Casi diez años después de que Haití sufriera el terremoto más devastador y mortífero de su historia, el país no sólo sigue sin recuperarse de esos destrozos, sino que sufre una nueva crisis política y social que se agravó en las últimas semanas.
Desde hace tiempo se suceden las manifestaciones impulsadas por la oposición en las que miles de personas han salido a la calle para exigir la renuncia del presidente, Jovenel Moïse, vinculado con un caso de corrupción por un supuesto desvío de fondos del proyecto venezolano Petrocaribe. Ese programa de asistencia que creó el gobierno de Hugo Chávez en 2005 permitió a Haití comprar petróleo a precio subsidiado.
Sin embargo, una investigación del Senado haitiano señaló que los recursos generados por el programa no fueron invertidos en el desarrollo económico del país, por lo que varias obras de infraestructura nunca se llegaron a terminar. Una empresa adjudicataria de esos fondos pertenece al presidente Moïse, que ha negado su implicación y no considera renunciar pese a las numerosas protestas.
Esa misma investigación llegó a la conclusión de que 14 funcionarios del anterior gobierno, el de Michell Martelly (2011-2016), estaban también involucrados en el supuesto desvío de 3.800 millones de dólares de los fondos de Petrocaribe.
El escándalo de Petrocaribe ha sido uno de los motores de las movilizaciones que hubo recientemente en el país. Pero además de la corrupción hay otras muchas razones por las que la población haitiana protesta: los servicios públicos apenas funcionan, hay escasez de combustible y una inflación que va en aumento, además de la inseguridad y las tensiones políticas crecientes.
El caos es de tal magnitud que suceden escenas surrealistas: en una protesta del 23 de setiembre el senador Jean-Marie Ralph Fethiere, del gobernante Partido Haitiano Tèt Kale (PHTK, de derecha), disparó su arma contra manifestantes opositores que lo increparon y le causó una herida leve a un fotógrafo de la agencia de noticias Associated Press. Fethiere argumentó después que disparó en “defensa propia” al ver que otras personas armadas intentaban atacarlo.
Todo ocurrió frente al edificio del Parlamento, situado en la capital, Puerto Príncipe, en una jornada en la que los senadores tenían previsto aprobar la designación de William Michelle como primer ministro. Debido a las protestas y la violencia, la votación en el Parlamento se canceló. Michelle fue nombrado por el presidente Moïse y ya había sido aprobado por la cámara baja.
Esta crisis llevó incluso a que el gobernante cancelara su asistencia al 74º período de sesiones de la Asamblea General de la ONU.
El 25 de setiembre Moïse dio un discurso en la televisión nacional de Haití en el que llamó al diálogo e instó a la población a estar unida frente a las adversidades, según informó el medio Loop Haiti. Sin embargo, parece que no logró transmitir mucha confianza.
“El gobierno sólo cuenta con el apoyo del Departamento de Estado de Estados Unidos y algunas familias de la oligarquía haitiana. Llevamos seis meses sin gobierno, sin presupuesto, sin primer ministro”. Camille Chalmers, docente universitario y militante haitiano.
“Con ese mensaje sólo despertó la indignación de la gente, porque fue un discurso vacío que no corresponde al momento que está viviendo el país, no tiene ninguna credibilidad”, dijo a la diaria el economista y profesor de la universidad pública de Haití Camille Chalmers. Agregó que el presidente “tuvo varias ocasiones en los últimos 12 meses para instaurar un proceso de diálogo y de apertura política y no lo hizo”, y consideró que “estas son las consecuencias de su arrogancia, de las políticas económicas antipopulares que aplicó, y de la crisis fiscal que nació del cese de Petrocaribe”.
Paralizado
Haití, el país más pobre de América Latina, vive una parálisis institucional desde marzo y esto afecta a buena parte de la actividad. Circular por la capital se vuelve cada día más complicado, las escuelas están cerradas, al igual que muchos comercios. Además, las protestas antigubernamentales siguen sin cesar.
“Hay una caída de la economía, un aumento del desempleo, carencia de productos básicos, y el gobierno no aumentó el salario mínimo, como había prometido. Llevamos seis meses sin gobierno, sin presupuesto, sin primer ministro… Es una situación inaudita, nunca hemos vivido una crisis política tan larga de estas características”, señala Chalmers.
El docente universitario, que además es integrante de la red de movimientos sociales PAPDA, considera que el presidente Moïse no tiene legitimidad y que debe renunciar a su cargo. Asimismo, Chalmers recuerda que está en juego el destino de las conquistas democráticas obtenidas tras la caída de Jean-Claude Duvalier en 1986 y asegura que el PHTK “quiere regresar a un gobierno autoritario que facilitaría los cambios económicos que Estados Unidos quiere hacer a través de la transferencia masiva de las tierras campesinas hacia transnacionales estadounidenses”.
Los jóvenes son la esperanza
Chalmers considera que el país necesita un período de transición que permita cambiar las estructuras del sistema político. “Hay que recuperar la soberanía sobre el sistema electoral y sobre las orientaciones de las políticas económicas para que el mercado nacional sea prioritario, ya que ahora tenemos un modelo dependiente y eso provoca el endeudamiento de los sectores más pobres”, sostiene.
A diferencia de otras ocasiones, añade, esta vez el pueblo haitiano está más movilizado y quiere tener voz y voto en el escenario político. Es precisamente ese proceso de movilización cada vez más contundente lo que está dejando al gobierno aislado, porque “sólo cuenta con el apoyo del Departamento de Estado de Estados Unidos y algunas familias de la oligarquía haitiana”, continúa Chalmers.
“Esta crisis tiene la virtud de haber producido un aumento interesante en cuanto al nivel de conciencia política. La gente sabe bien cómo funciona el Estado, conoce los mecanismos de corrupción, y estamos listos para un cambio sustancial a nivel de las estructuras estatales y en términos de transparencia, de rendición de cuentas”, dijo Chalmers. “Por eso la población está exigiendo un proceso contra el despilfarro de los fondos de Petrocaribe, y no sólo se trata de juzgar a los responsables para recuperar parte de la plata robada, sino de instaurar nuevos mecanismos que permitan que eso no pueda repetirse”, agrega.
Son los jóvenes quienes más se han movilizado en Haití en reclamo de cambios estructurales, la renuncia del presidente y el fin de la corrupción. “En los últimos dos años hubo una movilización increíble de los jóvenes, que han arriesgado mucho saliendo a la calle, y eso abre nuevos horizontes de esperanza para el conjunto del país”, sostiene el docente y militante. Esta semana la oposición llamó de nuevo a mantener la presión en las calles para exigir la renuncia de Moïse.
Mientras Haití intenta superar esta nueva crisis, también seguirá luchando por recomponerse del sismo que destrozó el país en 2010 y que dejó más de 200.000 muertos, exacerbando su dependencia de la ayuda internacional.