El próximo Parlamento muestra un crecimiento de legisladores con una agenda conservadora moral en común, que llega a sumar al menos 19 entre diputados y senadores. Más allá de la presencia de la bancada evangélica, que renovó sus tres diputados (Gerardo Amarilla, Álvaro Dastugue y Benjamín Irazábal), y de la afinidad con al menos dos diputados católicos conservadores (Rodrigo Goñi y Sebastián Andujar), todos del Partido Nacional (PN), se multiplicaron los devotos de la familia tradicional, con la llegada de los 11 diputados y los tres senadores de Cabildo Abierto (CA) al Parlamento.

Si bien todos estos políticos provienen de diferentes corrientes religiosas e ideológicas, han logrado congregarse para enfrentar al mismo “enemigo” y han desarrollado una narrativa común en torno al miedo: una conspiración mundial que incide en nuestra soberanía y promueve el caos moral y la falta de respeto a las instituciones tradicionales.

Desde su perspectiva existen leyes que, consideran, están atravesadas de punta a punta por la “ideología de género”, que darían “beneficios” a grupos que “corrompen” al conjunto de la sociedad. Aparece nuevamente en la historia la figura del “hereje” o la manzana podrida que habría que eliminar. Este rol les ha sido adjudicado, según la época, a judíos, comunistas, feministas, homosexuales y hasta al actual colectivo LGBTIQ.

Se oponen, por ende, a leyes como la recientemente promulgada Ley Integral para Personas Trans, porque creen que esta ideología se “impregna” y promueve estilos de vida o cambios corporales que van “contra la naturaleza de tal manera que ponen en riesgo la salud humana”, según expresó durante la discusión parlamentaria el diputado nacionalista evangélico Gerardo Amarilla.

Esa ley fue la más criticada durante su debate parlamentario, y luego a lo largo de buena parte de este año. Fue catalogada como la más “asquerosa que se ha promulgado”, según el pastor Dastugue, ya que fue redactada por un colectivo ante el que la pelea “no es nada pacífica”, dijo el año pasado en Punta del Este durante el Congreso Iberoamericano por la Vida y la Familia.

Esta narrativa del miedo configura una “guerra espiritual”, en la que ellos son verdaderos revolucionarios que resisten la “dictadura de género”. En este esquema, los peligrosos defensores de la ideología de género buscan llevar adelante leyes favorables a su colectivo, dejando a otras poblaciones vulnerables desprotegidas. Con estas propuestas, pretenden implementar un adoctrinamiento a través de la incorporación de la perspectiva de género y la diversidad en las guías educativas.

En este discurso es central la noción de familia “natural”, que estaría siendo destruida. Los niños serían blanco fácil del hedonismo y el egoísmo de los colectivos enemigos, influenciados por la “familifobia” y “heterofobia” y adoctrinados por una ideología que desplaza a los padres de su rol protector y educador.

Por ello, durante el período electoral se vieron propuestas para erradicar esta supuesta ideología del ámbito educativo. Tanto el programa del PN como el de CA proyectaron en sus propuestas programáticas revisar los manuales educativos y el abordaje de la educación sexual, “ya que la educación de los niños es un deber de los padres”. El ex candidato a vicepresidente por CA y ahora senador electo Guillermo Domenech enfatizó en diversas ocasiones que con esta “ideología” se promueve una concepción social, no biológica, del sexo e “instrucciones sexuales” que ponen en peligro a los menores.

La salida, para Domenech, es fortalecer a la familia tradicional, la única “factible”, la que funcionaba antiguamente. No las familias “disfuncionales”, como las conformadas por parejas homosexuales que adoptan, lo que para Domenech son más bien un hecho “propagandístico”. “Será otro tipo de familia, si se le puede llamar familia”, dijo en el programa radial No toquen nada.

Salvar al mundo del caos

Esta narrativa que comparten los dirigentes de CA y de la bancada evangélica tiene dos grandes hilos conductores: por un lado la defensa de los valores tradicionales y la familia frente al caos de la supuesta ideología de género; por el otro, la defensa de la soberanía nacional frente al complot de los “centros de poder mundial”, que buscan imponer esta agenda de destrucción de la familia y las instituciones tradicionales para podernos controlar.

Para estos salvadores de la civilización occidental, tradicional y cristiana los gobiernos de izquierda y los organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización de los Estados Americanos y el Foro de San Pablo son vistos como un Satanás que ha llevado al “caos moral” que ahora es necesario mitigar.

En esta línea fueron las palabras del video de Guido Manini Ríos al retirarse como general y dar comienzo a su campaña política: “Las falsedades de burócratas incapaces de ver la realidad [...], convertidos en peones bien pagos de los centros de poder mundial, siempre dispuestos a ejecutar un perverso libreto que lleve a la destrucción de nuestras instituciones y deje a los uruguayos en la más absoluta indefensión”.

En su discurso, CA vincula la soberanía e identidad nacional con la natalidad y, por ende, la necesaria promoción de la natalidad y la familia tradicional, a través de un salario maternal para aquellas madres que deseen jubilarse para cuidar a sus hijos. El ex general enfatizó en No toquen nada: “Hay políticas a nivel mundial, la propia ONU lo ha patrocinado, de reducción de la población mundial. En Uruguay es una política suicida”.

En el libro Gobierno mundial y fin del mundo, Jorge Márquez llegó a una conclusión muy similar a la de CA: existe un complot que tiene por objetivo la destrucción de la familia tradicional, de la propiedad privada, de la autoridad y del orden, financiado por parte de estos centros de poder, con agendas que buscan promover el control poblacional, el aborto, la eutanasia, el desarrollo de la mujer, la diversidad sexual y hasta la marihuana.

En palabras de Márquez “existe una gran conexión entre los derechos de la cultura gay, los matrimonios entre personas del mismo sexo, los derechos sexuales y reproductivos y las maquinaciones de los mundialistas. [...] No se trata de derechos, sino de una guerra abierta contra el crecimiento poblacional, y de la implementación de ideologías y prácticas que obedecen a valores contrarios a los tradicionales [...] Los derechos sexuales significan adulterio, fornicación e infidelidad asistida y legalizada”.

Esta narrativa y este plan político de restauración de los valores tradicionales, a través de figuras mesiánicas, de “enviados de Dios” que retornarán el respeto a las instituciones y el orden. También tienen un gran componente de control, en lo que refiere al control de los cuerpos de las mujeres, las niñas y los niños. Esta ideología se refleja en los dichos del diputado de CA Martín Soldano sobre el aborto y también en la oposición férrea que plantean CA y la bancada evangélica a la educación sexual integral y con perspectiva de derecho.

El próximo Parlamento uruguayo parece haber recibido una inspiración norteña. Los fenómenos Donald Trump y Jair Bolsonaro no estarán tan lejos de nuestra realidad política y cultural. Quizás, al igual que en nuestros hermanos del norte, en los próximos cinco años, más allá de la presencia tradicional de los intereses del Buey, también tengamos algo de Biblias y Balas.