El 19 de julio de 1979 los guerrilleros del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) entraron a Managua y dieron por terminada la dictadura que encabezó Anastasio Somoza. De aquella Revolución sandinista se cumplen este mes 40 años, y el aniversario encuentra a Daniel Ortega, el presidente que llegó con el FSLN, otra vez en el gobierno (ocupó el cargo de 1979 a 1990 y de 2007 hasta ahora). Hoy está lejos de contar con el amplio respaldo popular que la revolución tuvo en 1979, y Nicaragua atraviesa una crisis política y social que se mantiene en un punto alto desde las protestas de abril de 2018.

A pesar del conflicto, el gobierno está decidido a festejar sus fechas significativas y recordar a sus figuras políticas. En los últimos días, Ortega dio varios discursos en actos conmemorativos y homenajes, uno de ellos dedicado al fundador del FSLN, Carlos Fonseca Amador. “Aquí están tus hijos, padre divino, para defender la paz con firmeza”, dijo el presidente durante la ceremonia, con un lenguaje religioso que se ha incorporado al discurso oficialista.

Ahora es el turno de los festejos por los 40 años de la Revolución sandinista, que se extenderán durante todo el mes, denominado “julio victorioso”. Los primeros actos están previstos para hoy, cuando se recuerda el “repliegue”, la decisión táctica de los guerrilleros sandinistas –acompañados de miles de civiles– de replegarse hacia la ciudad de Masaya, a 28 kilómetros de Managua, antes de tomar la capital.

La fecha se celebra todos los años desde 1980, y así ocurrió también en 2018, cuando las barricadas instaladas por los pobladores de Masaya impidieron a Ortega, por primera vez, llegar hasta la comunidad indígena de Monimbó, el destino habitual del recorrido del 6 de julio. Algunos días después la ciudad de Masaya, convertida en un bastión de la oposición, fue tomada por policías y simpatizantes del oficialismo.

Esta semana, mientras el gobierno llamaba a sus simpatizantes y a los empleados estatales a participar en los actos de hoy, en redes sociales y en carteles pegados en las calles se difundían la consigna “Masaya no quiere repliegue” y las convocatorias a que los pobladores del lugar se encierren en sus casas para darle la espalda a la celebración oficialista.

De acuerdo con la Comisión Permanente de Derechos Humanos, ciudadanos de Masaya denunciaron que enfrentan “un asedio fuera de lo normal”, tanto “de antimotines como de paramilitares y policías vestidos de civil”. Así lo afirmó la abogada de esa organización social, Karla Sequeira, de acuerdo con la agencia de noticias Efe. “Hemos visto en esta semana un incremento del asedio policial hacia pobladores de Masaya, están sufriendo otra ola de represión, justamente para conmemorar la actividad del Frente Sandinista este fin de semana”, afirmó.

Ayer el gobierno dispuso la prohibición de portar armas blancas o de fuego, que estará vigente hasta hoy, y de llevar botellas de vidrio en las zonas en las que se extenderá la marcha, desde la Plaza de las Victorias hasta Masaya.

Mientras tanto, la oposición denuncia que en Nicaragua hay cientos de presos políticos y asesinatos de opositores, y que la situación de muchos de los manifestantes detenidos –algunos de ellos condenados a más de 200 años de prisión– no cambió, pese a la ley de amnistía que se aprobó en un intento de descomprimir la tensión política.

De hecho, la organización Madres de Abril, que reúne a familiares de manifestantes que murieron, presentó varios recursos de inconstitucionalidad contra esa ley, y recibió el apoyo del Movimiento Campesino de Nicaragua y de organizaciones estudiantiles. A su vez, estos dos sectores anunciaron esta semana que conformarán juntos un nuevo frente opositor.

Desde abril de 2018, la crisis política en Nicaragua dejó cientos de muertos: 594 según organizaciones sociales nicaragüenses, 326 de acuerdo con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y 200 en los números del gobierno.