Antes de dar su primer discurso como presidente electo de El Salvador, Nayib Bukele se tomó una selfie junto a sus seguidores: un indicio más de la importancia que adquirieron las redes sociales durante su campaña. Con 37 años, Bukele se ha convertido en el presidente más joven de América Latina y ha logrado romper en su país con las tres décadas de bipartidismo en las que se turnaron en el poder la conservadora Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que se convirtió en partido político tras los Acuerdos de Paz de 1992. El Tribunal Supremo Electoral oficializó el jueves su victoria y gobernará El Salvador hasta 2024.

Bukele había sido expulsado del FMLN en 2017 por sus discrepancias con el partido, por lo que formó el suyo propio, Nuevas Ideas, aunque no pudo participar en las elecciones del domingo bajo esas siglas, por lo que se sumó a la Gran Alianza por la Unidad Nacional (Gana, de centroderecha). Por delante tiene importantes desafíos que asumir, pues el país centroamericano, que sufrió un conflicto armado interno de 12 años entre el ejército y las fuerzas guerrilleras del FMLN, sufre el impacto de la violencia de las pandillas y de la migración de gran parte de su población. El electo presidente también tendrá que hacer frente a los altos niveles de desempleo e intentar que la economía crezca más del 2,6% que alcanzó en 2018.

Conversamos con el investigador salvadoreño Roberto Cañas, docente de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas y firmante de los acuerdos de paz, para conocer más detalles sobre el nuevo presidente.

Esta vez las encuestas no se equivocaron: pronosticaron la victoria de Bukele y así ocurrió. Sin embargo, fue inesperado que ganara de forma tan abrumadora en primera vuelta, con casi 54% de los votos, además de la alta abstención, pues de 5,2 millones de electores inscritos, solo 2,3 millones acudieron a las urnas.

Se esperaba una afluencia masiva debido al cansancio de la población, al malestar con los partidos tradicionales, pero a media jornada uno se daba cuenta de que esa afluencia no se iba a dar y ahí se empezó a pensar en una segunda vuelta. Finalmente no ocurrió, y aunque votó menos gente que en otras elecciones, quienes lo hicieron tenían claro que era para romper con un modelo de partidos que dominó la vida política del país durante 30 años. No querían ni Arena ni FMLN. Bukele consiguió sumar más votos que esos dos partidos juntos y ganó en todos los departamentos del país.

Las redes sociales fueron una de las principales herramientas de Bukele durante la campaña electoral. ¿Fueron su secreto para ganar?

Bukele podría haber realizado más trabajo de territorio y menos en redes sociales, o al revés, y siempre hubiera ganado. Si se comparan las campañas, es cierto que hubo un trabajo importante de Bukele en redes sociales, pero eso no explica su triunfo. Lo que determinó su victoria fue el hartazgo sumado a una candidatura más atractiva que la del resto de los oponentes.

¿Se abre una nueva etapa en El Salvador tras el fin del bipartidismo entre las formaciones políticas que ocuparon el poder desde 1989?

Se pasó la página del posconflicto. Durante los últimos 30 años se han turnado en el gobierno Arena y el FMLN y eso ahora ha terminado. Además, cuando un partido ha gobernado en El Salvador no ha vuelto a ganar la elección, es decir, Arena gobernó 20 años y lo sustituyó el FMLN, que gobernó durante la última década.

El presidente electo es un joven empresario de 37 años, pero no es nuevo en política. Dice no tener ideología y lo cierto es que al principio de su carrera pertenecía al FMLN y ahora logró la victoria en los comicios presidenciales bajo las siglas de Gana, una escisión del partido derechista Arena.

Bukele lleva en política seis años. Los tres primeros fue alcalde del pequeño municipio Nuevo Cuscatlán, cercano a San Salvador, y ganó esos comicios montado en la maquinaria electoral del FMLN. Después se convirtió en alcalde de San Salvador, también con el FMLN. En esta elección se subió al carro del partido Gana porque no pudo participar en los comicios con su propia formación política, Nuevas Ideas, al no poder inscribirse a tiempo. También lo intentó bajo las siglas del partido Cambio Democrático (de centroizquierda), pero el Tribunal Superior Electoral lo canceló por lograr menos votos en 2015 de lo que indica la ley. Después de eso, acudió a Gana. Es cuestionable que terminara en este partido, pero es un matrimonio de conveniencia para poder competir con un instrumento partidiario y eso marca el futuro de este matrimonio. Es poco probable que perdure en el tiempo, pero cumplió su cometido y funcionó para que Bukele fuese candidato y después presidente electo. Si tuviéramos que etiquetar a Bukele con una ideología sería más en la izquierda, pero este es un partido catch-all, como dicen en Estados Unidos, o partido atrapatodo, en el que lo dominante no fue lo ideológico, sino que los votos se consiguieron sobre la base del cansancio.

¿Cuáles son las líneas básicas de este nuevo gobierno?

La oferta electoral de Bukele tiene varios ejes. En primer lugar, propone un estilo transversal de gobernanza, por el cual ya no son compartimentos estancos los que se encargan de resolver problemas. Hasta ahora, si había un problema de salud, era el Ministerio de Salud el que se ocupaba, pero él propone romper con eso. Bukele considera que hay que crear un agrupamiento de ministerios, utilizar un concepto de transversalidad para resolver problemas puntuales. Otro elemento novedoso es el desarrollo regional y local como eje de gobierno. En El Salvador las zonas oriental y norte del país son dos de las más abandonadas y él plantea para esas regiones megaproyectos que no necesariamente van a ser terminados durante su gestión, que durará cinco años, pues no existe reelección en el país. Ese plan incluye un tren de alta velocidad y la construcción de un nuevo aeropuerto en un departamento lejano a la capital y que buscaría ser un centro articulador de dinámicas económicas. Son inversiones grandes que, de llevarse a cabo, dinamizarían la actividad económica de esos lugares. Se trata de romper esa visión centralista que concentra todo en la capital. Ninguno de los otros candidatos le puso atención a eso. El combate a la corrupción también fue un eje importante de la campaña de Bukele, que propone crear un organismo similar a la Comisión Internacional contra la Impunidad que funciona en Guatemala con el apoyo de las Naciones Unidas. Esto genera inquietud en el país, porque los últimos tres presidente de El Salvador han estado involucrados en casos escandalosos de corrupción. El hecho de que se hayan apropiado de dinero público que podría haber sido invertido en salud o educación ha generado mucho malestar en la población. Además, se consideraba que el FMLN era un gobierno de izquierdas que tenía como consigna más esperanza y cambio, y en lugar de eso, sepultaron la esperanza y no hubo ningún cambio. El modelo económico neoliberal ha quedado intacto a lo largo de estos últimos diez años.

¿Qué plantea Bukele frente a las maras, frente a la violencia de las pandillas?

Durante la campaña electoral ningún partido puso énfasis en el tema de las pandillas, sino que los planteamientos han sido más genéricos; hubo un mensaje general de que se combatiría la violencia con más prevención que represión, pero no hubo un mensaje claro contra las maras. No sólo estamos hablando de los 100.000 pandilleros que se calcula que hay en el país, sino que alrededor de ellos está la abuela del pandillero que cobra la extorsión, la esposa, el hermano menor, los niños que avisan de la presencia de la Policía en el barrio... por lo que son cerca de medio millón de personas y crean una economía paralela. Además, las pandillas no son el único problema delincuencial en el país; también hay otros como el narcotráfico.

¿Qué otros retos tendrá que asumir Bukele durante su mandato?

La economía es el desafío central. El país está sumido en una trampa de bajo crecimiento: desde hace más de 15 años la economía no crece más de 2% del Producto Interno Bruto [PIB] y eso hace que no haya consumo, que no haya empleo. La realidad mágica son los 5.000 millones de dólares que entran al país en concepto de remesas, que es el elemento dinamizador del aparato productivo. Este es el país de la informalidad, la gente no encuentra trabajo y crea su propio empleo con salarios que no son decentes y prosperan otras formas delincuenciales. El reto económico también está en las finanzas públicas, ya que 70% del PIB es deuda y hay un vencimiento, lo que implica la necesidad de un pacto fiscal. Si no hay entendimiento nacional de cómo se van a organizar las finanzas públicas, no será viable. No lo puede resolver un presidente porque es un problema de país.

Bukele contaría solo con el respaldo de 11 diputados de Gana del total de 84 diputados que tiene la Asamblea legislativa. ¿Cómo va a gobernar?

Que haya ganado bajo las siglas del partido Gana no significa que esos diputados en el Congreso lo van a apoyar necesariamente en todo. En principio podrían apoyarlo, pero habrá que ver cómo se comportan. Creo que la única opción que tiene Bukele [para gobernar] es buscar pactos de nación, y eso se demostró ya cuando el país firmó unos acuerdos de paz tras el conflicto armado. Ahora tendría que haber otros acuerdos, de paz social, un pacto fiscal, uno sobre seguridad y educación y sobre empleo. Si Bukele se presenta como el articulador de pactos de nación y pide apoyo a las fuerzas que tienen presencia en el Parlamento y estas se oponen, serán esas fuerzas políticas las que queden en entredicho por no poner por encima el interés general de la ciudadanía, sino el particular.