Dos días después del cambio de gobierno en Argentina, el 12 de diciembre, dos enormes murales de acero con la imagen de Eva Perón se iluminaron en la Avenida 9 de Julio y Moreno. Habían sido inaugurados en 2011 por la entonces presidenta Cristina Fernández, sobre el exterior del edificio del Ministerio de Obras Públicas, de más de 90 metros de altura. Pero desde la llegada de Mauricio Macri al gobierno, en diciembre de 2015, la iluminación que permitía verlos de noche en el centro de Buenos Aires se mantuvo apagada.
Algún funcionario argumentó que se trataba de una medida de ahorro, pero la decisión se enmarcó en una larga lista de iniciativas que buscaban eliminar símbolos peronistas y, sobre todo, los que representaban al kirchnerismo. Una de esas medidas, que nunca se concretó, fue la de cambiarle el nombre al Centro Cultural Néstor Kirchner. Pero hubo muchas otras, y varias implicaban retirar las imágenes y el nombre del ex presidente de diversos espacios públicos.
Con el final del gobierno de Macri, además del cambio político, llegó, una vez más, el simbólico, y los murales de Evita se iluminaron de nuevo. Los integrantes de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) convocaron al acto del 12 de diciembre con la consigna: “Iluminada y eterna. Evita se vuelve a encender”. En la ceremonia participaron dirigentes políticos, diputados y ministros del gabinete del nuevo presidente, Alberto Fernández. “Esto es un acto de pura justicia”, dijo al diario Página 12 el titular de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, mientras que su par de Cultura, Tristán Bauer, afirmó que “quisieron apagar la luz de Evita, pero esa era una tarea imposible”.
“[En Tecnópolis] Nos encontramos con una imagen que me produjo una tristeza hasta el llanto”. Tristán Bauer, ministro de Cultura de Argentina.
Pocos días después, Bauer se refirió en Twitter a otro sitio emblemático de la gestión kirchnerista, el parque Tecnópolis, y al estado en que quedó después de la administración Macri. “Nos encontramos con una imagen que me produjo una tristeza hasta el llanto. Parecía el resultado de una verdadera batalla”, dijo.
El ministro recorrió el predio de Tecnópolis –también inaugurado en 2011–, en el Parque del Bicentenario, y difundió un video con imágenes del lugar. Lamentó especialmente la destrucción de los grandes muñecos que representaban al personaje de televisión Zamba, estrella del canal estatal infantil Pakapaka, y a los próceres argentinos San Martín y Belgrano tal como estaban representados en esa serie animada.
La popularidad que tuvieron el personaje y la serie Zamba –que tuvo su última temporada en 2016– llevó a que se fabricaran juguetes, ropa y afiches con sus imágenes, en algunos casos producidos por cooperativas de trabajo con apoyo del Ministerio de Desarrollo Social.
“Volvió Alberto, volvió Zamba”. Placa de Crónica TV
Esa serie es una muestra de la política de medios del kirchnerismo y de su política de medios públicos, que incorporó una mirada histórica nacional y latinoamericana en sus contenidos. Tanto así, que durante la campaña electoral de 2018 Alberto Fernández prometió que en un gobierno suyo Zamba iba a volver. Cuando asumió la presidencia, el 10 de diciembre, el canal Crónica TV publicó una de sus conocidas placas con la frase: “Volvió Alberto, volvió Zamba”.
Una vez que se instaló el nuevo gobierno, Bauer lo confirmó a la FM Futuröck: “Podemos afirmar que vuelve Zamba, pero mejor. Estamos trabajando la cuestión de género en esos personajes”.
Hoy Tecnópolis vuelve a abrir sus puertas, después del receso que comenzó en noviembre. Su directora, María Rosenfeldt, dijo a la radio AM750: “A Tecnópolis, como a todo el Estado argentino, lo encontramos desfinanciado, con trabajadores maltratados y todo lo simbólico destruido”, en particular el “parque Zamba”.
El cóndor pasa
El ministro de Cultura, en la misma entrevista con Futuröck, se refirió también a la decisión de Macri de imprimir billetes con la imagen de animales autóctonos: la ballena franca austral, el guanaco, el hornero, el cóndor andino, el yaguareté y la taruca. “Para avanzar en el individualismo, en el ‘sálvense quien pueda’, tenés que borrar la historia. Eso intentaron hacer con los billetes y les resultaba ‘lindo’. Nosotros tenemos una concepción totalmente distinta”, dijo Bauer.
Durante el gobierno de Cambiemos, el cóndor reemplazó en los billetes de 50 pesos a las imágenes que recordaban la reivindicación argentina de soberanía sobre las Islas Malvinas. El gobierno kirchnerista había incorporado a esos billetes la imagen de las propias islas; la del Gaucho Antonio Rivero, una figura histórica vinculada con ese reclamo; la del Cementerio de Darwin, donde se encuentran enterrados combatientes de la Guerra de las Malvinas; y la del Crucero General Belgrano, que participó en ese enfrentamiento.
Durante el primer año de la administración de Macri, en 2016, el presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA), Federico Sturzenegger, anunció el cambio de diseño y argumentó: “Nuestro país es mucho más que hombres y mujeres. Tenemos la responsabilidad de cuidar nuestro medioambiente”. Ahora que el macrismo dejó el gobierno, también se van los animales.
El nuevo presidente del BCRA, Miguel Pesce, anunció que vuelven a los billetes los próceres y las personalidades destacadas, aunque todavía no están definidos sus nombres.
Trapos sucios
Tanto el gobierno de Macri como el de Alberto Fernández llegaron a la Casa Rosada y a la residencia presidencial de Olivos con críticas al estado de conservación de esos edificios durante la administración anterior. En un artículo sobre las condiciones en las que dejó Olivos la presidencia de Cristina Fernández, el diario Clarín enumeraba hace cuatro años: “Árboles caídos en todo el predio, lagos con agua podrida y suciedad en todos los sectores: encontraron ratas y otras plagas en el sótano del chalet presidencial”.
“Hay que pensar que durante muchos años vivió allí una mujer sola”, publicaba por entonces La Nación, citando a un “alto funcionario de la Casa Rosada al tanto de las obras” que la familia de Macri estaba haciendo en esa residencia para darle “calor de hogar”.
Según publicó en su momento Clarín, en tiempos de Macri una auditoría “reveló el mal estado de la Casa Rosada”, pese a que “la última presidenta dedicó tiempo –y grandes cifras de dinero–” a crear galerías, como la de los Patriotas Latinoamericanos, o salones, como el de las Mujeres.
Ahora, terminada la administración Macri, es él quien recibe acusaciones, en su caso incluso ante la Justicia. Uno de los puntos más polémicos de la reforma que inició el ex gobernante en la Casa Rosada fue la decisión de retirar una escalera de 1890, de mármol de Carrara, para construir allí una salida de emergencia, pese a la recomendación de mantenerla allí que emitió la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos.
“[Mauricio Macri] quiso meter en la histórica Casa Rosada una Trump Tower, con una total falta de respeto por la historia”. Oscar Parrilli, senador kirchnerista.
Oscar Parrilli, que fue un cercano colaborador de la actual vicepresidenta, Cristina Fernández, y es ahora senador del gobernante Frente de Todos, dijo a la agencia de noticias Sputnik que el gobierno de Macri “quiso meter en la histórica Casa Rosada una Trump Tower, con una total falta de respeto por la historia”. Agregó que el plan de reformas del ex presidente “implicaba básicamente la destrucción de partes históricas”, y en particular la escalera de mármol de Carrara.
Por eso el 7 de febrero Parrilli denunció ante la Justicia a Macri y a su secretario general de la Presidencia Fernando de Andreis, por omisión de los deberes de funcionario público y “destrucción irreparable de parte del patrimonio histórico y cultural” de Argentina. “Lo que hicieron con la Casa Rosada es lo que hicieron con el país, no es casual. Para ellos no hay historia”, dijo, y se preguntó si la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes Históricos fue “cómplice”.
En respuesta, De Andreis mostró una serie de fotografías y afirmó: “Cuando asumimos el 10 de diciembre de 2015 encontramos la Casa Rosada en un estado lamentable”. Según publicó el diario Perfil, el ex funcionario agregó: “Por donde se mirara la Casa Rosada era una ruina: los tapices históricos sin color, los baños hediondos, pasillos y patios con baldosas rotas, cerramientos sucios, las alfombras llenas de ácaros, la iluminación propia de una pensión sin mantenimiento, la impericia arquitectónica por todos lados, la improvisación, el peligro de incendios... Así la vimos en diciembre de 2015”.
Por sorteo, el juez que está a cargo de investigar la denuncia de Parrilli es Julián Ercolini, quien también se ocupa de varias denuncias contra ex funcionarios kirchneristas.
Los planes de un gobierno y otro para la Casa Rosada son representativos de la lucha simbólica entre los dos proyectos políticos. Según recordó la agencia Paco Urondo, allí donde el kirchnerismo había instalado un Salón de las Mujeres Argentinas, con imágenes de Tita Merello, Victoria Ocampo y las Madres de Plaza de Mayo, el macrismo, apenas llegó al gobierno, desmontó parte de esa exposición para convertir el lugar en una oficina y call center. Entre los objetos que retiró del salón aparece, una vez más, la imagen de Evita: en una réplica gigante de un billete conmemorativo que le rendía homenaje y en una miniatura del edificio de Obras Públicas con sus murales.
Pañuelos blancos
La política de derechos humanos del kirchnerismo fue percibida y asumida como parte de su identidad, también por sus rivales políticos. En cambio, Mauricio Macri, desde muchos antes de convertirse en presidente argentino había tomado distancia al respecto y había dicho que si ocupaba ese cargo terminaría con “el curro de los derechos humanos”.
La lista de políticas alineadas con ese discurso fueron muchas: desde la reducción de presupuesto para el área hasta la decisión del Ejecutivo de dejar de apelar los fallos que dictaban prisión domiciliaria para represores que estaban en la cárcel.
Una muestra del cambio de ambiente que llegó con el macrismo fue lo que ocurrió en 2018, cuando se acercaba el Día Nacional de los Derechos Humanos, el 24 de marzo. Las Madres de Plaza de Mayo salieron a pintar pañuelos blancos en las calles como parte de una campaña, un “pañuelazo”. Entre otros lugares, los pintaron en el lugar donde funcionó el centro clandestino de tortura conocido como Mansión Seré, y el intendente de Morón, el macrista Ramiro Tagliaferro, ex esposo de la entonces gobernadora de Buenos Aires María Eugenia Vidal, ordenó borrarlos. Su decisión fue repudiada por militantes por los derechos humanos y por el kirchnerismo.
Terminado el gobierno de Macri, el nuevo presidente, Alberto Fernández, designó al frente de la Secretaría de Derechos Humanos a Horacio Pietragalla, el nieto número 75 cuya identidad fue restituida gracias a las Abuelas de Plaza de Mayo.
Al salir de una reunión con él y con otros militantes por los derechos humanos, Taty Almeida, referente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, manifestó: “La sensación que tuve es que los pañuelos blancos han vuelto a la Secretaría de Derechos Humanos”.