El brutal asesinato de Ingrid Escamilla, el 9 de febrero, a manos de su pareja, Erick Francisco Robledo, podría haber quedado impune y haber caído en el olvido como tantos otros feminicidios en México. Sin embargo, esta vez hubo un hecho que provocó la indignación de muchas personas en el país, sobre todo mujeres: las fotos del cuerpo descuartizado de la joven de 25 años fueron filtradas y luego publicadas en varios periódicos mexicanos sensacionalistas.
El diario Pásala decidió publicar las fotos del cadáver junto al titular “La culpa la tuvo Cupido”, en alusión al día de San Valentín, mientras que la tapa del periódico La Prensa abría con la palabra “Descarnada”, también acompañada de sus correspondientes imágenes.
En las redes sociales se hizo un llamado a compartir fotografías de paisajes, de flores o cualquier otra imagen inspiradora con el objetivo de que no se siguieran difundiendo las del cadáver de Escamilla, que alimentaban el morbo y revictimizaban tanto a ella como a su familia.
Por el momento, la Fiscalía de la Ciudad de México investiga si los seis policías que primero llegaron al lugar son los responsables de filtrar las fotografías del cuerpo desmembrado de la joven.
“Siempre vende el morbo, la crueldad y la brutalidad con la que vivimos las mujeres en México, no sólo por el hecho de ser mujeres, sino por la violencia del crimen organizado, la inseguridad, la represión por la militarización... La crueldad y la saña con que desechan los cuerpos es lo que más vende”, dice a la diaria la activista feminista Mariana Mancilla, del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir. Esa prensa sensacionalista, añade, publica a diario fotografías de “cuerpos mutilados, personas ensangrentadas o mujeres encontradas en basureros, sin que ninguna autoridad diga nada ni se apliquen sanciones”.
Tras el asesinato de Escamilla, el viernes 14 el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador presentó en su conferencia de prensa matutina un decálogo para luchar contra la violencia de género, en el que manifestaba que está “en contra del machismo y de la violencia en cualquiera de sus manifestaciones” y se comprometía a “garantizar la paz y la tranquilidad en México”, entre otros puntos, pero no mencionaba la palabra “feminicidio”.
Teniendo en cuenta que 2019 fue el año más violento en la historia de México, con 34.582 homicidios dolosos y 1.006 feminicidios, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el decálogo del mandatario es a todas luces insuficiente para abordar la violencia machista en el país.
Ese mismo viernes, cientos de mujeres se manifestaron para protestar contra la pasividad del gobierno frente a los feminicidios y contra los medios de comunicación que publicaron las fotos del cadáver de Escamilla. Durante la marcha varias mujeres pintaron la fachada del Palacio Nacional, sede del gobierno mexicano, y quemaron un vehículo repartidor del diario La Prensa. Al día siguiente siguieron las protestas, tanto en la capital como en otras ciudades del país.
Después de esas marchas, el lunes, López Obrador pidió a los colectivos feministas que “no pinten las puertas y las paredes”, al tiempo que aseguró que su gobierno trabaja para erradicar la violencia de género. “A las feministas les pido con todo respeto que no nos pinten las puertas, las paredes, que estamos trabajando para que no haya feminicidios, que no somos simuladores y que no esperen que nosotros actuemos como represores, que no nos confundan”, dijo en conferencia de prensa.
Las palabras del mandatario sólo sirvieron para generar un mayor malestar entre los colectivos feministas, porque consideran que el presidente no está afrontando la gravedad del problema. “Es triste y decepcionante que después de haber confiado en que íbamos a tener un gobierno transformador y progresista no tome acciones concretas para frenar la ola de violencia contra las mujeres”, lamentó Mancilla.
A raíz del caso de Ingrid Escamilla y de las movilizaciones, continuó la activista, se logró que la Fiscalía cree un protocolo de sanción para quienes filtren fotografías de feminicidios en espacios públicos y privados. “Eso al menos es un avance y estaría increíble que lo mismo se diera en el resto del país, no sólo en la Ciudad de México”, añadió.
Crimen de Fátima
Tan sólo unos días después del brutal asesinato de Escamilla, otro crimen volvía a conmocionar a México: el de Fátima Aldrighett, una niña de siete años que fue violada, torturada y asesinada al sur de la capital. Había desaparecido el 11 de febrero cuando esperaba a su madre al salir de la escuela; cuatro días más tarde, su cadáver apareció en bolsas de basura en una zona cerca del colegio donde estudiaba. El miércoles, un hombre y una mujer fueron detenidos como sospechosos de este crimen.
“Fátima tenía siete años, no tenía novio, no vivía en una relación violenta, no se lo buscó, no salió de fiesta sola con sus amigas... Lo único que hizo fue ir a la escuela”, dijo Mancilla. La activista recordó que las escuelas públicas cuentan con muchos más alumnos de los que deberían tener, y eso hace, por ejemplo, que los niños salgan a la calle sin ninguna protección de parte de la institución educativa, para asegurarse de que un familiar de confianza vaya a buscarlos. “Han tenido que esperar a que suceda este terrible asesinato para tomar medidas, como pedir la identificación; esto es a base de prueba y error”, sostuvo.
Tampoco fueron acertadas las declaraciones de López Obrador tras el asesinato de Fátima, cuando culpó al neoliberalismo de generar una crisis de valores en el país. “Sostengo que se cayó en una decadencia, un proceso de degradación progresivo que tuvo que ver con el modelo neoliberal”, dijo el mandatario en otra de sus conferencias de prensa.
Mancilla volvió a lamentar que el gobierno, y particularmente el presidente, se haya dedicado a culpar al neoliberalismo de lo que está sucediendo en el país, y criticó que el Ejecutivo no esté implementando medidas para frenar la violencia de género.