El asesinato en la madrugada del viernes del general Qasem Soleimani, jefe de la Fuerza Al Quds de la Guardia Revolucionaria iraní, planteó un escenario de guerra en la ya convulsionada zona de Medio Oriente. Estados Unidos utilizó un dron para atacar con misiles el vehículo en el que se trasladaba Soleimani, muy cerca del aeropuerto de Bagdad, la capital iraquí. En el ataque, ordenado por el presidente estadounidense, Donald Trump, murió además el militar iraquí Abu Mahdi al Muhandis, comandante de la milicia Kataib Hezbolá, un grupo también denominado Movimiento de Resistencia Islámica de Irak, muy próximo al gobierno de Irán.

En las primeras horas del viernes, poco después del ataque, el Pentágono lo reivindicó. En un comunicado, afirmó que “el ataque tenía como objetivo disuadir futuros planes de ataque iraníes”. Al mismo tiempo, el Departamento de Defensa estadounidense acusó a Soleimani de “desarrollar activamente planes para atacar a los diplomáticos y miembros del servicio estadounidense en Irak y en toda la región”. Agregó que “Estados Unidos continuará tomando todas las medidas necesarias para proteger a su gente y a sus intereses en cualquier parte del mundo”.

Horas más tarde, durante un contacto con medios de prensa en su residencia de West Palm Beach, en Florida, Trump dijo que tomó la decisión de matar a Solemaini “para detener una guerra, no para comenzar una guerra”, y argumentó que el militar iraní asesinado “estaba tramando ataques inminentes y siniestros contra diplomáticos estadounidenses y personal militar”.

Pese a estas declaraciones, referentes del opositor Partido Demócrata expresaron su rechazo al ataque ordenado por Trump. Según consignaron medios estadounidenses, el precandidato presidencial Joe Biden dijo que el presidente lanzó “un cartucho de dinamita en un polvorín”. Mientras tanto el senador Bernie Sanders expresó en su cuenta de Twitter: “Si piensas que la guerra en Irak fue un desastre, una guerra con Irán sería todavía peor”.

Pocas horas después del hecho, se supo que Estados Unidos planea enviar cerca de 3.000 soldados más hacia Medio Oriente. Según informó la agencia de noticias Asociated Press, funcionarios del Departamento de Defensa, que hablaron bajo condición de anonimato, dijeron que los soldados pertenecen a la División Aerotransportada 82, con sede en Fort Bragg, en el estado de Carolina del Norte. Estos efectivos se sumarán a los 700 soldados de la misma división que fueron enviados a Kuwait hace pocos días, luego de los incidentes que se produjeron en la embajada de Estados Unidos en Bagdad protagonizados por milicianos respaldados por el gobierno iraní.

En Irán la muerte del general Soleimani (ver recuadro), una figura sumamente prestigiosa, muy cercana a las autoridades religiosas de la república islámica, causó una gran conmoción y fue tomada prácticamente como una declaración de guerra. En cadena nacional de radio y televisión el presidente iraní, Hasán Rohaní, declaró que su país y otras naciones de la región “vengarán” el asesinato de Soleimani y aseguró que esta acción hará que Teherán esté “más decidido” en su resistencia contra Estados Unidos.

Manifestación contra el asesinato de Qasem Soleimani en Teherán, el 3 de enero.

Manifestación contra el asesinato de Qasem Soleimani en Teherán, el 3 de enero.

Foto: Atta Kenare, AFP

Además otra figura prominente del régimen iraní, el canciller Mohammad Javad Zarif, calificó el ataque estadounidense como un “acto de terrorismo internacional”, mientras que el líder supremo del país, el ayatolá Alí Jamenei, advirtió que a los “criminales” que mataron al general les espera una dura venganza.

La reacción en Irán se replicó además en Teherán y en las principales ciudades del país, donde multitudes se lanzaron a las calles portando retratos del alto militar asesinado y gritando consignas de “muerte a Estados Unidos”. Innumerables banderas de este país fueron quemadas en las protestas.

Según opinaron analistas consultados por el diario estadounidense The New York Times, el ataque perpetrado en Bagdad puede ser considerado como la acción bélica estadounidense más arriesgada en Medio Oriente desde la invasión a Irak en el año 2003. Esos especialistas concluyeron que la situación llevará inevitablemente a una nueva guerra en la región.

En la misma línea se expresó el jefe del gobierno de transición iraquí, Adel Abdul Mahdi, quien dijo que “operaciones de este tipo, para eliminar a los comandantes de Irak y otros países hermanos, son una grave violación de la soberanía de Irak”. Además, el líder iraquí aseveró que el ataque estadounidense “incendió la mecha de una guerra devastadora en Irak, la región y el mundo”.

Otro actor muy influyente en la región, Rusia, también se expresó sobre los hechos. La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, Maria Zajarova, declaró que tras el ataque estadounidense el mundo se enfrenta a “una nueva realidad”.

En una entrevista concedida al canal Rossiya 24, consignada por RT, la jerarca del gobierno que encabeza Vladimir Putin manifestó: “Hoy nos hemos enfrentado a la muestra de una nueva realidad, es decir la eliminación de un representante del gobierno de un Estado soberano, un funcionario público, sin una correlación de estas acciones con alguna base jurídica”. Agregó que se trata de “un hecho extremadamente importante, que lleva la situación a un plano completamente distinto”. Asimismo, la portavoz de la Cancillería rusa escribió en su cuenta de Facebook que “aparte de la escalada de tensión en la región, que inevitablemente golpeará a millones de personas, esto [el ataque estadounidense] no llevará a nada”.

Por su parte, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el diplomático portugués António Guterres, llamó a los líderes mundiales a “ejercer la máxima moderación”. En un comunicado, manifestó que “el mundo no puede permitirse otra guerra en el Golfo”.

Una de las pocas voces que en el ámbito internacional apoyaron el ataque estadounidense fue la del gobierno de Israel, uno de los más acérrimos enemigos de Irán. El primer ministro Benjamin Netanyahu sostuvo que “así como Israel tiene el derecho de legítima defensa, Estados Unidos tiene exactamente el mismo derecho”. Netanyahu tomó conocimiento del ataque estadounidense en Atenas, donde había asistido a la firma de un acuerdo para la construcción de un gasoducto con Grecia y Chipre. Según informó su gobierno, tenía pensado permanecer hasta hoy en Atenas, pero decidió retornar de inmediato a Israel para coordinar las medidas preventivas ante un eventual ataque a su territorio.

De acuerdo con lo que informó el Ejército israelí, el monte Hermón fue cerrado a los visitantes porque anteriormente fue objetivo de diversos lanzamientos con proyectiles desde Siria y se encuentra a escasos kilómetros de la frontera con Líbano. Paralelamente, medios israelíes informaron que se está reforzando la seguridad en las embajadas y delegaciones del país en todo el mundo, aunque desde el gobierno no se ampliaron detalles sobre estas medidas.

Además de todas las reacciones políticas que desató el ataque estadounidense, también hubo una reacción en el mercado que se reflejó en el aumento del precio del petróleo y en la operación a la baja de las principales bolsas europeas.

Qasem Soleimani (centro), durante una ceremonia religiosa en Teherán.

Qasem Soleimani (centro), durante una ceremonia religiosa en Teherán.

Foto: Ho, Khamenei.ir, AFP

¿Quién era Qassem Soleimani?

Nacido en el año 1957 en el seno de una familia pobre en la provincia iraní de Kermán, en el sudeste del país, Qassem Soleimani pasó a formar parte de la Guardia Revolucionaria Islámica en 1979, pocos meses después del derrocamiento de Shá Mohammad Reza Pahleví y de la llegada al poder del ayatolá Ruhollah Jomeini, líder supremo de la República Islámica de Irán hasta su muerte en 1989.

Según consignó la BBC, Soleimani forjó su reputación dentro de esa fuerza durante la guerra que Irán tuvo con Irak entre 1980 y 1988. Antes de cumplir 30 años fue comandante de una división que realizó importantes incursiones en territorio enemigo y que recuperó zonas perdidas en el ataque lanzado inicialmente por Irak.

Cercano y bien conceptuado dentro de las más altas esferas políticas, militares y religiosas del país, Soleimani fue designado sobre fines de los años 90 como jefe de la Fuerza Al Quds de la Guardia Revolucionaria, un grupo de élite que se especializa en realizar acciones fuera de Irán, buscando ampliar la influencia del país en Medio Oriente.

En este marco, Soleimani jugó un papel decisivo en el ascenso ininterrumpido de Hezbolá, una fuerza política que es a la vez la fuerza armada más poderosa del Líbano. Incluso fue él quien supervisó las acciones de Hezbolá durante la guerra que tuvo con Israel en el año 2006. Además, la Fuerza Al Quds jugó un papel decisivo para apoyar al presidente sirio Bashar al Assad en la guerra civil que aún se sigue librando en su país, y fue clave para derrotar a Estado Islámico. Pero además la Fuerza Al Quds sostuvo la resistencia continuada en Yemen de las milicias hutíes frente a las fuerzas lideradas por Arabia Saudí y colaboró en el ascenso de las milicias chiíes en Irak, dentro del conflicto interno de este país.