiteradamente un mecanismo para desviar miles de millones de pesos. Sólo al revisar las Cuentas Públicas de 2013 y 2014, por ejemplo, Animal Político y Mexicanos contra la Corrupción e Impunidad (MCCI) detectaron contratos ilegales por 7.670 millones de pesos, y de este dinero no se sabe dónde quedaron 3.433 millones –172,5 millones de dólares–. La investigación demostró que “128 empresas no debían recibir recursos públicos, porque no tienen ni la infraestructura ni personalidad jurídica para dar los servicios para los que fueron contratadas, o simplemente porque no existen”.

Foto del artículo 'Tormenta perfecta'

Las tácticas del PRI provocaron una marcada reacción de ciudadanos prominentes, incluyendo académicos y ex jerarcas, que pidieron formalmente al presidente Enrique Peña Nieto dejar de inmiscuirse en las elecciones. Y “un poderoso consorcio empresario”, citado por The New York Times, hizo lo mismo. “Cuando se cruza una línea como esa en este país ya no hay nada que los detenga”, comentó por su parte Gustavo de Hoyos Walther, cabeza del Grupo Coparmex. También la academia alzó su voz. “El uso y abuso de dependencias del Estado, de recursos e instituciones electorales es muy visible en estas elecciones, y apunta al flanco más débil de nuestra democracia”, declaró por ejemplo Guillermo Cejudo, catedrático de Administración Pública en la universidad CIDE, de Ciudad de México.

Este rumbo de cosas es el camino en el que los intereses por conservar los privilegios políticos se separan de los empresarios y de los académicos; es la fisura en la élite. Es, aparentemente, el camino de la implosión del PRI. Por ejemplo, en El País de Madrid, el columnista Javier Lafuente escribe: “México no aguanta más. No aguanta más los niveles de violencia, que desangran el país. Tampoco la corrupción y la impunidad, que campan a sus anchas. No puede aguantar más la desigualdad. No lo soportan los mexicanos ni lo puede sostener un régimen, un sistema, que ha dado ya suficientes evidencias de que se tambalea. De ahí que la elección del próximo domingo no puede considerarse una más. El país que hace 18 años celebró el fin de la hegemonía del PRI después de 70 e inició una alternancia de partidos en el poder enfilará dentro de una semana el camino hacia una transición, acaso un cambio de régimen”.

El integrante del equipo negociador que alumbró el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) Luis de la Calle ofrece un análisis aparentemente sensato de la situación. Hoy es consultor y presidente del think tank México Cómo Vamos.

A su criterio, “tenemos un sistema político que promueve, e incluso premia, la extorsión: con ese dinero se financian las campañas. El 1º de julio es una oportunidad para cambiar esto, de mutar a un mundo en el que quienes trabajen en el gobierno o estén relacionados con los partidos no vean la función pública como una fuente de ingreso. ¿Por qué va López Obrador arriba en las encuestas? Porque existe la sensación de que todos son corruptos, de que todas las fuerzas políticas se volvieron como el PRI. El modus operandi del PRI está basado en un régimen concesionario: yo te doy una concesión para que hagas X o Y a cambio de tu lealtad. Pero el problema de López Obrador es que las clientelas del PRI las asumió el PRD cuando él era jefe de Gobierno de la Ciudad de México. La pregunta es si ahora, como presidente, en caso de que gane, va a seguir esa misma forma de operar”.

El mundo del dinero es de una enorme importancia en la marcha de cualquier gobierno, también en México, y La Calle entiende que AMLO no va a tener contrapesos a la hora de gobernar “y los mercados todavía no se han dado cuenta de eso. Si logra la mayoría absoluta en ambas cámaras y el jefe de Gobierno de la Ciudad de México es de su partido, la oposición que enfrente será escasa. También en los medios. Me preocupa la ausencia de contrapesos de cualquier presidente, pero López Obrador, además, tiene una trayectoria de un cierto autoritarismo en el sentido de no ser muy tolerante a la disidencia. El principal contrapeso que tendrá serán los mercados y los tratados comerciales ya firmados”.

En su análisis, AMLO asumirá al inicio de un período de alza económica. “Los salarios reales ya están empezando a crecer y van a hacerlo de una manera más acelerada en los próximos años, porque las próximas generaciones que se incorporen al mercado laboral son más pequeñas”, afirma La Calle. “Empieza a haber cierta presión en el mercado. Y el principal problema del mercado laboral mexicano es que las pequeñas y medianas empresas tienen muchas dificultades para crecer: en cuanto lo hacen, las extorsionan: el político, la policía, el inspector laboral, el inspector de salud, el líder sindical... Con un esquema que hubiera permitido la expansión de las pymes en México y con un Estado de derecho consolidado, los salarios serían más altos. Sin duda: una empresa que está limitada en su crecimiento por la extorsión no puede pagar salarios altos”. Y en ese sentido, va de suyo que el combate a la corrupción, que es el compromiso de AMLO, tendrá adherentes en el mundo empresarial.

Las redes sociales y el ingenio popular también hacen campaña electoral. La “pejefobia”, el estigma de la intolerancia, se titula la nota del semanario Proceso. El Peje es el sobrenombre de siempre de AMLO. “En esta coyuntura electoral, los ataques al candidato presidencial de Juntos Haremos Historia [coalición que integra Morena] y sus simpatizantes se intensificaron en los medios, en particular en las redes sociales”. Agrega: “Los seguidores de López Obrador son calificados de pejezombies, borregada, lambiscones, gatos que no se informan, ignorantes, fanáticos, chairos; una muestra de la discriminación que priva en el país”.

A principios de este mes, alumnos de la FES (Facultad de Estudios Superiores) de Acatlán, dependiente de la UNAM, publicaron el opúsculo “Esa terrible discapacidad llamada AMLOfobia”. También hicieron un video divertido y preciso sobre el rechazo que despierta AMLO en sectores de la población. Está disponible en Youtube y el estudiante dice allí: “La pejefobia es un miedo irracional, infundado, que surge de las tripas; que viene de un lugar profundo y escondido. La sufren políticos, empresarios, intelectuales, amas de casa, los usuarios de redes sociales. Son muchas, muchas personas, y pocas se dan cuenta de que lo que padecen es pejefobia”.

“La pejefobia es un prejuicio elitista y clasista. Es un rechazo a que un sujeto de origen relativamente humilde, que no habla inglés y no estudió en universidades extranjeras, ocupe un lugar de poder que se considera reservado a las élites”.

“Muchos pejefóbicos dicen rechazar a AMLO por ser ‘mesiánico’, ‘autoritario’. ¡Que dejen de engañarse! Lo que en el fondo rechazan es el origen social de López Obrador. Les molesta que sea de provincia, que venga de un pueblo, que reivindique a los desposeídos de la forma en que lo hace. No soportan su manera de hablar, su acento sureño, que se coma las eses, que diga Donald Trump en lugar de Donald Tromp, que diga ariopuerto en lugar de aeropuerto”.

“Creo que la pejefobia es mucho más que el rechazo a una persona. Es el rechazo y desprecio a lo que esta persona representa. Es el miedo de muchos privilegiados a que ‘la plebe’ pueda igualarse a ellos. No toda crítica a AMLO, obviamente, es producto de la pejefobia. Se vale criticar a AMLO, pero hay que hacerlo desde la razón. Lo que no se vale es criticar a AMLO desde el clasismo y ni siquiera darnos cuenta. Te invito a reflexionar sobre tu pejefobia. El primer paso es aceptar que quizás tú también podrías ser una de sus víctimas. Supera tu pejefobia: no te hace bien”.